Este sábado, o sea anteayer, me pegué un atracón
de cine. Dos películas. Una tras otra. Después de horas y horas de clase. Mis
alumnos trabajan y les queda solo el fin de semana para una maestría o un
doctorado. Por mí, hubiesen sido tres películas al hilo. ¿Por qué no? El horario de los cines no lo permite. Debo
confesar que soy un cinemero sin muchas exigencias estéticas. Por ejemplo, me
he visto todo los Drácula posibles,
no solo al legendario Béla Lugosi sino hasta Drácula cowboy, vampiros japoneses, vampiros negros, y no podía faltar, vampiros
gay. Esas modificaciones son lo que llamaría un funcionario del Banco Mundial, «significativas».
Cuando encuentro ese vocablo, me desespero. Quiere decir que algo tiene
importancia, evitando decir si es para bien o mal. «El llamado de Maduro es
significativo». Pero no se dice si es para quedarse o para irse. Claro, son
funcionarios internacionales y tienen la costumbre de lo impreciso. Allá ellos.
Una de las películas resultó ser «significativa».
Y no la otra. Vimos Aladdín o mejor
Aladino. Y fue la segunda película, Sin embargo, no deberíamos asombrarnos de
la calidad del cine peruano. Retablo
viene después de Paloma de papel (Fabrizio
Aguilar, 2003), sobre lo que se ha llamado la ‘guerra interna’, y que yo en una
columna en La República (06/11/03) llamé
paloma de sangre: «cumbres nevadas y
hermosísimas del Perú, y la violencia de los hombres». Después de Wiñaypacha (Óscar Catacora, 2017), una pareja
de ancianos en su rutina: no tienen
servicio de agua o de luz, y sin embargo se les ve sanos y con una envidiable
destreza en todo lo que hacen. No era
un film sobre la magia andina o los efectos de la ayahuasca. En nuestro
terrible y amado país, la realidad sobrepasa la imaginación.
En esa línea de calidad se halla Retablo. El lector entenderá que hablo
de películas que califican como dramas. No me estoy ocupando, en consecuencia,
de las más taquilleras como ¡Asu Mare!,
la versión del mundo criollo, como solo jarana y gracejos, pero no calza ni con
la vida misma ni con la estética. Como si no hubiera drama en el mundo urbano
peruano. Curiosamente, el drama por lo general es andino o rural.
Retablo es la historia de un padre y
un hijo, el padre tallador de retablos y el hijo su fervoroso discípulo y ayudante,
maestro en ese arte tan peruano. Ahora bien, hay momentos en el transcurso de
la película que un grupo de humanos, tanto varones como mujeres, se dejan ver
con naturalidad. Y segundos después, son las figuras inmóviles de un retablo.
El tránsito de la vida real y la imagen artística, y por lo tanto quieta para
siempre, se suceden una a otra. Más allá de la belleza queda el enigma. Esa
métafora ¿qué nos quiere decir? ¿El arraigo, lo acostumbrado, es invencible? ¿El
molde, el prototipo del hombre andino, es inamovible?
Ahora bien, el actor que hace de padre (Amiel
Cayo), es una combinación de campesino y de señor de pueblo. Me hizo pensar
repetidas veces en José María Arguedas, que podía ser poeta, y a la vez, explicarnos
qué era el Misitu, es decir el toro
salvaje, la encarnación de un auki de
las punas. En la mitad de la película, me estaba preguntando si esas idas y
venidas de padre e hijo por aldeas, era algo como una suerte de homenaje a Los ríos profundos. En la oscuridad de
la sala me preguntaba si esto conducía a algún tipo de crueldad o perversión que desembocara en algo parecido
a los abusos de la opa Marcelina en Los ríos profundos. Opa quiere decir retardada, tonta. Y a mi sorpresa, el relato gira
brutalmente. El personaje central se vuelve el hijo, Segundo Páucar (Junior
Béjar), un muchachito de 14 años. De casualidad descubre algo en el
comportamiento del amado padre. Pero no voy a ser un aguafiestas diciéndoles qué
descubre. Vayan a ver Retablo y saquen
sus conclusiones.
El mayor acierto en Retablo, es el drama del joven Páucar, dividido en el amor paternal
y la vergüenza. Este film nos pone, con rara sinceridad, en el medio rural, en
particular en el mundo de los varones. Se les ve en fiestas, pero también en
juegos feroces, como el que consiste en batirse a punta de latigazos. Y el
combate a puño limpio. El otro acierto, los silencios de Segundo Páucar.
