La tiranía de las ‘fake news’. Aquí y afuera

Written By: Hugo Neira - Dic• 04•17

Recorre Europa, América y España un enorme asunto. La intromisión de la Rusia de Putin en la vida política de los Estados Unidos, del Brexit, de España y Cataluña, y en Francia, en el transcurso de la elección del presidente Macron. La noticia, que el diario Le Monde publica a cinco columnas, no es el fruto de un equipo periodístico que habría investigado por la cuenta de un gran medio de comunicación. La noticia viene del patrón del NCSC (Centro Nacional de Ciberseguridad del Reino Unido), Ciaran Martin, que existe desde el 2016. Lo que sostiene el británico es que «redes y telecomunicaciones en los medios han sido bombardeados por piratas informáticos rusos», bajo el ala protectora del propio Vladimir Putin. Inglaterra, en la II guerra mundial, resistió y sobrevivió a los V2, los cohetes alemanes que destrozaron gran parte de Londres. Hoy, es otro tipo de ataque. La nueva arma son las falsas informaciones. Es la guerra digital. Y no es broma. En el curso de un banquete oficial en Londres, Theresa May, la Primera Ministra británica, ha acusado públicamente a Moscú de «difundir falsas informaciones para sembrar la discordia».

Claro está, resulta un tanto tarde para los británicos. El Brexit es ya un hecho. Al parecer, no hay límites geográficos y políticos para este nuevo tipo de campañas desde el ciberespionaje. Pero cabe preguntarse qué efecto tendrá el proximo 21 de diciembre en Cataluña. Por lo pronto, en una reunión en Bruselas, los ministros españoles ya han afirmado que tienen pruebas de que «grupos públicos y privados de Rusia han utilizado Twitter, Facebook y otras posibilidades de Internet, para promover la causa separatista catalana». Quien ha hablado de esta intromisión es María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa española. Ha dicho: «no podemos afirmar con la más total certeza que son iniciativa del Kremlin pero sí que vienen de Rusia».

El amable lector puede que se haga la pregunta siguiente: ¿qué tiene que ver con nosotros, los peruanos, el uso de hackers rusos contrarios a la estabilidad de la Unión Europea y de España? En efecto, cuando yo era niño, seguía con mis mayores, los acontecimientos de la II guerra mundial. Podíamos temer sus consecuencias económicas, pero, esencialmente, éramos espectadores. Pero hoy vivimos un tiempo global, y la América Latina está incluida como todo país en la tierra en el espacio sin límites de la cultura digital. Para lo bueno y para lo malo. Vamos al grano. El ministro de asuntos exteriores, el equivalente de nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, el español Alfonso Dastis, ha señalado que las cuentas sociales fueron creadas en Rusia «y un 30% de Venezuela» ! Nuestro querido vecino, el presidente Maduro, les ha echado una manito a los partidarios de romper a España a cómo dé lugar.

«La invasión de una legión de bots», titula el diario El País. ¿Y qué es un bot? Un programa informativo, que entre otras cosas útiles, puede simular una conversación, y si le respondemos, hablamos con una máquina. Bots es la abreviación de robots. No sorprende que la use el Kremlin.

Rusia es un caso muy especial. Cuando se desplomó la URSS, muchos observadores pronosticaron que Rusia tendría una transicion rápida y eficaz hacia la democracia y la economía abierta. Esa promesa no se cumplió. ¿Qué pasó? Los antiguos burócratas del Partido y el Estado se adaptaron a las reglas del mercado, volviéndose en gran parte en empresarios. Ahora bien, si la URSS se hundió debido a prácticas corruptas, resulta que hoy las burocracias repiten el pasado. Rusia no es un Estado de derecho. «Las oligarquías» como las llama el mismo Putin, las redes criminales, se entrelazan como un triángulo de poder (Ígor Kliamkin). Putin es la cabeza de un poder debilitado. Hay que reconocerle un mérito, ha guardado del pasado los servicios de seguridad social, evitando un colapso mayor (Robert Orttung, Transnational Crime and Corruption Center, American University, Washington).

