¿Ha sido útil la República?

Written By: Hugo Neira - Oct• 03•22

Hace de eso 60 años, retomé por mi cuenta esa pregunta de Jorge Basadre intentando responderla en el diario Expreso donde había entrado como editorialista. Hoy, amable lector, exactamente seis décadas después, me la vuelvo a plantear y respondo sin quitarle una línea. Lamentablemente. Es la tercera entrega que les hago de esa época. Y dada la casualidad, haré una pequeña digresión. Acaba de presentarse en Lima el pasado 27 de setiembre, la vida, obra y pensamiento del fundador de Expreso, Manuel Mujica Gallo, un gran trabajo a cargo de sus hijos, con un título epónimo. Ramón me pidió el prólogo sabiendo el enorme aprecio que le tuve a su padre —hacendado y escritor a la vez—. La obra alcanza tres volúmenes que los invito a leer encarecidamente, por dos razones. Primero, Mujica Gallo era un gran patriota, un terrateniente patriota, y es hora que se conozca lo que hizo por el Perú, su generosidad. Y luego, como lo dije en el prólogo, porque la obra, que tiene emoción y erudición, aspira a ser a la vez una crónica personal y una versión histórica lejana y contraria a la historia convencional.

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¿Ha sido útil la República?

A todos los problemas políticos actuales es posible resumirlos en una sola pregunta: ¿Ha sido útil la República? Subdesarrollo, analfabetismo, dependencia económica. Bajos niveles de vida y de consumo. Carencia de coherencia nacional. Fragmentarismo cultural y psíquico. Ausencia de un gran ideal nacionalista. Exilio o frustración de la elite intelectual refugiada en las utopías sociales. Preponderancia de lo regional sobre lo nacional. Crisis de la clase dirigente, crisis de la derecha peruana. Desarraigo espiritual colectivo evitando las tradiciones, en busca de un cosmopolitismo vacuo. Esto y más es el resumen del balance de más de siglo y medio de vida republicana. En las grandes unidades culturales e históricas peruanas, cuyos antecesores son el Incario y la Colonia: ¿cuál es el fruto de la República? Es preciso, a esta altura de los tiempos, ensimismarse en la tarea de un arreglo de cuentas con nuestro legado, con nuestra obra de país sin tutelas políticas. Imagen que parecemos ofrecer al mundo a partir de 1821.

Es preciso un balance, un alto en el camino. Una mirada a lo que somos. A lo que pretendimos ser. A lo que quizás no lleguemos a ser ya, si no cambiamos de paso y si seguimos marcando el ritmo zigzagueante y de cíclico regreso a los viejos problemas sociales y políticos del Perú del siglo XIX —militarismo y civilidad, Cáceres y Piérola, elites conservadoras versus la ola popular democrática— y a los que hoy no hemos logrado aún dar solución, al menos dentro de las instituciones republicanas. Esta es la invitación al autoconocimiento, claro, frío, sin mitos ni ideologías, hecha tanto a los eufóricos como a los adormecidos. ¿Cuál es el nudo del problema? ¿Tan sólo la estructura social del país? ¿Nuestra presente crisis nacional puede explicarse sólo por algunos hábitos colectivos, alguna influencia de líderes o caudillos personales, aislados? ¿Sólo por el factor económico, o el psicológico, o el histórico? Están en crisis hoy, en el mundo de las ideas contemporáneas, las sociologías monistas del siglo XIX. Las que querían explicar los mecanismos de cambios en las sociedades a través de la influencia de un solo factor, clase, raza o medio geográfico.

Hay algo que todo hombre peruano, derechista o izquierdista, aprista, comunista, democristiano, belaundista, socialprogresista, puede responder. Un tema al que se ha dado ya, si no una respuesta clara, sí algunas formas de opinión en los libros clásicos que han marcado la preocupación por el Perú en cada generación, como son El Perú contemporáneo de García Calderón, Horas de lucha, de Manuel González Prada, o en las obras de Mariátegui, de Porras, Víctor A. Belaunde o Haya de la Torre. Una pregunta que unificaría a Ravines con Huamantica, el líder rojo sindical del Cusco. Una misma interrogación con reacciones distintas para José Luis Bustamante y Luis A. Sánchez. Y esa pregunta a la que Jorge Basadre ya le ha dedicado un ensayo magistral con el título de «Para qué se fundó la República», no expresa otra cosa que la preocupación, la angustia general, esta vez de veras patriótica que indaga por el porvenir de la fórmula republicana. Lo que equivale a decir: ¿Cuál es el futuro del universo social peruano y su modo de organizarse tal como lo conocemos, en sociedad regida por la voluntad general, el voto representativo y la existencia de los tres poderes públicos, separados y autónomos?

No es extraño que en este instante histórico surja una encuesta tan necesaria como ésta. ¿Creen en la República, en la utilidad, en la necesidad, en la firmeza o el éxito de sus instituciones, el estudiante, el hombre de negocios, el artista, el campesino, el obrero, el empleado público? ¿Acaso no es vox populi, que se duda de las ventajas del sistema parlamentario, del sistema de partidos, de las mismas elecciones libres? Ya por fatiga democrática o por sentido realista al ver que estas maneras colectivas republicanas no conducen ni a la paz ni al infierno del cambio, sino al regreso desalentador y deprimente del mismo caos y de la idéntica parálisis partidaria y la frustración de generaciones de peruanos. Si se duda de estos supuestos, se duda del mismo esquema que se instaló solemnemente el 28 de julio de 1821. Si es así, si hay quienes consideran que no sólo nuestra crisis alcanza los niveles económicos ysociales del país y que es urgente organizarse colectivamente de modo distinto, es preciso que fijen de una vez y para siempre esa incertidumbre. No se trata de si la República ha de sobrevivir con signo de izquierda de algún grupo partidario o con un estilo de República señorial, aristocrática y de derecha. Se trata simplemente de saber si debemos seguir echando los vinos nuevos en los viejos odres. La interrogación, pues, es ésta: ¿La República tal y como la plantearon sus fundadores, se acerca a su fin? ¿La institución de una República democrática, parlamentaria, representativa, centralizada, conviene o no al bien público?

Es tiempo de que sepamos, o nos preguntemos al menos, si tales instituciones, tales regímenes, tales ideas o creencias de filosofía política, tales valores históricos han dado o no buenos resultados a la nación. Ésta es la pregunta de estos años y es tema tabú, del que no se habla, porque responderlo es intentar darle un sentido, un significado, a la totalidad de nuestra vida colectiva. (Expreso, viernes 7 de setiembre de 1962. Reeditado en Pasado presente. Del tiempo aleve: crónicas de los 60, editado por SIDEA en el 2001, pp. 109-111).