Retrato del varón andino, gente de pocas palabras, lacónicos y en el caso de
este drama, con más razón, callados. La reserva de Páucar, a sus 14 años. La
película tiene como versión original el quechua, y Páucar retiene su dolor en dos
lenguas, ante la madre, magníficamente encarnada por Magaly Solier.
Ahora bien, Wiñaypacha
fue un film metáfora: la imposibilidad de una completa autosuficiencia. La
pareja de ancianos, pese a sus habilidades, no pueden vivir aislados. Pero ese
drama era estrictamente local. Y hubo un paso a lo universal con La tetaasustada. La historia de una muchacha que dice tener un solanum tuberosum —una papa— en la vagina
para evitar el acoso sexual. Ahí se juntaron las dos culturas, la heroina sube
y baja por cerros que pueden ser los de Lima. Sin embargo, la película y esta
nota periodística, tocan un tema delicado. No diré más, pero les aseguro que
los partidarios del movimiento LGBT+ van a pasar un mal rato. Van a ver cómo varones
y mujeres de los Andes se oponen y no admitirían la ‘ideología de género’. Recomiendo
ver ese film. ¿Un «ethos comunitario»?
La cultura tradicional no solo tiene el ayni
y la minka, sino un gran respeto
a la naturaleza. Lo digo para que reflexionen esos cuantos que en Lima quieren
imponer formas exógenas.
En lengua castellana el decente es el que es modesto
y honesto. Pero, una casta a la vez dominante e inepta, le ha dado otro
sentido. «El ideal de la decencia lo defiende la élite limeña para mantener
privilegios sociales después de la Independencia. Alegaban una superioridad
moral que les otorgaba inmunidad ante la aplicación de la ley» (Pablo Whipple).
Sin embargo en mi vida, he hallado, afortunadamente, muchos decentes. Citaré
apenas unos cuantos.
Había una vez un joven peruano que regresa de
México y escribe para devolvernos un Piérola diferente, y a la vez, darle
doctrina al partido Perú Posible, desde un concepto el «posibilismo». Hugo
Garavito brillará en el periodismo y en los medios. Su idea-fuerza fue la Democracia
Social. Sin embargo, Toledo, ya presidente, lo despertaba a medianoche,
preocupado por lo que escribía. Toledo siguió en lo suyo. Y la decencia de Garavito,
en ese amanecer democrático, se fue con su creador.
Decente es el íntegro, el sincero. Pienso
entonces en Alberto Adrianzén, en su adiós a la izquierda. En junio del 2007,
se va diciendo «no sirven ni para la revolución ni para las reformas» (Socialismo y Participación, n°103).
Pienso en Béjar, después de las guerrillas de 1964-65, admite sus errores en un
balance sin mentiras. Pienso en ese momento alto de la izquierda cuando Mirko
Lauer convoca a Félix Arias Schreiber, Gustavo Espinoza, Ricardo Letts, Carlos
Malpica, Francisco Moncloa, Felipe Portocarrero. Ninguno esperaba enriquecerse mediante
algún rango en el Estado. Pienso en Flores Galindo, su franqueza, «la nueva
izquierda, sin faros ni metas». Y luego, Tiempo
de plagas, y su testamento,
admirable: «Algunos imaginaron que los votos de la izquierda les pertenecían.
Pero las clases populares piensan, aunque no lo crean ellos. Los pobres no les
pertenecen».
¿Qué pasó? Conversaban gentes muy diferentes.
Armando Villanueva y Pablo Macera. Y Jorge Basadre con Macera, que es el más
grande historiador en vida, aunque los cubileteos en San Marcos lo llevaran a
un voluntario alejamiento, en una Chosica convertida en Santa Helena. No todo
es trampa y ambición. ¿Qué objeción a la trayectoria de Rafael Roncagliolo como
ministro en Torre Tagle? Y no hay interés alguno cuando la caridad filosófica
de Francisco Miró Quesada intenta darle una doctrina a Acción Popular de
Fernando Belaunde. Decencia es el NO de Raúl Porras Barrenechea, en San José de
Costa Rica.
El deseo de enriquecerse, como meta un caserón
en Las Casuarinas y algunos millones en un paraíso fiscal, es de nuestros días.
Pero mientras se vienen abajo unas capas sociales, Carmen McEvoy sigue creyendo
en la forja de la nación, y Martín Tanaka discute estos tiempos de la antipolítica.
Y ante Sendero Luminoso, los escritos con coraje de Iván Degregori, su Qué difícil es ser Dios, es lo mejor que
se ha dicho sobre las ambiciones de Abimael Guzmán, dignas de Gengis Kan.