Está claro que las fake news, la posverdad, dirigidas a las pasiones y prejuicios de una comunidad política, es el mayor peligro de las democracias contemporáneas. Sin embargo, hubo una campaña con hackers rusos contra Emmanuel Macron. No voy a ensuciar esta crónica repitiéndolos. Macron no solo fue elegido sino que se dio el lujo de invitar a Putin a Versalles. Rusia es, después de todo, el vecino incómodo.

La prensa francesa ha dicho «la tiranía de las fake news no tuvo efecto en los ciudadanos franceses». ¿Y saben por qué? He vivido lo suficiente en Francia para afirmar lo siguiente. Es un país con ciudadanos. En las aulas comienza la cultura cívica. Y todos, absolutamente todos, tienen cursos en la secundaria que enseñan a razonar y a dudar. Sí, pues, la duda cartesiana. Francia tiene la precaución de cursos de educación cívica y de historia, que espero algun día regresen a las aulas de las escuelas del Perú. En el último CADE (haré un resumen la próxima semana), escuché a Juan Luis Cebrián, también en España existe esa corriente que espera que los medios confirmen caprichos y prejuicios. Pero eso no es ni periodismo ni nada. La distancia que hay entre verdad y falsedad sigue vigente.

Publicado en El Montonero., 4 de diciembre de 2017

http://elmontonero.pe/columnas/la-tirania-de-las-fake-news-aqui-y-afuera

1917 o cuando las revoluciones producen los revolucionarios

Written By: Hugo Neira - Nov• 27•17

Siglo veinte, cambalache, problemático y febril

—Enrique Santos Discépolo, 1935—

 

A veces, en la prensa en virtual o en papel, se escribe para explicar algo, pero a veces también se escribe para discrepar. Es el caso presente. He leído con atención el artículo de Fernando Rospigliosi a propósito del 7 de noviembre (El Comercio, 4.11.17). Se titula «La revolución que cambió el mundo». De Rospigliosi tengo la mejor opinión. Lo considero uno de los mejores ministros que tuvo Alejandro Toledo. Incluso por su renuncia. Lo cual no me impide discrepar en un tema concreto. 1917 es un episodio importante, pero no es lo que cambió el curso de la historia en el siglo XX. Me parece más importante la derrota de la Alemania nazi en 1945. Y el fin de la URSS en 1990. La formación de la Unión Europea. El retorno de China a la escena mundial.

Hubo, pues, otros grandes experimentos sociales. Fue el siglo del fin de los imperios coloniales. Tras la primera guerra mundial se resquebraja el Imperio austrohúngaro, el Imperio otomano (hoy Turquía) y el imperio de los zares. Y después de 1945 es el turno de los Imperios coloniales de Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica, Portugal. Y si algo cambia el mundo son dos acontecimientos extraeuropeos. La independencia de la India, el grande y rico protectorado inglés, obra de Gandhi, de la «no violencia». Y el otro es China en 1949, con Mao Zedong.

Siglo veinte: la derrota de los Estados Unidos en Vietnam (1975). Mi generación ha visto el rescate del personal de la embajada americana en Saigón mediante un helicóptero. El siglo veinte es la revolución en Argelia, los no alineados como el Egipto de Nasser y el fin del Apartheid en Sudáfrica, o sea, la victoria sin armas de Nelson Mandela. En los Estados Unidos aparecen líderes como Martín Luther King y Malcolm X. No olvidemos el Mayo 1968 de París, el fin del franquismo en España y los movimientos femeninos desde los años sesenta.

Rememorar 1917 es importante pero hay una trampa. Dar a entender que la herencia de Marx solo es la marxista-leninista. En Sudamérica, eso es corriente. En el paisaje mental de intelectuales y políticos, no cuenta el «modelo sueco», es decir, la socialdemocracia, que es también una herencia marxista y con mucho más éxito que la ortodoxia rusa. No hubo necesidad de una dictadura partidaria para que progresara la Europa del siglo veinte, tras acuerdos entre capital y trabajo, mercado y Estado social. En ese siglo han surgido sociedades educadas, industrializadas, ricas y democráticas, desde una revolución cognitiva que sobrepasa el leninismo.