Publicado en El Montonero., 3 de octubre de 2022

https://www.elmontonero.pe/columnas/ha-sido-util-la-republica

Teresa de Jesús

Written By: Hugo Neira - Sep• 27•22

Siguiendo con la nostalgia de los 60, una crónica más que está de jubileo. Salió el martes 25 de setiembre de 1962, en Expreso, y ha sido reeditada en mi libro Pasado presente. Del tiempo aleve: crónicas de los 60 (Sidea, 2001). Aquel año, escribí tres columnas sobre la santa literata, la reformadora de la Orden de las Carmelitas, y me gané una beca española.

“Ansí que, hermanas, á las cosas ocultas de Dios

no hemos de buscar razones para entenderlas,

sino que, como creemos que es poderoso,

está claro que hemos de creer, que un gusano

de tan limitado poder, como nosotros,

que no ha de entender sus grandezas. Alabémosle mucho,

porque es servido que entendamos algunas.”   (Las Moradas)

Teresa de Jesús: éxtasis y contemplación                        

Intensa y creadora es la relación entre lenguaje y misticismo en la obra de Teresa de Ávila. He aquí un fenómeno literario que vincula dos actividades de la existencia en las que se revela el problema de ser del hombre. Poesía es el nombrar que instaura los dioses y la esencia de las cosas, ha dicho Heidegger ante el parecido dilema de lenguaje y misterio en la poesía de Holderlin. Y tal vez esta tensión máxima a la que somete al lector la lectura de Santa Teresa es la razón del astigmatismo crítico acaecido a su obra.

Hay un revelador fenómeno de desubicación, de desapego, ante el legado y el testimonio de Teresa, la santa. De este modo, ha sido juzgada como una mujer piadosa que escribió y, por lo tanto, su obra interesa más a la historia de la Iglesia, a la tecnología o a la exégesis religiosa. O, en cambio, se trata de una mujer de letras con hábito. En este caso, se coloca el acento crítico en la historia de la literatura española, y se la ve desde el atalaya de la Filología, porque refleja el idioma de su tiempo, cumplidamente. Así, sospechada por religiosos (por sus transportes estéticos) y por literatos (por sus transportes místicos), Teresa de Jesús ha sido juzgada fragmentariamente y ha llegado hasta nuestros días, en cierto modo, intacta.

Porque puede decirse que la discusión sobre la ubicación de Teresa de Jesús incluye la discusión sobre la esencia misma de la creación literaria. La crítica a Santa Teresa, como en otros poetas y escritores irreductibles por la carga de misterio que conllevan, es la historia de la crítica de Occidente ante el fenómeno de la poesía pura de los escritores herméticos. Santa Teresa, irreductible, derrotando a Urizel, el ángel de la razón, se une así a la vasta familia de «los poetas malditos», pese a su santidad y su fe en la existencia de Dios. Si la crítica exclusivamente Literaria la une a fray Luis de León (1583) y a San Juan de la Cruz, y la historia religiosa a Ignacio de Loyola (1548), por el compromiso que encarna su prosa y su poesía entre misticismo y lenguaje, pertenece también al linaje de William Blake, Mallarmé, Holderlin o Rimbaud. Porque, como en ellos, su creación literaria es producto de un relámpago, de una encarnación, de una comunión entre imagen y palabra, y porque, como en ellos, su poesía se vincula con la filosofía y culmina en la proposición de mitos.

En Teresa de Ávila la experiencia poética y su prosa creada bajo la pluma se confunden con el tema de la existencia del hombre. Como en Rilke, como en Novalis, los temas de Teresa de Jesús, son el amor, la muerte, es decir, temas en sí mismos absurdos, sin explicación racional, pero sí poética. Y en nuestro tiempo, la filosofía existencial ha reivindicado para los poetas, por su inmersión en el lenguaje, un mayor acercamiento y contacto con el ser y la nada. En la noche oscura de la locura halla Heidegger la mayor protección del mundo de entes para el poeta Holderlin. Y por lo tanto, la mayor visibilidad del tema del hombre y de la existencia. Santa Teresa asume para sí contacto con varios de estos abismos, metafísicos y poéticos. Novalis ha dicho: «religión no es sino poesía práctica». Teresa de Jesús siente a la religión como una revelación, un estado de ánimo susceptible de ser contado. El nudo esencial de su universo de imágenes y símbolos es el éxtasis. Un hecho irracional, metafísico. Y sólo la comprensión de cuánto puede deberle la filosofía a los poetas herméticos hará posible la lectura renovada de Teresa y de sus experiencias de vértigo místico y alucinante exploración del mundo interior del hombre.

Sucede pues que hoy podemos ver en la más extraordinaria y explícita narradora del éxtasis místico, un interés que la crítica anterior no halló. Un interés basado en las relaciones existenciales del hombre con el lenguaje, con el ser y con la esencia de las cosas. ¿Qué pasó, sin embargo, con la crítica anterior a nuestra época?

Fueron siglos burgueses los que vinieron luego del siglo XVI. Y burguesa (o racionalista) fue la crítica literaria. O interesadamente piadosa (libros laudatorios de religiosos sobre Santa Teresa, libros biográficos). De todos modos, los temas de la Virgen de Ávila pertenecen a la misa secreta de la creación poética y su prosa toca las situaciones límites de la existencia: muerte y transfiguración del ser. Ya Octavio Paz ha contado cómo el sueño, la divagación, el juego inútil y bello de la literatura simbólica o pura, fueron proscritos por la razonable y práctica burguesía ascendente del siglo XVIII y XJX. Ni lacayos, ni bardos, ni profetas, los poetas fueron simplemente desocupados. La poesía y la prosa sólo vuelven a tomar prestancia social cuando es preciso volver a transmitir mitos. Y éste es el hecho de los últimos años. Por eso hay que ver la vinculación, con otros ojos, de religión y Literatura en Teresa de Ávila. Y este es el nudo del fenómeno literario de Las moradas o Caminos de perfección. Teresa de Jesús pasaba del éxtasis místico a la comunicación literaria. Y en el éxito de sus imágenes, en la frescura de sus descripciones, por las cuales podemos saber hoy cuál era el estado de ánimo de un místico, radica el permanente valor de esas páginas.