Hemos llegado al final de este artículo y de mi
presencia en este diario. Me han hecho saber que prescinden de mis artículos.
Acaso una persona como yo resulta imprevisible para los poderes fácticos. He
citado a intelectuales. Porque desatendidos por las nuevas generaciones, son lo
mejor que tuvo y tiene el Perú. Incluyendo a los que se fueron, Pásara a
Salamanca, Scorza, Julio Ramón Ribeyro y Vargas Llosa, a París. Algunos hemos
vuelto. Y aprovecho para decir que jamás el director de este diario, Juan José
Garrido, me observó un artículo. Este es un adiós sin rencor.
La presente crónica recupera
para el gran público la última clase de Alan García. La fuente es la grabación
de esa clase suya en el Instituto de Gobierno y Gestión Pública ante sus
alumnos. Es un tanto larga, pero la hemos abreviado guardando los párrafos
decisivos. Pocas veces se tiene a un profesor que ha sido dos veces Presidente
y además culto, amante de la historia peruana, y como apreciará el lector, un
profesor que pasa serenamente de los hechos históricos a la teoría. Este es un
documento excepcional. En diversos pasajes, desfilan los presidentes del siglo
XIX, la Guerra del Pacífico, Nicolás de Piérola, Manuel Prado, sus éxitos y
también sus errores. Todo ello, con afabilidad y una familiaridad que no puede
tener un historiador sino alguien que también ha sido Presidente y conoce lo
difícil es que llegar en el Perú al poder, y mantenerse en él. Los alumnos que
escucharon esa clase no la olvidarán jamás. Porque en ella, además del talento
de Alan García, su buen humor y bonhomía, hay alguien más en esa sala de lecciones
de la Universidad San Martín de Porres. Y ese algo es el drama de la historia
peruana y la presencia de la muerte. Frases como «en la vida hay que escoger un
momento para morir», son referencias inesperadas al ángel de la muerte. Cuenta
que «va mucho al cementerio», para irse acostumbrando (¡!) Sus alumnos se
quedaron intrigados por esas confesiones, pero ahora ya lo sabemos, era un
adiós. Hemos dejado esas líneas en negrita, para que el lector no pierda de
vista los signos y señales de algo decisivo.
Se seguirá diciendo sandeces
por el suicidio de Alan García. Pero tarde o temprano, se darán cuenta los peruanos
que fue una inmolación. Y si en el Perú hubiese hombres capaces de respeto por
su dignidad personal, al punto de negarse a que los saquen de su casa con las
marrocas en las manos, entonces seríamos una Esparta andina. Y no el país
amorfo de estos días.
Que el lector disfrute. La lección final de un guerrero que amó el Perú y a los peruanos y les dedicó, fueran lo que fuesen sus defectos, la vida entera y también cómo se muere, para que acabe el Morro de iniquidades de estos años sombríos. (HN)
—–
La clase comienza cuando Alan García les dice que va explicar en teoría qué es un sistema y luego pasa a la historia, a la fuga de Prado en plena guerra. «Vieron el sistema político, el sistema social, y ahora el sistema a secas, la caja negra de Easton». Les explica los inputs, «la forma de moderarlos». Y luego una delicia de narración de la historia: cuenta cómo Prado abandonó el poder y las consecuencias.
Habla el Pr Alan García
«El Perú
se quedó sin mando cuando los chilenos lo invadieron, un Piérola oportunista
aceptó ejercerlo», y cuenta cómo era, qué hizo. «Desembarcaron en Paracas y en
Lurín (…) Prado entró en un desánimo atroz, se fue, es su culpa enorme siendo
Jefe de Estado. El vicepresidente era el Gl La Puerta, que tenía el defecto de
ser cojo (…) ¡No al cojo La Puerta! Tuvieron los civilistas que designar
alguien (…) Nadie quiso aceptar. Esa noche, nadie quería la presidencia del
Perú, ahora se mueren y siempre se han muerto por querer ser presidente… Entraron 24 mil hombres, y no
tenemos ni una pistola para hacerles frente, el que se haga cargo va a ser el
culpable». Y mientras discutían los civilistas, «Piérola con 20 hombres se
metió a Palacio, en la caja negra, se declaró Director Supremo de la Guerra.