Por eso mismo pienso que 1917 es una gran ocasión para cuestionar dos mitos. Volvamos a 1917. Nicolás II abdica, febrero de ese año, pero no era porque había habido una revolución en Rusia sino porque estaba perdiendo la guerra. Rospligiosi, dice: “los bolcheviques guiados por Lenin asaltaron el Palacio de Invierno, sede del gobierno provisional”. Lo siento, dos errores. Lenin estaba en Moscú y no en Petrogrado. Y el famoso Palacio se había convertido en un hospital. No era la sede de Kérenski, el jefe del gobierno provisional estaba en otro lugar, en Gatchina. Tampoco estaba la familia real, sino en Tsarkoïe. No fue una hazaña ni un riesgo. Como lo he explicado (Expreso, 12.11.17), el centro de poder se traslada al Palacio de Tauride, local del Congreso de los sóviets, donde Lenin presenta su plan de gobierno. Desaparición de los latifundios, la paz con Alemania, y la prisión inmediata de los militantes de las otras izquierdas, mencheviques y social-revolucionarios. 1917 es un putsch, nada heroico. Un batallón de mujeres cuidaba el hospital. La leyenda la realiza Eisenstein, un gran director de cine, a pedido de Stalin. El film se llama Octubre. Nunca hubo esa masa aguerrida, salvo los extras de esa filmación.

La URSS fue un Imperio que se derrumba en 1990. Seamos sinceros, es el contraejemplo, la lección de lo que no debe hacerse. No es un buen camino ni la estatización completa de la economía, ni la concentración del poder en un solo partido,  ni el control de todos los sectores sociales por la policía y el terror. Con Stalin, había aparecido un nuevo actor político, una tecnoburocracia de Estado. La nomenklatura. Hay que ser claro: «la masa de trabajadores fueron excluidos de toda decisión» (Castoriadis).

¿Cuándo 1917 deja de ser el paradigma de una revolución? Me arriesgo a decir que acaso el Mayo de 1968 —una rebelión más cultural que clasista— y en el seno de las naciones que se decían comunistas, con las huelgas de Solidaridad, el sindicato que quiso ser autónomo. Entonces, yo estaba en Europa y viajé a la Polonia de Lech Walesa. La ola de huelgas había comenzado en el Astillero Lenin (ironías del destino) y luego en otros sectores de obreros. Escribí entonces, un informe que publicó Carlos Franco en Socialismo y Participación. ¿La clase obrera rechazando al partido comunista polaco? Y luego vino la Perestroika. El fin.

Siglo veinte, diversas formas de lucha, múltiples rebeliones. Como el tango de Discépolo, «problemático y febril». Las revoluciones, las verdaderas, son pocas. Muy pocas. Por lo general, los partidos que se autotitulan revolucionarios no llegan nunca al poder. La revolución cuando viene de las placas tectónicas de la sociedad, toma giros y rostros absolutamente desconcertantes.

 

Publicado en El Montonero., 27 de noviembre de 2017

http://elmontonero.pe/columnas/1917-o-cuando-las-revoluciones-producen-los-revolucionarios

Después de 36 años. Sport, multitud, nación

Written By: Hugo Neira - Nov• 20•17

Como cualquier hijo de vecino, vi el partido. Y tuve la alegría que todos tuvimos. Esa noche, la voz de millares de seres humanos subió a los cielos. Fue un estallido, fragoroso, tonante. Nunca había escuchado algo parecido. Y un diario nos hace saber que los censores que sirven para detectar terremotos, por la intensidad del sonido, lo tomaron como un sismo. Ahora bien, días atrás, un exalumno me preguntó si la sociología se ocupa del fútbol. En efecto, hay una rama de la sociología que se interesa, entre las diversas actividades humanas, a aquellas que son propias al tema del ocio. Es decir, qué es lo que hacemos cuando no trabajamos. Qué actividad placentera nos ocupa, acaso física (los deportes) o artística, intelectual o social. En cuanto al fútbol, desde la mitad del siglo XIX y en el siglo XX, se ha extendido a países que no lo practicaban, como la India o los Estados Unidos. Y se habrán fijado, cada modalidad de juego corresponde a una «cultura» nacional. El fútbol no es solo el fútbol.