Ningún místico de la Edad Media logró comunicar mejor que Teresa el arrobamiento, la visión, la luminosidad cegadora de ese estado del alma en el que la conciencia del infinito, la extinción del yo, la desaparición del mundo temporal y espacial se acerca al propio aniquilamiento. La diferencia básica entre misticismo y ascética está en que el primero no depende de la voluntad. Y la segunda, es producto de la disciplina. Teresa de Ávila, cierto es que tenía a su alcance el idioma claro y expresivo del Siglo de Oro español. Que recogía la tradición franciscana que se hunde lejanamente en Platón. Pero cierto es también que sus descripciones del estado místico, de su enajenamiento, son poderosas y visibles. Aguas luminosas son sus visiones. Usa metáforas sencillas. No abandona lo terrestre. No hay «noche oscura del alma», como en San Juan de la Cruz. A su lado, los místicos medievales quedan ayunos de imágenes. Lo que es goce de los sentidos para Teresa, comunicación con el infinito, es en Dionisio el Cartujano, «planicie inmensa, inconmensurable y desértica». Y «abismo sin fondo y sin forma» en Eckart. Teresa de Jesús, embriagada por sus visiones, no busca lo absoluto, como los místicos varones. «Intento de descripción directa y vívida de los procesos sensibles no se halla antes de Santa Teresa», dice América Castro. Y a ella ha de volverse cuantas veces se plantee el tema del conocimiento de la conciencia del hombre y de sus más exaltados e íntimos estados de lucidez total. (HN)

Publicado en El Montonero., 26 de setiembre de 2022

https://www.elmontonero.pe/columnas/teresa-de-jesus

La Lima de Chabuca Granda

Written By: Hugo Neira - Sep• 20•22

Para el amable lector, una crónica que celebra su jubileo, 60 años. La escribí para el diario Expreso el mes del natalicio de Chabuca Granda (setiembre 1920), que era apurimeña. Tenía entonces 26 años. A Chabuca, que supo retomar el buen humor del fin de siglo en sus canciones, le he dedicado una columna hace dos años en este portal, y fue la ocasión también de recordar cómo eran los años 60 (https://elmontonero.pe/columnas/chabuca-granda-cuando-la-cancion-es-poesia-y-metafora). Tiempo aquel en que había broma y no injuria como ahora. Con algo de nostalgia, la columna del joven Neira.

LA LIMA DE CHABUCA GRANDA*

Todo el mundo sabe quién es Chabuca Granda. Y todos gustamos de «su Lima», porque viene envuelta en la magia de un ritmo y un verso con matices sólo alcanzables para la rubia compositora. Pero entre la ciudad de ensueño, con rumores de río y alameda, que ella nos canta, y la otra ciudad en la que vivimos, hay el abismo que separa a la realidad de la fábula. Claro, nosotros vivimos en «una Lima» y Chabuca nos habla de «otra», de otra Lima que ya no es.

Pero la imaginación perdona al sentido común y fascina los sentidos. Así, quizá ella nos ayuda a ver bella una ciudad que cada día es más arbitraria, vulgarmente cosmopolita, sucia a veces, injusta siempre, si se la ve por el lado de las barriadas. La Lima de Chabuca Granda es una ciudad aristocrática. Es criolla, pero «fina», no popular. Quizá por eso, porque el pueblo admira lo que está por sobre él, por la misma razón que hace que justamente los que nunca aparecen en la página social son los que más leen las páginas sociales de los diarios. Por parecidas apetencias son populares los valses de Chabuca. Su humanidad limeña es superior. Se diría que esconde sus linajes en la vieja prosapia de las familias linajudas. Y los personajes de sus valses, aun la acanelada criolla, bien pueden ostentar nobles abolengos, ramificados y prestigiosos árboles genealógicos; sus casas, han de ser, necesariamente, grandes casonas señoriales, de patios recogidos, con olor de jazmines, y fresca agua de aljibe. Y, por lo tanto, los hombres, señoriales y bizarros, como José Antonio, caballero de galano caballo de paso. En fin, el mundo perdido y casi olvidado del criollismo señorial. Es una tradición que Chabuca ha sabido recrear y hacer gustar a todos, incluso a quienes están más lejos de esta vida.

Después de todo, hubo alguien antes que ella, que hizo lo mismo: Ricardo Palma. Esto es, prestigiar la dorada vida de los virreyes y los oidores ante los ojos y oídos alucinados y atentos del alma popular. Así, debido a estos trovadores, el pueblo seguirá cantando la leyenda de los señores cuando éstos hayan dejado de existir. (HN)

*Lima, Expreso, viernes 21 de septiembre de 1962. Reeditado en: Neira Hugo, Pasado presente. Del tiempo aleve: crónicas de los 60, Sidea, 2001, pp. 208-209)

Publicado en El Montonero., 19 de septiembre de 2022

https://elmontonero.pe/columnas/la-lima-de-chabuca-granda

Breve historia de la clase indígena peruana

Written By: Hugo Neira - Sep• 13•22

En su libro Entre Escila y Caribdis. Reflexiones sobre la vida peruana, Augusto Salazar Bondy así describía al indio:

“La alienación peruana

La condición miserable del campesino indígena, el hacinamiento degradante de las grandes masas en las ciudades, la subalimentación de la mayoría de la población peruana, los bajísimos niveles de salubridad, el analfabetismo, el régimen de trabajo servil son algunos de los inocultables signos de la alienación del hombre en el Perú. Y el cuadro de la miseria peruana se agrava por la existencia de una minoría privilegiada que vive en el lujo, está autorizada a acumular riqueza y poder sin medida y endereza todos sus esfuerzos no a alcanzar una prosperidad compartible por la comunidad peruana en su conjunto sino, por el desarrollo, a hacer perdurar la opresión y el atraso gracias a los cuales puede medrar indefinidamente del Estado mafioso en el que cae el país por tiempos. Hay así en el Perú, claramente distinguidas y opuestas, de un lado, una gran masa oprimida y excluida de los beneficios de la vida social moderna y, de otro, una minoría opresora, absorbida por los valores   del lucro.” […] (edición Casa de la Cultura del Perú, Lima, 1969).

El indigenismo como problema o esperanza

Esta ha sido la temática más intensa que hubo después de la Independencia. No solo en Perú sino en Bolivia, Ecuador, México. La existencia de pueblos de diversas culturas formando la mayoría de la población nacional hace que la historia de los indios acompaña la vida peruana y la de una gran parte de nuestras repúblicas. Tras el periodo colonial, con el indigenismo en el siglo XX, la cordillera andina siempre nos pareció la espina dorsal de los Andes, el punto central del Perú después de volverse una república. La propiedad de la tierra fue un asunto siempre conflictivo. Antes de Mariátegui, el peruano Hildebrando Castro Pozo, en 1924, en su libro Nuestra comunidad indígena, concebía las comunidades indígenas en Perú (ayllu) como “cooperativas socialistas” y eso, influye en Mariátegui inmediatamente. La posibilidad de una sociedad socialista antes que la economía capitalista fue un principio para los peruanos. Pero el mundo indígena era también visto como una posible guerra interna. Tenemos que recordar al peruano Luis Valcárcel (1891-1987) autor de Tempestad en los Andes. Yo recuerdo en el colegio que nos decían que “tempestad” se refería a una revolución en los Andes. Sin embargo, esa guerra entre indios nunca ocurrió. Las guerrillas, años después, no fueron de una etnia o raza determinada sino de gentes diversas. Otro profeta fallido fue José Uriel García (1889-1965) con el pronóstico de El nuevo indio (1930). En efecto, surgieron otras culturas, y otros escritores: Ciro Alegría, con su libro El mundo es ancho y ajeno, en 1941. Y José María Arguedas (1911-1969), muy popular a partir de Yawar fiesta, en 1941. Y también Manuel Scorza, Redoble por Rancas, un indigenismo renovado en la línea del realismo mágico de Gabriel García Márquez. Es un momento muy alto de la literatura latinoamericana. Sin embargo, esa corriente literaria se había iniciado antes, con Aves sin nido de la peruana Clorinda Matto de Turner, en 1889. Es el primer manifiesto del indigenismo literario, lo dice el investigador Henri Favre en Indigénisme, su libro editado en francés.