Aprobamos que haya entrado Piérola: que se hunda él (…) Gobernó durante un
año desorganizando todo, era tan inteligente como desorganizado y pasional. Si
usted le caía mal, lo destruiría. Porque Piérola era así, básicamente porque
era de ese tamañito, 1,62 m, le tenía cólera a todo el mundo. (A mí me hubiera
odiado, como algún periodista. Odiado, ¡soy el diablo!) Entonces, no tenía idea
militar, pobrecito. No es su culpa pero ¿para qué te haces cargo de un país en
guerra si no tienes idea? A él se le metió en la cabeza, por ejemplo, que los
chilenos iban a desembarcar en Ancón —él llegó a esa conclusión en su
escritorio— y van a atacar Lima por el norte». (…) «Y se llevó los mejores
cañones a la punta del cerro. (…) «Nunca vinieron por ahí, tuvieron luego que
volar los cañones para que los chilenos no se los lleven (…) Luego cometió el segundo error atroz [su
estrategia de defensa, y les explica, con un croquis, las dos líneas, desde el
Morro hasta la pampa de San Juan, y la otra, en Miraflores, hasta el fondo
Vásquez] (…) Ya saben que los chilenos han desembarcado en Paracas y Lurín
(… ) Es para matarlo al chiquito, ja… Dos líneas, ¡absurdo! (…) Defienden
a medias (…) La batalla de San Juan en Chorillos es una batalla heroica, es
la más bella, la más social, la más importante que ha tenido la historia del
Perú. (…) Hubieron [en la primera línea] 8-10 mil hombres, organizados, pero
no eran del ejército, el Ejército estaba en Arequipa. Eran los sastres, los magistrados, los bomberos,
los estudiantes (…) Mi bisabuelo estuvo aquí, Francisco Ronceros Pagador, (…)
junto al ministro de Guerra, Miguel Iglesias. (…) Cómo se le ocurrió dividir
a su fuerza social… La batalla de
Miraflores se llama ‘la gran cabalgata hacia Lima’. (…) Los chilenos, no son
tontos pues, son más militares que nosotros, son formados por los alemanes pues,
no por los franceses, para desfilar, como aquí, (…) y dijeron vamos a atacar
por acá, y a las 5 de la mañana del día 13 de enero de 1881, atacaron, y la
gente de Cáceres se desbandó. Era la hora negra de Alejandro Avelino Cáceres.
(…) Retrocedió, se fue a Miraflores. En cambio Miguel Iglesias, ministro de
Guerra, coronel, perdió a sus dos hijos en las faldas del cerro y resistió
hasta la una de la tarde, (…) herido con dos balazos. ¿Por qué no volvieron
las fuerzas a apoyarlo? De allí nace la leyenda de Cáceres (…), le dijo a
Piérola: ‘están borrachos, vamos a atacarlos ahora’. Eso se contaba en los
libros de Historia. (…) Los peruanos incendiaron Chorillos, unas 200 casas,
nada más, tampoco quemaron Roma. Y los chilenos, no son tontos, pues, tendrían
2000 hombres borrachos ahí, y 22 mil hombres armados en todas partes¡! Es la
leyenda que se lanzó Cáceres para justificarse (…) Y el tercer pecado del Sr
Piérola, (…) desde el Morro, agarró su caballo blanco, y con un edecán se
bajó por Agua Dulce y subió por la bajada Balta (…), a la casa del Sr Schell,
cónsul alemán, donde almorzó. (…) Tú
huiste de la batalla. En la vida hay
que escoger un momento para morir. Si hubiera muerto en el Morro, Grau y
Bolognesi serían menos que él. (…) Abandonó la capital (…) Miren lo
paradojal que es la política. Él se metió porque el Presidente huyó. Él ocupó
el cargo de Presidente y también huyó… Después de tres meses en la sierra, el
Director de la Guerra vino a Lima con el rabo entre las piernas, y fue a ver a
Patricio Lynch, general, jefe de las
tropas de ocupación chilena. Y le pidió pasaportes, para salir del Perú. Y
nuestro Director Supremo de la Guerra salió con pasaportes chi-le-nos, ya.
Entonces, no escupas al cielo que en la cara te cae. Contra Prado porque ha
huido pero tuviste que huir de la batalla y después del Perú… Es terrible la
historia. La historia es dramática
(…) Y la historia del Perú es tan triste. (…) Murieron muchos
peruanos, 5000, y 2400 en el Morro, un lugar heroico».
En la explicación de la
historia, Alan García introduce situaciones que conoció cuando presidente. Son
acaso anécdotas pero muy significativas para entender las ambiciones de cierto
tipo de empresarios y el poco respeto que le tiene a nuestro pasado histórico.