Es un espectáculo, una fiesta pero también un previo entrenamiento. Y un plan de acción que establece cada equipo con su técnico. Es un juego, pero también es algo serio. Los niños lo entienden mejor que los adultos, se dicen entre ellos «juega en serio», al amigo que se distrae y envía de un puntazo la pelota por las nubes. Es deporte, algo gratuito, pero el que aplaudimos es fútbol profesional. En suma, interesa a los científicos sociales porque es algo propio a las sociedades que han entrado a la modernidad. El deporte de las olimpiadas no tiene enfrentamientos de guerreros como en la Antigüedad y la Edad Media. Y por otra parte, las reglas del fútbol ponen en situación de igualdad a los jugadores, y en consecuencia, anula las diferencias sociales. Un team puede venir de un país rico y enfrentar a un team que provenga de un país pobre, no importa. Hay once hombres contra otros once.

Ahora bien, la literatura sociológica sobre el fútbol es corriente entre sociólogos ingleses. ¿Por qué razón? Porque hubo un fútbol popular en la Inglaterra medieval y premoderna. Jugaban, de aldea a aldea, algo parecido al actual, ¡desde el siglo XIV! La segunda razón es que en la Gran Bretaña de nuestros días, los ingleses se portan correctamente en la vida cotidiana, pero en los estadios tienen un comportamiento agresivo. Los hooligans. Es toda una etnología, forman tribus urbanas, tienen signos distintivos, modas vestimentarias, hay estudios sobre el hooliganism, en especial, de Eric Dunning (Hooligans Abroad: the Behaviour and Control of English Fans in Continental Europe, Londres, 1984).

El fútbol, por lo visto, interesa no solo a sociólogos sino a psicólogos. Un deporte que se presta a enfrentamientos corporales, acaso no tan violentos como el rugby. En el fútbol, tanto el espectador como el jugador, tienen derecho a manifestar sus emociones, en las tribunas como en el campo de juego. ¿Cuál es el centro mismo de ese deporte? La competición. Al fútbol, como a otros deportes, le acompaña los cuartos de final, la semifinal, la final. En el atletismo, que es de individuos cada uno para sí, importa el récord. En el fútbol, donde la interacción entre los jugadores es intensa, la Copa.

El valor individual del jugador es a la vez de equipo, o sea, de la sociabilidad. Por eso nos interesa tanto. Acaso más que deportes individuales como el tenis, las pruebas de lanzamiento y velocidad, el atletismo rara vez es grupal. La sociedad moderna es una donde la performance, el esfuerzo personal, es decisiva para el éxito y también las interacciones entre individuos. En un mundo de empresas y éxitos comerciales y financieros, es una lección moral. Cada jugador cuenta, pero también cada equipo. ¿No es esto una lección de valores? Fútbol, una violencia reglamentada. Maîtrise, dice Elias en la traducción al francés. Bajo control. Y los pedagogos que insisten en valores en las escuelas peruanas, más ganaríamos si los reemplazaran por profesores de educación física. El deporte no aliena, educa.

Norbert Elias, uno de los padres fundadores de la sociología se ha ocupado del sport. De origen alemán, autor de una obra monumental La civilisation des mœurs. Traducción, de los «hábitos o costumbres». Elias describe cómo los cortesanos se impusieron reglas de conducta. Como el chevalier o guerrero medieval se convierte en el gentleman. Ahora bien, el deporte, en particular el fútbol, forma parte de ese proceso de civilización secular. Se entiende que a Elias no se le conozca en nuestras universidades. No es marxista. «Seguí mi propio camino» (Elias).

He puesto en el intitulado, multitud. En el sentido positivo que lo toma Jorge Basadre. Y he puesto nación. ¿No ha dicho Ross Poole que «la nación otorga a sus miembros una propiedad colectiva inalienable»? Es el caso presente. Viene de la cultura popular —¿quién no ha jugado ese deporte?—. Hasta el momento, pocas cosas nos unían. La gastronomía, una que otra cultura musical, el hecho de haber nacido en esta tierra. Era poco. Los caminos a la nación son insólitos. Y el éxito deportivo es uno de ellos. El mercado y la política nos desunen. La selección nacional nos reúne. De pronto irrumpe un extraño triunfo de todos. Los senderos de la historia peruana son enigmáticos.