Migración interna. De las ojotas rebeldes a la choledad empresarial  *

Nos atrevemos a usar el concepto de cholo, no como insulto, sino como reconocimiento social. Las cifras nos permiten un punto de vista objetivo y racional. En 1940, el 70% de la población del Perú era rural. Hoy es todo lo contrario. En el 2017, la población urbana es mayoritaria en todos los departamentos del Perú. No solo en la costa sino en sierra y selva. Hoy, el 76% de los peruanos reside en localidades urbanas. La migración interna es un acontecimiento inmenso. Por la sencilla razón que ocurre cuando la población total alcanzó su mayor tasa de crecimiento. En cifras globales, en 1961 había 10’217’500. En el 2007, había aumentado a 28’220’700. Desde entonces, la tasa anual ha disminuido. El Perú ha hecho su transición demográfica. Es por eso erróneo creer que la migración del campo a la ciudad ha disminuido la población rural. «Entre 1961 y 2007 la población rural aumentó en poco más de 1,4 millones de personas.» ¿Qué significa esta migración interna de los últimos cincuenta años? Lo que sigue se apoya en los censos de población realizados en 1940, 1961, 1972, 1981, 2005, 2007 y 2017.

Una transformación sin precedentes. Se urbaniza la sociedad. La capital, Lima, en 1940 —cuando se inicia el éxodo rural hacia la capital— contaba con 645’172 habitantes. En 1961, veinte años más tarde, la población es de l’845’910. En 1993, llega a los seis millones. Hoy, en el 2018, alberga nueve millones. Respecto al resto del país, Lima metropolitana ha pasado de 9,4% en 1940 a 28,4%. Pero sería un error pensar que despuebla la capital a las ciudades costeñas o serranas. La distribución (voluntaria) de los migrantes, el pasaje o invasión del campo a la ciudad hace crecer también a otras urbes. Y el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Información) señala que en los días que corren, las ciudades del interior crecen a una tasa superior a la de Lima. Estamos hablando de un proceso de modificaciones, tanto económico y social como cultural. Además, hay que decir que lo urbano se acompaña de otro cambio significativo. Los peruanos de hoy viven más bien en la costa que en la sierra o la selva. En la costa, reside el 55%, en la sierra el 29,6%. La selva sigue siendo poco poblada. Hay que decir que es la primera vez que en tres mil años, la sierra peruana deja de ser el centro nuclear del Perú histórico. Estas mutaciones no nos impiden decir que todavía la peruana es una sociedad muy fragmentada. Por ejemplo, la pobreza monetaria afecta a un 21,7% de la población. Sin embargo, entre 2007 y 2017, cerca de seis millones de personas dejaron de ser pobres. 

Otro cambio gigantesco. Alfabetismo y menos analfabetos. En 1940, un 57,6%. Que pasó en 1961 a 38,9%, y en 1981 se reduce a 18,1%. En el 2017, habría solo un 6%. Por lo general, población de adultos mayores y que viven en lugares alejados. Hay debate sobre lo actual: según diversos estudios, consideran que queda un 13% de analfabetos, en departamentos como Huánuco, Ayacucho, Huancavelica, oscilan entre 14% a 11%. Y siempre hay más mujeres analfabetas que varones. Pero se puede decir grosso modo que la población peruana es ahora urbana, costeña y analfabeta. Es innecesario insistir en el impacto de esas modificaciones que llamamos la dinámica de las capas tectónicas. Es decir, la población misma, entrando silenciosamente a los primeros pasos de la modernidad.

En el nivel rural —talón de Aquiles de la sociedad peruana— las viviendas con disponibilidad de áreas de saneamiento han pasado de un 43% en 1993, a un 60% en el 2008. Pero el malestar ha continuado, pues, las brechas con las capas medias y ricas son enormes. Conviene, pues, examinar, paso a paso, diversos índices sobre pobreza, ingresos familiares, gasto social por parte del Estado, empleo, y signos de calidad de desarrollo humano como mortalidad de los niños.

Una hipótesis razonable ante el descontento es que el menudo pueblo habría sentido ese crecimiento en sus bolsillos. Pero no es así. Una vez más las cifras son aplastantes y desconcertantes. En lo que concierne al ingreso per cápita, en 1980, era de 890 dólares. En 1995 alcanza los 1’530 $. Y en el 2009, es de 4’200 $. En el 2017, es de 6’541. El cálculo es del Banco Mundial y de Images Économiques du Monde, edición del 2017. Puede surgir inmediatamente otra duda. ¿Hubo acaso un proceso inflacionario que anula ese crecimiento por persona? La sospecha en principio es razonable. A fines de los años ochenta, el Perú tuvo una inflación solo comparable a la Alemania de la República de Weimar. Pero en los últimos veinte años —incluyendo el segundo gobierno de Alan García—, el Perú ha sido en lo que concierne a la política monetaria, cambiaria y fiscal, una seriedad inconmovible. El entorno económico y financiero no ha hecho sino elogios.

Entre tanto, los migrantes andinos se convertían en la clase más baja pero dispuesta a los trabajos improvisados. De abajo vino el vendedor ambulante, luego los mercaditos callejeros, el negocio propio, la tiendecita, en suma, los emprendedores populares. Sin la migración, nada de eso existiría. Si esto no es una revolución social, ¿qué es?                     

Economía y política en Perú. O cuando Dios y el diablo se dan un apoyo  *

Perú, pobreza. 2001: 54,8% – 2017: 21 %

¿Por qué la situación peruana presenta un marco de sociedad frágil, pese al crecimiento de su PBI en los últimos veinte años? ¿Un rumbo incierto y en general un esquema de sociedad que no ha tomado el camino a la modernidad sino parcialmente, y se retarda la implantación del Estado de derecho? ¿Es posible una economía abierta y de mercado cohabitando con una sociedad cada vez más fragmentada? Entre tanto, el índice en Perú de aceptación de las instituciones es uno de los más bajos del continente. La cuestión de fondo es, pues, la acumulación de diversos índices de progreso claramente positivos y, a la vez, la inestabilidad política. De 1990 al 2016.