El poco respeto a la patria peruana. Sigue hablando AG:
«Una vez,
yo ya era presidente (…) y llego a La Herradura y veo postes, estaban
haciendo una especie de andenes en el cerro. ¿Qué es esto? Me bajé… Se van
a construir edificios, la firma GREMCO, de los señores Levy. Me dio tal cólera,
porque yo tengo gente acá mía en la pelea, yo dije por qué no se van a
construir esos señores al Muro de los Lamentos. Para nosotros, este es un lugar
sagrado. Entonces, Decreto Supremo; eso se llama poder. Declaras intangible el conjunto del Morro Solar. Se acabó. Juicio
contra el Perú en el SIAL. Lo perdieron. Y me odian. Ahí deben estar financiando
sabe Dios a quién… Me odian porque dijeron que perdieron millones. Y eso,
se los había dado un alcalde chorillano inconsciente de lo que vendía. Se lo
vendió por 5 millones, el alcalde Gutiérrez Weselby, alcalde de Chorillos.
(…) Lo bloqueamos. (…) Esto, el Morro, es más grande que Arica. (…) Los
militares tapan esto, porque el héroe fue Miguel Iglesias. Si Iglesias muere,
sería pues un héroe inmenso. ¿Pero qué ocurrió con él? Herido, los chilenos lo
deportaron a Chile. Vivió en Chile un año, después de lo cual le dijeron
vuélvase al Perú. Y se fue a Cajamarca, lejos de Lima donde estaban los
chilenos, donde tenía su hacienda que se llama Montán (…) hasta ahora existe.
Estuvo allí dos años, se dio cuenta de que los chilenos eran cada vez más
(…), por todas partes, y no tienen traza de irse… Van a quedar 10 años. Para
ser héroe, hay que tener valor. Peleando en el Morro, pero también aceptar que
estamos perdidos. Hay que sacar a los chilenos, cueste lo que cueste.»
Prosigue
AG. «Él hizo
lo que se llama el Grito de Montán: un pronunciamiento desde su hacienda. ‘Necesitamos
un gobierno que acepte la realidad, porque hasta entonces no había gobierno. (…)
Bueno, ustedes ganaron la guerra, ¿con qué se van a quedar? Las salitreras de
Tarapacá. OK, pero desocupen el resto del Perú. (…) Sé que seré odiado por
eso por las generaciones venideras pero si yo no lo hago, nadie lo hará. Y los
chilenos se quedarán 20 años’. Lo dice, y lo hizo. Entonces, el Ejército
resucitó y dijeron ‘traición’. ¿A qué, si iba a recuperar el Perú? En su mejor
momento el señor tuvo mil hombres y los chilenos eran 30 mil. 24 mil llegaron y
siguieron llegando. (…) Transó un acuerdo sabiendo que lo iban a escarnecer.
Después de lo cual se fue a su hacienda y murió allá. Pero los militares, se
volvieron caceristas. Y maldijeron a Iglesias (porque sino tenían que reconocer
su acto heroico). Y miren como es la vida. En
este 2° gobierno, un día me fui a la cripta de los héroes, yo camino mucho en
el cementerio porque al final yo voy a acabar allí, entonces miro y me voy
acostumbrando. No me da miedo la muerte porque me acostumbro, tengo mi sitio,
ya sé donde voy a estar y no hay problema. (…)En la cripta, uno piensa. Y después caminé por una avenida, y estaba
el presidente Leguía, que yo admiro, modernizante, pateó al civilismo, lo
maltrató, muy bien, después se vengaron. Mientras pudo, golpeó a los guaneros.
Y estaba caminando, y de pronto veo Miguel Iglesias. Miguel Iglesias, ¿este es
el presidente Miguel Iglesias, el héroe
de Chorillos? – Sí, está ahí. – ¿Y por qué no está adentro? (…) -Bueno, no,
así lo ha decidido el Instituto de Estudios Militares y no sé qué… Ah no, le
dije, yo he estudiado la historia, y conozco cada hora de la historia del Morro
Solar y la defensa… Entonces, ¿qué es
poder? ¡Poder! Decreto Supremo: ‘los restos del General Miguel Iglesias serán
incorporados al Panteón de los Héroes’. Hay que hacer justicia. Entonces, que
arrugaron la nariz, que no sé qué dijeron… ¿Quién arrugó? Bueno, el jefe del
Instituto, el general… Mire, mire, a ver. Poder.
‘Déjese sin efecto la resolución que nombró al Gl no sé qué …’ Una rúbrica,
adiós. ¿Quién sigue? ¿Quién no quiere más? Silencio. Se cuadraron. Y todos a
desfilar el día que lleve Iglesias al Panteón, listo. Poder. Peroes que hacía justicia.Y mefalta hacer justicia con el pobre Leguía, que lo han maltratado
mucho, pero ya no tendré oportunidad, se
la daré desde el cielo; mi abrazo a Leguía.»