Publicado en El Montonero., 20 de noviembre de 2017

http://elmontonero.pe/columnas/despues-de-36anos-sport-multitud-nacion-2

 

Periodismo criollo y la fabricación de lo no real

Written By: Hugo Neira - Nov• 13•17

Usted, amable lector, y el que firma, ¿qué culpa tenemos que nos toque vivir en la era de la criminalidad? Esto me pasa por escribir libros insensatos y hablar del tiempo nuestro y para colmo, consultar autores que conocen descomposiciones más avanzadas que las nuestras. Federico Campbell, obviamente mexicano, dice que su país se parece a los Estados criminales de la Italia del siglo XIX. Iba a cerrar con este asunto cuando me tropiezo con otra propuesta, no menos sabrosa que la anterior. Un especial de Courrier International, que habla de «la era de la desinformación». De los Estados Unidos a Indonesia, los fake news han invadido al mundo (Hors-série, noviembre-diciembre 2017).

¿Qué es lo que se llama fake news? Para el periodista británico Matthew d’Ancona, con ese nombre se designa un contenido periodístico deliberadamente deformado para obtener una victoria comercial o política. Fake news los llama todo el tiempo el presidente Trump para desacreditar los medios de comunicación que lo critican. No hay una gran diferencia con la posverdad. Lo que cuenta no es la verdad —¡qué aburrimiento!— sino el efecto en los consumidores. Es como el discutido chocolate Sublime, puede que no tenga mucho cacao pero es sabroso. Entonces, con el fake news llegas al lector desde el lado emocional. La noticia, lo factual, los hechos, es lo de menos. Otras son las exigencias del arte periodístico de nuestro maravilloso siglo XXI. El contenido debe coincidir con las emociones y creencias del lector. ¡Qué diablos! ¿Qué se han creído los periodistas, que ellos van a orientar a las redes? No, pues. Basta de pedantes.

Ante este desden por la verdad y la objetividad, una investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ha alarmado. La información orientada a afirmar la opinión (por lo general, atiborrada de prejuicios) es compartida en las redes sociales. Y en la encuesta sale a flote que se cree a pie juntillas lo que dice el fake news. «Porque no nos vamos a poner a comprobar la veracidad de la noticia», han contestado. Estas son cosas que no solo pasan en Lima. Los féroces británicos que se enfrentan a las olas de mentiras en medios de comunicación dicen, con todas sus letras, «que estar en grupo provoca inclinarse a lo dicho, como los animales que se sienten en peligro alcanzan la seguridad juntos con los otros». En suma, se alimenta el instinto gregario. Es el instinto «que conduce a eliminar el fact-checking». ¿Para qué? Si me cae mal tal o cual político al que le tengo manía, me lo creo.

De modo que, con una inmensa alegría, con orgullo patrio, no tengo menos que felicitar al diario El Comercio, se ha sumado a esa corriente periodística que abre su portada de esta manera: «Odebrecht afirma que financió campaña de Keiko». Y cuando la leo, me dijo para mi capote, «ya se fregó». Pero treinta segundos más tarde, me tropiezo, visualmente, con lo que sigue: «Ex directivo de constructora dice que tiene certeza de que hubo aportes, pero que se debe corroborar los detalles con Jorge Barata». Diablos, hay un ‘pero’. Y el «se debe corroborar los detalles». Y entonces, por la cabeza me pasa un bolero tropical. ¿En qué quedamos por fin? ¿Me quieres o no me quieres?

Teoría de la separación del contenido real con el contenido achorado difundido. Por lo real, media Lima sabe que la entrevista a Marcelo Odebrecht duro 4 horas, y lo de Keiko, 15 minutos. Y fueron varios los ‘no’ de Marcelo, no la conozco, etc. Felicito, pues, la desconexión del periodismo de El Comercio con la innecesaria verdad. Si se ha cometido un exceso interpretativo, un furor teleologicus, se ha hecho para ir impidiendo el horror de otra derrota de la gente decente en el 2021, dirían en su defensa. Si les entendemos bien, la relación periódico y lectores es una teoría tradicional. Hay que tomar en cuenta que los lectores han pasado por una educación muy peruana en que se ha exaltado el individuo y el empoderamiento. Entonces, ven el diario en un quiosco, ni lo compran. Una foto con la portada y lo envían a sus amigos. Y como lo aprueben, creen firmemente en la posverdad. Es entonces, el autoconvencimiento. El rumor, el enredo, la inexactitud vence. Felicitaciones a ese diario y a su inteligencia planificadora de mitos y relatos inciertos. Por lo visto, para vencer, hay que olvidar los escrúpulos de otras generaciones.