No es fácil entender ese prolongado siglo XX. ¿Prosperidad por un lado, llantas quemadas en carreteras y marcha de protesta por el otro? En las estadísticas que recogemos, el ingreso personal se ha doblado, y la cifra de hogares que han accedido a servicios públicos como el agua, la luz eléctrica, incluso en sectores rurales. Dejemos de lado cualquier hipótesis malsana e improbable de una disposición cultural al desagradecimiento, atribuida en general a la herencia colonial. La hipótesis más realista y pragmática sería la de que esos años de bonanza no se hizo gasto social de parte de municipalidades, obras del Estado Pero las estadísticas prueban lo contrario, como lo veremos más adelante. En suma, en el Perú crece a la vez el ingreso per cápita, los gastos sociales y el permanente malestar social. Y si esto no es una paradoja…

Y no estamos hablando de un ciclo breve —cinco años— sino de varios regímenes que se han sucedido por la vía normal de las urnas. Pero fuera quién fuese los candidatos que compiten en la vida política, la sociedad peruana ha enviado a algún outsider al poder legal, personajes sin partido alguno, sin experiencia de las funciones de Estado. Y por razones muy complejas, el elegido para el sistema se comporta en contra del sistema mismo y termina por no realizar el programa de sustitución, para exasperación y desilusión de clientelas y votantes que esperaban lo prometido en las campañas. La paradoja es que cuanto más procesos electorales se dan, más se deteriora en Perú la confianza del ciudadano en sus representantes, en el Congreso o en los ministerios. En el Perú gobernar es traicionar, visto desde abajo, o desde las elites, tanto financieras como políticas, es seguir el camino de la alternativa del mercado y la economía abierta. No decimos quién tiene razón, decimos que en economía y política, se abren cada vez más grandes brechas. Y eso no es saludable, ni para unos ni para otros. 

Un enigma peruano. Crecimiento económico y desafecto político (2001-2018)

Como se sabe, en los inicios de los años noventa, el Perú se vuelve económicamente un leal seguidor del Consenso de Washington, y retorna a una economía de mercado y de apertura al exterior. Digo esto sin ningún a priori favorable o desfavorable, es evidente que el producto bruto interno no dejó de crecer desde 1991. En las administraciones o gobiernos sucesivos a Alberto Fujimori, los mecanismos que llevan al crecimiento no sufren grandes modificaciones, y para abreviar, el crecimiento anual del 2001-2005, con una media de 4,2%, pasa entre 2006-2010, a 7,2% (Banco Mundial). Hay que decirlo sin ninguna jactancia, es el más alto de la América Latina. Ahora bien, en otro indicador social, esta vez sobre la cultura política de la democracia, en la publicación más conocida como el Barómetro de las Américas, el Perú, en aprobación del sistema, aparece como uno de los más bajos, junto a Panamá y Guatemala. La cifra es de 12.2%. Por comparación, Ecuador es de 19.2%, México de 22%, Chile de 29% y Uruguay de 38%. No son muy altas, pero la respuesta peruana es ostensiblemente mínima.

Durante veinte años ¿descontento social y crecimiento económico a la vez? Si esto fuera cierto, se derrumbaría el esquema del desarrollo por vía de aumento de la riqueza. Como signo de descontento tomamos el visible hecho que ningún presidente haya conseguido que un sucesor sea elegido por la ciudadanía. Ni Fujimori, ni Toledo, García o Humala. Puede pensarse, pues, que el descontento proviene del olvido de las necesidades. Los datos estadísticos muestran lo contrario. La pobreza ha disminuido, de un 54,3% del 2001 a un 31,3% en 2010. Y  Cierto que con diferencias entre costa, sierra y selva, y de Lima misma. Sigue siendo la sierra andina el lugar de pobreza. Pero a solo un tercio es un cambio social que no se puede despreciar. Quizá en esta área conviene señalar otros datos. La vida de una familia popular habría cambiado sustancialmente, del 67% que tenía un hogar con alumbrado eléctrico en 1996, en el 2009 sube a un 86,4 %.

Los peruanos conocen estos cambios o creen conocerlos. Los han percibido como la aparición en la capital de migrantes andinos o provincianos. Y con ellos, varios eventos inesperados, toma de tierras eriazas, aparición de las barriadas (transformadas, con la ayuda del tiempo, en distritos). Gente que construye sus propios hogares, al inicio choza en los arenales costeños, luego casa propia. Matos Mar llamó la atención de esa mutación. Y Hernando de Soto explicó, muy tempranamente, ese comportamiento social de los recién llegados (El otro Sendero: la revolución informal, 1987). No por azar la subtitula, «la revolución informal». Los «cholos» bajados de las alturas andinas ocupaban terrenos, organizaban sus calles y plazas, se inventaban sus propios oficios. Nace con ellos el autoempleo, la autoconstrucción y el autogobierno. Son a la vez el éxito, por ejemplo, Villa el Salvador, y la informalidad, con todo lo de positivo y negativo que la habita. De Soto encuentra en ellos el inicio de un capitalismo venido desde abajo. Aníbal Quijano anuncia el nacimiento de una sociedad cholificada. En efecto, Norma Adams y Jürgen Golte, en Los caballos de Troya de los invasores, encuentran la clave de ese asombroso éxito popular. Los excampesinos llegan a la gran ciudad con el «poder simbólico» (Cf. Bourdieu). Es decir, sus costumbres. Provienen de un patrón de comportamiento andino, cauto en los gastos, prudente porque la tierra como las lluvias son precarias, y con una moral del trabajo y la austeridad (que era milenaria). Al punto que la antropóloga Adams les encuentra un parecido a los pioneros americanos, y lo dice: «no saben que lo son, pero son protestantes». La migración confirma una de las tesis de Max Weber. El capitalismo había aparecido con la Reforma y desde abajo. Los calvinistas alemanes eran sobrios y ahorrativos. Los invasores andinos también lo fueron, en las dos primeras generaciones. Lo suficiente para prosperar por cuenta propia. Hoy sus nietos o tataranietos son parte del país consumista que es el Perú actual. Su cultura ha cambiado, es chicha, es achorada, es otra cosa. Y es otro tema. Aquí explicamos el génesis y no el apocalipsis.