Como
decíamos al principio, la sombra de la muerte, en este adiós.
Seguiremos con la segunda
parte, la próxima semana. AG sigue con Piérola, su carisma. Qué es la caja de
Easton o sea, el sistema político. Por qué las APAFAS, el «amigo Kuczynski», los
campesinos de Fuerabamba, qué significado tiene para ellos el “yo he firmado”
desde 1532. Y las críticas al presidente Vizcarra que no puede improvisar un
discurso público sin la ayuda del teleprompter, y al que recomienda su libro, Pida la palabra. Pero entre ironía y
broma, si lo entienden, «pero si no
estoy, me harán el más grande favor de mi vida: presidente por 3a
vez».
Sus últimas palabras. Ni
sombra de rencor ni de odio. Alan García, político republicano. Vale decir para
todos.
Hay
días en que doy clases desde la mañana a la noche. Y el sábado pasado, llegué a
casa tras horas de dictar cursos, pero mi cabeza funciona de modo singular. En
vez de estar fatigado, me era imposible descansar de inmediato. Me dije a mí
mismo que un tanto de televisión no me vendría mal. Y el azar hace bien las cosas,
puesto que caigo sobre «Enfoque de los sábados» en RPP, la repetición del
programa sabatino de Raúl Vargas. Y ese día estaban Juan Sheput, Mauricio
Mulder y Vitocho, es decir, Víctor Andrés García Belaunde. Y por cierto, el
mismo Raúl, con preguntas adecuadas y reflexiones profundas sobre la
situación tanto del gobierno como de la sociedad peruana.
La
verdad, no seguí el programa desde su inicio, pero alcancé a escuchar a Juan
Sheput cuando decía que no se alcanza a saber si los peruanos quieren «un
sistema presidencialista, o parlamentario, acaso un híbrido». Sheput argumenta
a través de nuestra historia, recordando que la modificación institucional de
1993, es decir, la constitución de Alberto Fujimori, acrecentó el poder
presidencial hasta sus últimas consecuencias. O sea, ciertas reformas pueden
ser la puerta a nuevos autócratas. Sheput analiza las reformas de la Comisión
Tuesta pedidas por el presidente Vizcarra, si le entiendo bien, sobredimensionan
al poder Ejecutivo, desequilibrando los otros poderes del Estado.
Me
quedé pensando, unos minutos, en la ironía de la historia. Es decir, la
facilidad con que Fujimori en tanto que presidente, disolvió un parlamento, sin
imaginar que ese mismo recurso, en el futuro sería la espada de Damocles para
quebrantar oposiciones consideradas facciosas e instaladas en un parlamentarismo
de oposición, es decir, el fujimorismo de Keiko, su hija cuando PPK presidente.
¿Pero lo era? Lo que hemos visto, desde el 2018, es un Presidente sin partido
ni mayoría parlamentaria, luciendo una magistratura legal pero débil. Y débil
también el poder parlamentario. El resultado lo sabemos. Rivalidad
interminable. Conflictos ya no de partido o tendencias. Un impasse. Políticas ineficaces o acaso al revés, ¿la falta de
política?
Pero
en el Perú, tan baja está nuestra cultura política que una gobernabilidad
dividida es aplaudida. Lo que llamaba hace años Tulio Loza, el «populorum» se
divierte y a la vez se enoja. «La tendencia natural en la América Latina —dice
el politólogo Arturo Valenzuela— ha sido el multipartidismo o sistemas bipartidos».
¿Pero qué pasa en una sociedad en donde se hace lo imposible para que los
partidos futuros, fragmenten y no unan?
Mulder
nos hace entender que el estructurar nuevas alianzas no es, al parecer, la meta
del Presidente. Para Mulder, «es la popularidad». La verdad es que se nota a un
político preocupado por el alza o baja de las encuestas. El profesor Juan J.
Linz, español y alemán, ante los problemas de las democracias señala que su
funcionamiento es gobernar por intervalos regulares, pero no con «magistraturas
vitalicias». Son gobiernos pro tempore.
Pero por lo visto, no se oye, padre.