¡Qué lección de habilidad! Le han hecho decir a Marcelo lo que no ha dicho. Genial, un diario que no dice qué es lo real sino como les gustaría que fuese. Hoy, otros periódicos dicen: «Que hable Barata». Sin duda, que hable. Pero por el momento, le han puesto palabras en la boca de Marcelo Odebrecht que esperan diga Barata, o no diga¡! La portada del viernes 10 de noviembre pasará a la historia del periodismo. El declive de la confianza al decano de los diarios puede arrastrar buena parte de la opinión. Ya no son creíbles. Qué lastima.

Publicado en El Montonero., 13 de noviembre de 2017

http://elmontonero.pe/columnas/periodismo-criollo-y-la-fabricacion-de-lo-no-real

Ni zar ni Gobierno provisional: Lenin

Written By: Hugo Neira - Nov• 12•17

En la noche del 7 de noviembre, según el calendario gregoriano, y no el 25 de octubre —calendario juliano que los rusos dejan de usar—, el Palacio de Invierno cae.

Por: Hugh Samanoff *

¡Desde este 7 de noviembre de 1917 y en adelante, los bolcheviques mandan en Rusia! ¡Y van a cambiar la capital, Petrogrado, por Moscú! ¡Y es Lenin, heredero de las ideas de Marx, quien gobierna ahora uno de los países más grandes de la tierra! Sin duda, los efectos terribles de la guerra, en la que los rusos llevan la peor parte, condujeron al desplome de la secular confianza en el zar. No sé cómo la historia va a llamar estos hechos, pero han ocurrido entre febrero y noviembre de 1917. La toma del Palacio de Invierno no es sino un episodio. Si se habla de una revolución, ha sido por fases.

La gran meta de bolcheviques y otras izquierdas, hasta 1914, era liberarse del oprobio zarista. Pero el vacío de poder creado por la guerra abre un agujero en el principio mismo de la autoridad. Y las metas de los bolcheviques se vuelven otras. Otra Rusia.

Cuando dejé Londres para llegar a Rusia, era porque había estallado una insurrección en Petrogrado (febrero). En una crónica anterior, en el caso de que el lector no la haya leído a causa de un censo, explico que el gobierno de Aleksandr Kérenski —el héroe de la caída del zar— enfrentaba dos máquinas de guerra. En el frente externo, los alemanes que en cada batalla destrozan los ejércitos rusos. Un nuevo tipo de guerra en la que no cuenta ni el número ni el coraje sino la metralla, las armas. Por otro lado, en el frente interno, dos cosas novedosas. La prensa de los bolcheviques y los comités de soldados- revolucionarios que se cuentan por millares. Los sóviets. Agrupaciones de soldados que no obedecen más a sus oficiales.

Este reportaje lo provoca la abdicación de Nicolás II, en marzo. No siempre se es testigo del hundimiento de un imperio. En los últimos momentos, Nicolás II intenta una monarquía constitucional, pero es tarde. Insisto, todo comienza en febrero. La guerra se hizo impopular. Privaciones en la vida cotidiana, bajas de familiares en la contienda, la multitud reclama «Pan y Paz». En Petrogrado, unos 80 mil, entre trabajadores de textiles y metalurgia y mujeres. Las autoridades dudan en lanzar la tropa, pero la sorpresa es que regimientos enteros se pasan al campo de los insurrectos. El movimiento fue seguido en todo el país. El 27 de febrero el poder desaparece.

SACRIFICIO INÚTIL

El sacrificio de los Romanov ha sido inútil. La musa de la historia ha decidido que se aceleren los acontecimientos. He visto cómo se forma el gobierno provisional de Kérenski. Por su lado, bolcheviques que se hallaban en el exilio se apresuran a retornar. Entre ellos Lenin, desde Zurich (en marzo). Y mientras se desploma el antiguo régimen zarista se hacen visibles diversas tendencias, liberales, constitucionalistas, demócratas, mencheviques, bolcheviques y social-revolucionarios. Son estos últimos por los que los rusos votan, unos 17 millones. Por los bolcheviques, unos 10 millones. Vladimir Ulianov, Lenin, ya está de vuelta. Ese poder parlamentario no es su meta. Los bolcheviques crecen en la medida que se reproducen comités de soldados insumisos. Crecen en las calles y en las fábricas. Lenin intenta convencer a sus camaradas. Ve la ocasión de una toma violenta del poder. Pero se oponen. Gran parte de los sindicatos están todavía en manos de mencheviques.