El desprecio al conocimiento y los mejores se van del país **

Ha sido el gran Basadre quien se preocupó por el destino de las elites. En Perú, así como hay un deseo de reformar y progresar, hay también un apego a que todo siga como está. Ahora bien, vista esta anomalía, uno puede entonces preguntarse por qué lo mejor de la creación peruana se ha escrito en el extranjero. ¿O no es verdad acaso que César Vallejo escribe su más alta poesía muriéndose en París? ¿Y por qué un Vargas Llosa juvenil encuentra sus editores y lectores en Barcelona? ¿Por qué Víctor Raúl Haya de la Torre, no solo gran orador y tambien excepcional conversador, viajaba tanto, acaso porque lo entendían mejor que sus paisanos peruanos y si lo entendian los socialistas del norte de Europa? ¿No es cierto que José Carlos Mariátegui estaba a punto de irse a Buenos Aires, puesto que Leguía le cerraba todos los caminos, y la muerte lo sorprende? ¿Vivió mucho tiempo entre nosotros, César Moro? ¿Y Julio Ramón Ribeyro, cuya narrativa era la vida de las clases medias y sus quintas, cargada de distancia y nostalgia? ¿Y acaso Ventura García Calderón no se muere en París? Y Manuel Nicolás Corpancho, tuvo que irse a México, y al regresar, el barco en que volvía se incendia. ¿Y no muere de un accidente aéreo Manuel Scorza, que ya vivía en Europa? Y nuestro primer clásico, Garcilaso de la Vega, ¿no se va para siempre «llevándose consigo las conversaciones de su niñez», como él mismo lo dice? Y el padre Gutiérrez, ¿no realiza su teología en la Universidad de Lyon? ¿No es cierto que el poeta Alberto Hidalgo, por muy arequipeño que fuera, gran parte de su producción la publican en Buenos Aires? ¿Y no es verdad que Aves sin nido de Clorinda Mattos de Turner, aparece en 1889 en Buenos Aires? Aunque Federico More nace en Puno y se muere en Puno. Y a Teodoro Núñez Ureta, pintor y muralista, le reconocieron su talento en vida. Y Lucho Loayza no volvió nunca más. Ciro Alegría sufre exilios pero igual logra escribir libros con los cuales ganaba concursos, hasta hacerse famoso. Muere en Lima, con los reconocimientos del presidente Fernando Belaunde, y con el título póstumo de «amauta». Pero desde entonces, las cosas han empeorado. José María Arguedas se muere preguntándose si «había vivido en vano». Un grupo de intelectuales lo hirieron simbólicamente. Raúl Porras se muere de soledad después de su discurso en San José de Costa Rica. Algo había dicho en otra ocasión, sobre «la ausencia de los mejores».

Acaso he trabajado este gigantesco jardín de ideas [Dos siglos de pensamiento de peruanos, editorial universitaria Ricardo Palma, de 666 páginas, 2021] porque escuché a Porras en un homenaje a su persona, cuando era Presidente del Senado. Nos dice que «ciertas virtudes externas de la democracia —libertad de pensamiento, independencia de espíritu, libertad y autenticidad electoral— han desaparecido por completo las normas íntimas e indeclinables de una democracia». ¿Qué normas? «El aprovechamiento del mérito y la aptitud, el sentido de la responsabilidad y el necesario e imprescindible uso de la alternabilidad y de la renovación».

Porras, nuestro Sócrates liberal. «Vosotros sabéis o debéis saber que la regla primera de una orientación democrática sincera es la selección de los mejores». Y luego: «Esta es la tragedia del Perú, durante casi toda su vida republicana y particularmente en los últimos lustros: la exclusión de la vida directiva del Estado de todos aquellos que ostentan una aptitud superior o una probidad notoria, o una vida rectilínea y el predominio únicamente de los que siguen una conocida curva de servilismo y lisonja».

Ha pasado de ese discurso más de cincuenta años. Pero la norma continúa a ser y con más ganas, «el predominio de los incompetentes y, la exclusión del poder de quienes podían orientar y enseñar». Y termina: «es deber vuestro contribuir con vuestra acción cívica, al restablecimiento de un Perú más digno y mejor». Lamento decir que no hemos hecho gran cosa.

El Perú —estoy convencido— será grande cuando los mejores no tengan que partir. Pero acaso eso será para un tercer centenario. No por el momento. Hay universidades que se han hecho para tener un partido polîtico. Así apareció Sendero Luminoso en una universidad de Ayacucho, y en otra supuesta casa de estudio, el negociode plata como cancha. En cuanto las clases sociales, los ricos colocan sus hijos en los lugares del planeta en que las mejores universidades son las más caras, pero producen profesionales que podrían hacer entrar al Perú al mundo de la ciencia. El conocimiento y el saber es algo que en el Perú no interesa. Y para los peruanos que tuvieron formación en Estados Unidos o en Europa, en su retorno fugaz al país, son una incomodidad. Traen temas, métodos y saberes que molestan a los académicos que siguen con los conocimientos de 50 o 70 años atrás. Me atrevo a decir, por mi parte, que el Perú es una nación extemporánea. No está en este siglo. Situación muy peligrosa. Las grandes empresas apatridas pueden comprar países enteros dado el poder mundial de unas finanzas que no les importa ni los pueblos ni las naciones. Vendepatrias abundan. Menos mal, no estaré para ver el apocalipsis de un país que amé, pese a sus maldades.

Como el mundo andino se salva tras unos pasos inesperados que ellos mismos dan

Esos pasos son tres: 1- La migración de los andinos dentro del Perú mismo. 2- Luego la aparición de una clase de trabajadores informales en las ciudades.  3- El ingreso a la empresa moderna y de capitales al igual que las capas sociales de blancos y limeños.

1-La migración de los andinos dentro del Perú mismo

Perú país de los Andes que el sabio Murra califica de “pisos ecológicos”, pero regiones sin medios de comunicación. Entonces, es más lógico mover a los nativos que las tierras fertiles, y eso fue lo que pasó. No los dirigió un partido ni tampoco un gobierno. En la mitad del siglo XX, se inició la migración voluntaria del pueblo rural. Nada ha modificado tanto el Perú como la marcha de millones de peruanos pasando de una región a otra. Este éxodo, esta revolución oculta, lo he llamado movimiento de placas tectónicas en mis últimos libros. Cuanto ha cambiado el Perú, ni un golpe de Estado lo sobrepasa. Se modificó  la manera de vivir, los oficios, la vida urbana, y las mentalidades. Hoy día, según el Instituto del Perú, la mayoría de las familias viven en ciudades (no solo en la capital). El Perú hoy es urbano. Y rural, solo en un 10% . Y además, la mayoría de la población vive en la costa, algo impresionante. Hace tres mil años, incluyendo el Perú antiguo, era la sierra. No por eso podemos dejar de pensar las consecuencias. Pero quiero insistir en que la sociedad civil ya no es la que fue, es otra. Difícil de entender a menudo.

Vayamos a las cifras, que es un modo de entender desde lo objetivo y racional. En 1940, el 70% de los peruanos eran rurales. Hoy es todo lo contrario. En el 2017, la población urbana es mayoritaria y en todos los departamentos del Perú. No solo en la costa sino en la sierra y la selva. Hoy el 76% reside en localidades urbanas, en casas construidas por las familias mismas. Y la población nacional total alcanzó su mayor tasa de crecimiento. En cifras globales, en 1961, había 10’217’500 habitantes. En el 2007, había aumentado a 28’220’ 700. Desde entonces, la tasa anual ha disminuido. El Perú ha hecho su transición demográfica. Pero si la economía no logra crear puestos de trabajo, continuará la antipolítica, y la decepción de los peruanos ante los partidos políticos así como la desconfianza ante el Estado.