Mulder
estuvo claro y sincero. Vivimos en una atmósfera enrarecida, solo se admite «el
pensamiento único». El que no repite lo que un conocido grupo político decide
que es lo correcto, está perdido. No se discute, se insulta al «otro». Sin
embargo, el principio mismo de las democracias de la modernidad ha sido la
competencia, no solo en las urnas sino en los estrados, el debate público. Eso
no es hoy posible porque el «otro» es desacreditado, vilipendiado, la
maquinaria diarios-televisión-radio, masacra la imagen del distinto, el ultraje
es la regla.
Vitocho
estuvo muy claro. Claro está, es necesario una reforma política. Pero no un
maquillaje. Se nota que lee y estudia nuestros grandes problemas. En lo que
responde a una pregunta de Raúl Vargas, le dice que en una revista extranjera, ha
encontrado algo enorme. Un 10% de peruanos no tiene ningún tipo de trabajo, ni
formal ni informal. Dice que lo tradicional era un 5%. Hoy ha doblado. En otras
palabras, un millón 800 mil peruanos sin chamba alguna. Y no nos extrañemos,
pues, del aumento de los asaltos y robos a mano armada. Y algo más, la
imposibilidad de una gobernabilidad en un Perú, con el exceso de 2000 cargos de
poder local en todo el territorio, ni Brasil que tiene más territorio y más
población.
Fue
muy tónico escuchar opiniones sensatas y realistas. Sheput hizo notar, con
sinceridad, que un sistema de representación unicameral no se da abasto: «Es
imposible participar en seis o siete comisiones a la vez». Recordó el gran
error del referéndum, ausencia de bicameralidad, y el error de evitar la
reelección de los que fueron diputados, o congresistas hoy. En el mundo popular
se asombrarían de saber que los gobiernos europeos son más bien parlamentarios.
Y que en los Estados Unidos, nunca se ha
elegido directamente al presidente. Los constituyentes de Filadelfia temían la
aparición de una asamblea que pudiera ceder poderes excesivos. Su
presidencialismo, contrariamente a lo que se cree, es mitigado por la ley y el
parlamento. Nuestro presidencialismo fabrica tiranos legales. ¿Se quiere repetir,
acaso, un segundo Leguía? Ya no se dan golpes de Estado con militares. Las nuevas
tiranías que se avecinan en América Latina vendrán de la plebe.
Lo
que vivimos es atroz. Son tres crisis. La economía, no solo crece poco sino que
no emplea. La segunda, una crisis de régimen y no de gobierno. Y por último,
una crisis cultural, la no cultura política. Proviene de la no educación, al
privar a los hijos de los más necesitados de cursos como Historia, Educación Cívica.
Hay sociedades suicidas. La peruana niega la cultura a las clases populares y
luego les pide el voto que legitime a los políticos que por lo general
provienen de las clases dominantes. ¡Genial! Ya veremos las consecuencias en el
2021.
La idea de que hubo solo dos guerras mundiales es un tanto estrecha, pobretona. Es parte del eurocentrismo a mitad del siglo XX, cuando yo estaba cursando la primaria. Cuando la mayoría de peruanos no había todavía nacido. Pero hoy me pregunto si la historia se volvía mundial cuando se iniciaba en Europa. Eso fue, en efecto, 1914-1918, y por segunda vez, 1939-1945. Pero las representaciones del pasado se modifican. La historia sigue siendo una disciplina pero se transforma al pasaje del tiempo y de la emergencia de otras guerras mundiales. Me atrevería a decir que hubo una III guerra mundial, obviamente, no fue atómica. No estaría ni escribiendo esta nota ni usted, amable lector, en vida. Pero después de 1945, los conflictos, lejos de disminuir, se han multiplicado.
A
saber, en lo que se llamaba Indochina, de 1946 a 1975, «la guerra más larga del
siglo» según el «Atlas Historique» de Le
Monde Diplomatique. Fue un empantamiento estadounidense, que abarcaba lo
que se llamaba Vietnam del Norte, Vietnam del Sur, Camboya, y por la cercanía,
Birmania y Tailandia. A esos conflictos regionales les llamamos «guerra fría».
Concepto que implicaba que no intervenían ni la URSS ni el mundo occidental, lo
«caliente» hubiese sido el ataque atómico que no ocurrió. Menos mal. Pero cabe
recordar que luego de haber sido un dominio francés, y luego casi americano, el
triunfador fue Ho Chi Minh. No fue del todo un triunfo sino un acuerdo con los
americanos. Un modus vivendi. Pero se
vuelve una nación independiente. Un resultado ocurre en las Coreas del Norte y
del Sur. Pero eso no es todo. El conflicto árabe-israelí, su primera guerra en
1949, cuando lo que llamamos Palestina pierde el 78% de su territorio, hasta la
fecha. Luego guerra entre Israel y Egipto —la de los Seis Días— en 1967. Y en
1973, en el Medio Oriente, y en 1990, la guerra del Golfo. Y en 1991, el aplastamiento
de Irak, con George H. W. Bush, y luego el hijo, en el 2003. Y en
Afganistán, ¿qué fue? Un campo de entrenamiento, primero con la invasión
soviética que se retira en 1989, y el relevo es los Estados Unidos y la
persecución de Osama
Bin Laden. La revancha al
ataque de las torres gemelas de Nueva York, cuando era presidente Obama.