Pese a ello, en julio, hay una segunda insurrección que dura tres días. Un putsch fallado. Y lo que es peor, el gobierno de Kérenski decide poner punto final a la actividad de Lenin, y se le persigue por «traición a la patria». Se hace público que entra a Rusia gracias a las facilidades prestadas por los alemanes. Sabían que si llegase al poder —lo cual era quimérico— lo primero que haría es buscar la paz. Lenin, entonces, desaparece. Fuga a Finlandia.

Pues bien, en la noche del 7 de noviembre, según el calendario gregoriano, y no el 25 de octubre —calendario juliano que los rusos dejan de usar— el Palacio de Invierno cae. Pero la toma no tiene nada de heróica. Invaden un gran hospital. Tiempos de guerra. La familia imperial se había trasladado a Tsarskoïe, un distrito de Petrogrado. Tampoco lo ocupaba Kérenski, sino el Palacio Gatchina. La batalla entre «guardias rojos» y junkers y tropas de asalto que Kérenski esperaba llegaran a tiempo, no tuvo lugar. Un puñado de partidarios lo toma por la noche, y si hubo muertos, provienen de los marinos del Crucero Aurora, que se amotinaron. Unos cuantos cadetes y un batallón de mujeres guardaban ese lugar. Y Kérenski, como en otros lugares, esa noche descubre que no solo los bolcheviques sino la mayoría de guarniciones eran parte del levantamiento.

EL PODER DE LOS SÓVIETS

¿Dónde estaba el verdadero poder? En la asamblea de los sóviets. Trotski, Presidente del II Congreso panruso de los sóviets, recientemente aliado de los bolcheviques. La insurrección entonces, se legitima. Se dictan las primeras leyes en el Palacio de Tauride. Ahí Lenin lee un documento bastante extenso que resumiremos en tres decisiones, el decreto de paz, el decreto que anula los latifundios y el decreto formando un nuevo tipo de gobierno. Estas leyes reciben el voto unánime. Y se canta la Internacional.

Las otras izquierdas, en minoría, han dejado el congreso. Grave error. Kámenev anuncia «la liberación de todos los presos políticos». Se refiere a las víctimas del zarismo. Pero los dirigentes mencheviques y social-revolucionarios son puestos inmediatamente en prisiones.

MINISTROS

¿Cómo será este nuevo gobierno? En la Asamblea, Sujánov se ha atrevido a preguntar si tendrán, o no, ministros. Hasta hace poco, eso parecería algo burgués. Al fin de cuentas, terminan por entregar las carteras de agricultura a Miliutin, que tiene el mérito de ser un especialista de la agricultura, y sobre todo, de tener el récord de arrestos y tiempo en las prisiones zaristas. Educación se le da a Lounatcharski, brillante intelectual. Y para manejar el Ejército y la Marina, a Antónov-Ovséyenko, el genial estratega de estas jornadas. Trotski recibe el más difícil. El de las relaciones internacionales. Tendrá que negociar con los alemanes. 1 Y resolver el problema de la familia Romanov.2 ¿Qué hará Kérenski, que ha desaparecido?3 ¿Cómo pondrá orden policial un gobierno de «revolucionarios profesionales» como los llama el propio Lenin? 4

Notas del editor:

1 Armisticio germano-ruso de Brest-Litovsk

2 La familia real es asesinada el 17 de julio de 1918

3 Kérenski fallece en Nueva York a los 89 años

4 En 1917, se crea la policía política, la Tcheka, para proteger el gobierno bolchevique

————————————-

* El periodista llamado Hugh Samanoff no existió nunca. Es una ficción periodística de Hugo Neira, para enviar un corresponsal al pasado, en la máquina del tiempo, a Rusia antes de la toma del poder por los bolcheviques.

 

Publicado en diario Expreso, 12 de noviembre de 2017, p. 21

http://www.expreso.com.pe/mundo/lenin-zar-gobierno-provisional/