Una transformación sin precedentes. Se urbaniza la sociedad de un país del Tercer Mundo. La capital, Lima, en 1940 (cuando se inicia el exodo rural) contaba con 645’172 habitantes. En 1961, veinte años más tarde, la población es de 1’845’172 habitantes. En 1993, Lima conta con 6 millones de habitantes. Confieso que estas cifras vienen de uno de mis libros. Y con las ciudades, desde el fondo de la historia de la evolución de nuestra especie, se inician las civilizaciones. En Egipto, Grecia, Roma, etc. Las únicas civilizaciones que encontraron en la América recién descubierta fueron México y Perú. (Vienen de El águila y el cóndor, libro comparativo de México y Perú editado por la Universidad Ricardo Palma. Ese libro,  con la ayuda de Claire, mi esposa, lo trabajamos fuera del país, en Santiago. Cuando escribo, me concentro y necesito algo que es la distancia y la soledad, consejo del mexicano Octavio Paz.)

2- Luego la aparición de una clase de trabajadores informales en las ciudades

Una clase de proletarios sin fábricas, excampesinos, una nueva clase popular. “Lima es una ciudad de inmigrantes ensimismados, de conquistadores de barrio, de pioneros que siembran el cemento sobre las áreas verdes. De gente pobre que invade los arenales, de gente rica que invade cerros vírgenes y acantilados. Los limeños somos invasores de nuestro propio espacio común. Forasteros permanentes. Estamos los que llegamos de los Andes huyendo de la guerra y la pobreza, en busca de educación o porque se nos dio la gana. Están los extranjeros que llegan todos los días. Están los peruanos que se fueron ayer y que vuelven hoy. Están tambien los que, anclados en Lima, migran de un barrio a otro, de un distrito pobre a otro ‘mejor’. De los Olivos a Miraflores, de Miraflores a Surco, de Surco a La Molina. Todos somos migrantes. Nuestras raíces son jóvenes. No terminamos de conocer al vecino. No saludamos a nadie.”  Este párrafo lo hemos extraído del libro de Marco Avilés, No soy tu cholo, página 30. En ciertos casos, la literatura sobrepasa a la sociología y la antropología. Un libro de protesta y reflexión sobre la choledad. El racismo, el orden y el desorden, la pluralidad y lo naciente. Nuevos aires por todas partes.

3-El ingreso a la empresa moderna y de capitales, al igual que las capas sociales de blancos y limeños, de los emprendedores provincianos. Es decir que en esta categoría de la actividad nacional, no hay solo grupos pertenecientes a las grandes familias de Lima sino también los que llamábamos “indios”. Hoy el peruano de ascendencia andina, ya no como obrero o empleado en el rubro de los servicios, emerge de la sociedad chola para ingresar a una capa social antes solo de criollos y gente blanca.    

Para llegar a esta novedad, hemos acudido al libro Los doce apóstoles de la economía peruana, de Francisco Durand. Se trata de una mirada social a los grupos de poder limeños, dice  Durand. Pero hay algo decisivo y novedoso. Este estudio analiza los grupos de poder,  no solo los conocidos grupos limeños sino los grupos empresariales provincianos que han emergido. Y en efecto, en la lista de los doce, aparecen seis grupos limeños y a la vez, otros seis que son provinciales y que ya cité en columna anterior.

Ya es anticuado hablar de “los dueños del Perú”, ya no son solo los grupos limeños sino otros y provincianos. Y si esto es un hecho real, ya no es cierto decir que los blancos son los empresarios en el Perú. Entonces, estaríamos en esa situación que la historia sorprende. Esas empresas crecerán en función del capitalismo globalizado. 

Este hecho —emprendedores ni blancos ni limeños—, es un ágape, el festín de la producción en manos de los no blancos, los cholos, los informales, y otro tipo de acaudalados acaso más cercanos a las clases medias y a los grupos étnicos. Si esto es así, hay otro  aspecto. Esas empresas emergentes trabajan por encima de las fronteras del país, en el mercado exterior. Los nuevos post indígenas no estarán en contra de la producción capitalista. Acaso como la China post Mao, y entonces, tendremos una suerte de “burguesía chola” además de las burguesías criollas del Perú post virreinal. Es una sorpresa y algo lógico. Con el dinero y el respeto ganado, los pueblos peruanos dejarían de ser los pobres y siervos del mundo criollo. Lo  peor sería que la oligarquía cambie de dominio, al punto que el renco.r acumulado por siglos se dé la vuelta.

Uno de estos días podría aparecer una oferta de trabajo:  SE NECESITA MUCHACHA CAMA ADENTRO PARA ASEO DE LA CASA Y RIEGO DE LOS JARDINES, DE PREFERENCIA BLANCA Y LIMPIA. Espero que no ocurra, que nos comportemos como republicanos. Pero el ‘mágico Perú’ nos ha dado tantas sorpresas… que no me llamaría la atención esa capacidad surrealista de nuestro sufrido país. Nada ya nos sorprende. Hay que entender que los nuevos empresarios ven en la economía mundializada el medio de ponerse al mismo nivel que las empresas de los blancos limeños, y eso sería entonces una nueva etapa de la economía y la sociedad actual, siguiendo el ejemplo de la China post Mao, sin por eso perder su soberanía. Reunir dinero, los que ayer fueron una clase pobre, en otros siglos, no lo podían hacer. Ni Sendero Luminoso, ni el experimento de repetir un sistema ruso-comunista en los Andes, dado que ha sido el más impresionante desplome de nuestros tiempos el sistema de la Rusia comunista. China es más hábil, su sistema cuenta con un Estado fuerte que no le impide volverse la mayor fábrica del planeta y ser una potencia que alcanza a los Estados Unidos. No es eso lo que debemos pensar sino entrar al mundo de la revolución industrial. La población indígena tiene la capacidad, sin dejar lo rural. Tiene la habilidad manual de los peruanos de color ‘marrón’ —como dicen ahora— pero le faltaba su necesaria burguesía para dar un gran salto en el trabajo, los estudios y la posibilidad de reunir dinero. No es, pues, ni la guerra interna ni los salarios lo que puede modificar la vida de cada día, sino las empresas, ya no solo de limeños, que aparecen en otras regiones del inmenso Perú. Lo han hecho en países del Asia, y en el continente, mucho en Chile y un tanto en el Brasil. Y seguirán…

*, **: Extraído de mis libros El águila y el cóndor y Dos siglos de pensamiento de peruanos.

Publicado en El Montonero., 12 de setiembre de 2022

https://elmontonero.pe/columnas/breve-historia-de-la-clase-indigena-peruana

Plebiscito Constitucional en Chile: testimonio

Written By: Hugo Neira - Sep• 07•22

Este domingo 4 de setiembre, los extranjeros radicados como los mismos chilenos estaban obligados a ir a votar, y mi mujer y yo fuimos a pie a un enorme colegio cercano. Pero antes de salir a la calle, una radio peruana, en la mañana misma, la radio RCR en Tacna, me invitaba con otros a su programa Revista Dominical vía la tecnología Zoom. Me permito decir quiénes eran: Oswaldo De Rivero Barreto, nada menos que Embajador del Perú en los EEUU, desde Washington. Luego, desde Lima, Herberth Cuba García, analista político, historiador experto en políticas públicas de salud y columnista de este portal. En su caso, desde Lima. Luego, Manuel Bernales Alvarado, politólogo, exfuncionario de la UNESCO. En fin, yo, desde Santiago de Chile, y acaso por estar en Santiago. Me presentaron como pensador, historiador y ensayista. Agradezco la invitación y me dieron el micro el primero.