Podemos seguir un buen rato con la historia presente de diversas crisis que se vuelven bélicas. Sin embargo, en la historia como ciencia, después de la Escuela de los Annales y el momento de Braudel, se toma en cuenta lo que este historiador francés llama la «longue durée». Una temporalidad que abarcaba más tiempo que los libros de historia clásicos. Los fenómenos históricos no deben, pues, ser tratados desde un ángulo de la política, que suele ser corta. Las grandes estructuras se mueven lentamente. La demografía, los cambios sociales, la economía.
Con
ese criterio, podemos en consecuencia hablar de una IV guerra mundial. Que es
más bien económica. Por mi parte, lo que leo en la prensa internacional, cómo
se vive el enfrentamiento de los Estados Unidos y la China de estos días. Por
un lado Donald Trump, por el otro, el presidente Xi Jinping. Es una guerra
comercial. Hace poco, se encontraron en Davos, en 2018. Y ahora mismo, el 10 de
mayo, las bolsas de valores del planeta han perdido el aliento cuando Donald
Trump anunció un nuevo endurecimiento, al elevar los aranceles para los
productos de importación china. Algo enorme, algo que suma unos 200.000
millones de dólares. Pero TheWashington Post, no tardó en deslizar la
hipótesis de que Trump jugaba a levantar la mano y los aranceles, para luego
redefinir las relaciones económicas con China. Puede ser.
Pero
las cosas y los posibles escenarios no van a favor de esta América de Trump que
pone en cuestión las maniobras del presidente americano. Por ejemplo, un
especialista del mundo asiático, William Overholt, de Harvard, dice que está
llegando a su fin la era de la mundialización como producción, y lo que la reemplaza
es «la era de mundialización por el consumo». Y dice que Pekín en
ese caso, «pesa más». Dice también que en el nivel más alto del consumo mundial
se sitúa China, con un 51%. Y que no es el momento, justamente, para cerrar
fronteras.
No es la primera vez que encuentro críticas al
presidente Trump. No se refieren únicamente a sus salidas altaneras con la
prensa americana, o sus divergencias con los países europeos en materia de
lucha contra el cambio climático. Me sorprende que lo ataquen justamente en lo
que nos parecía era no solo competente sino una fiera, es decir, los negocios.
En The Washington Post, dicen a
grandes titulares, que en la guerra comercial, Trump siempre está un paso atrás
de las maniobras chinas. Y últimamente, una información que me ha llamado la
atención. Hasta el día de hoy, yo como muchos, teníamos una opinión sobre Trump
que inspiraba respeto. Se le había presentado como un hombre que levantó su
fortuna gracias a su talento y habilidad. Lo que los americanos aprecian, un self
made man. El que se se hace o triunfa por su cuenta.
Pero
en The New York Times (en el 2018),
dijeron que el «presidente americano habría recibido centenas de millones de dólares
de parte de su padre», unas montañas de fortuna —dice el diario— «que tienen un
aire a fraudes». Pero The New York Times
no dice esas cosas por razones morales —de cómo hizo fortuna el padre— sino porque
Trump ha sido presentado siempre como un millonario que «no debía su éxito sino
a sí mismo». Y resulta que es lo que se llama un «hijo de papá». Una
investigación en Nueva York revela que Trump ha heredado el imperio de bienes
inmobiliarios en torno a unos 413 millones de dólares. Con esa herencia,
cualquiera puede hacerse financiero y hombre de negocios. Como se sabe, lo más
difícil es el primer millón. Para el resto, basta con rodearse de expertos y
hacer inversiones bien calculadas. La noticia me satisface. Siempre lo encontraba
extremadamente petulante. No son así, en general, los americanos. Pero, como es
la vida, los «hijos de papá» suelen ser insolentes y caprichosos. El problema es
que ese señorito americano lo está llamando la prensa mundial, «el dinamitero».
No se piensa en una guerra nuclear. Sino en otra crisis, como la del 2008.
Respiraremos cuando deje el salón oval de la Casa Blanca.