Antes de continuar sobre ese conversatorio debo decir qué hago en Santiago. No soy un especialista de la vida y política chilena. Estando en una universidad en Lima, pedí licencia, al rector y a mis colegas, de dos cosas, la docencia y de mi cargo de administración. Y hace un buen tiempo que mi tarea es escribir unos libros, que quiero terminar dado mi edad y algunos problemas de salud. He escrito libros en los años sesenta, como Cuzco, tierra y muerte, y en los setenta Huillca, habla un campesino peruano. Hacia la tercera mitad, en 1996, cuando docente en la Polinesia Francesa, acaso porque tenía más tiempo para escribir. Entrando al siglo XXI, El mal peruano, Pasado presente (2001), Del pensar mestizo (2006), Ayer y mañana, con el Fondo Editorial de la USMP, en el 2008.

El penúltimo es El águila y el cóndor. Un segundo libro de comparación México y  Perú. De 500 páginas editado en el 2019. Por lo visto fue bien aceptado, lo digo porque tras la salida del primer volumen me nombraron miembro vitalicio de la AMECIP. La Asociación mexicana de Ciencias Políticas. En fin, conocí a Octavio Paz. Y me atreví a preguntarle por la distancia que lo llevó al laberinto de la soledad. Para entender el país mexicano, no hay que olvidar que está cargado de tradición, y que hay unas actitudes para llegar el fondo anímico, las secretas raíces. La espiritualidad mexicana solo se puede encuadrar dentro de la filosofía y de la ciencia social. Y para sus ensayos, el fuego de cada día. La historia es lenta. La historia y la historia oculta. Y me propuso algo de lo que llamaba países no viables, y en algunos casos, de cuyos descalabros se aprende.

Conversando

Repito, no estoy en Santiago para ser un especialista de Chile. Lo primero que dije fue sobre el tema de las repercusiones para América Latina, y repercusión será porque en estos días, sea Rechazo o Apruebo el resultado, pienso que será una lección de democracia puesto que el pueblo elector, millones de electores, dará la respuesta legal. Eso no ocurre en la Cuba de hoy, ni en Venezuela, ni en la Nicaragua de Ortega (qué lástima, el Ortega que conocimos, el filósofo, goza de lectura en nuestro continente). Pienso entonces en la Revolución Francesa que fue la abuela de nuestras repúblicas, de 1789, la legitimidad no estaba en los reyes ni en los cortesanos sino en el pueblo mismo. Pero los ciudadanos pueden equivocarse, ¿no hicieron jefe de Estado a Hitler? Las democracias pueden también equivocarse. Y no nacen en nuestras naciones latinoamericanas democracias sino democraturas, y por lo general, de largas etapas sangrientas para dejar el poder.

Todo esto, en la mañana del domingo, antes de ir a votar. Confieso que hay dos temas que me ponen en contra del Apruebo que defiende el Presidente Boric. No soy jurista, mi preocupación fue, y lo dije claramente, la desaparición del Senado, que según el Diccionario de Julio Casares, quiere decir “asamblea respetable”, cámara que tienen las naciones democráticas y modernas, como Inglaterra y Estados Unidos, y que examina en segunda instancia los acuerdos de la cámara de diputados. Pero en el proyecto plebiscitado se prefirió una entidad con criterio étnico, una Cámara de Regiones, lo cual es un enorme error. Soy peruano, y conozco bien mi país, el Perú está dividido en dos culturas: la cultura andina, los descendientes de los indios, y el otro Perú, el de los blancos. A un presidente años atrás (Toledo), se le ocurrió descentralizar el sistema de Estado, y así surgieron las Regiones. El país estaba enfermo de minorías, y convertidas en gobierno de regiones, fue un desastre. En vez de ser un progreso, varios presidentes de Región huyeron del Perú o se encuentran en la cárcel. Por mi parte, yo siempre lo he dicho, Chile es una nación y los chilenos son un ejemplo de carácter nacionalista.

Mi hipótesis es que los chilenos quieren estar juntos y no divididos, han visto los problemas que van a tener con esta Constitución. Si hay aymaras en Perú, Bolivia, y algunos en Chile e inclusive también en los llanos argentinos, ¿qué sería eso, una nación dentro de otras naciones? Cierto que hay pueblos que están fuera del Estado, la solución era un ministerio y no remover la estructura del poder político. Me parece que la gran mayoría de chilenos no han querido dividirse y acaso ante la pérdida de una entidad como el Senado, han preferido el Rechazo y no el Apruebo.

En el diario El Mercurio del día 5 dan el resultado de las comunas. Es enorme el Rechazo: de 346 comunas, unas 338 votaron por el Rechazo. A nivel nacional, un 61,97% votó en contra de la propuesta de la Convención Constituyente. El Apruebo es de 38,03%. También podemos decir, con los mismos resultados, que la aprobación ni llegó en el voto de Santiago, la capital, ni en Valparaíso, con 49,66% de apruebo y 58,34% de Rechazo. Un caso excepcional, casi igual. Pero la tabla de los resultados, desde la región de Arica pasando por La Araucanía y hasta Los Lagos y Magallanes, muestra Rechazo en todo Chile. Digamos que, en números, el plebiscito dio el siguiente resultado:

Apruebo                                                                   Rechazo

38,14%                                                                    61,86%

4.860.093 votos                                                    7,882,958 votos

Una opinión de Leonidas Montes, director del Centro de Estudios Públicos. “El país quiere una nueva constitución pero no cualquiera, sino una que nos une”. Un amigo filósofo e ingeniero, pero no diré su nombre: “Nadie esperaba una diferencia tan grande de casi 25 puntos”. Conocido el resultado, el presidente Boric admite lo que ha ocurrido y dijo recoger “con humildad este mensaje y lo hago propio”.

Los meses que vienen serán de debates. La metamorfosis del poder no se hace de un día al otro. Las teorías del poder nos llevan a pasearnos por Maquiavelo sabiendo lo difícil que es guardarlo. O por La Boétie, para lograr la obediencia de los ciudadanos. O por Hobbes, el poder es necesario para que los hombres usen el Estado como el dios mortal. Se modifica, no siempre. El inglés Locke, el gobierno civil, y Montesquieu y Rousseau que inventan los poderes separados. Y Marx y el poder de las clases sociales. Y Pareto, el problema de las elites. Siempre hay una minoría dominante, pero hay estabilidad si las elites circulan.  Y si los pueblos comprenden a las elites.

Publicado en El Montonero., 7 de setiembre de 2022

https://www.elmontonero.pe/columnas/plebiscito-constitucional-en-chile-testimonio