La fascinante historia colectiva de los españoles

Written By: Hugo Neira - Abr• 03•23

La historia de España o, mejor dicho, de las Españas o de los españoles, es tan fascinante que el libro que debemos a unos universitarios franceses de Tolosa, Histoire des espagnols. VI-XXe siècle, publicado en 1985, fue traducido al castellano y publicado cuatro años después por Crítica. Lo que se propusieron fue estudiar el destino colectivo de un pueblo que no tuvo rupturas sino metamorfosis durante un milenio y medio, desde que nació una conciencia hispánica, por muy frágil que estuviera en los inicios, y que vino con la incursión de los visigodos (estimados entre 70 y 200 mil en el origen), los que llamamos bárbaros. Y centrándose en las vidas de la gente, desde el modo de vivir hasta las luchas y desafíos de cada época, especialmente de cada generación, poniendo menos énfasis en las instituciones.

Con la llegada de los godos, se dejaron de lado las escasas reglas romanas, el vacío de poder, y se instala una monarquía que tiene subordinada a la Iglesia. El reino tiene sus bases frágiles, con un sistema político dictatorial y una crisis profunda del régimen esclavista que pone en cuestión la misma dominación goda, y trae una represión feroz y el antisemitismo. Pocos años después, la península conocerá la invasión árabe, en 711. Tres religiones, tres culturas, cristianos, musulmanes y judíos, van a coexistir durante siglos. Solo la España húmeda y montañosa, en los Cantábricos, escapa a los conquistadores del Islam que tuvieron el talento de no imponerse del todo. En algunas villas firmaron unas capitulaciones, o acuerdos que permitían a los cristianos seguir practicando su culto e incluso sus obispos. Poco después, los cristianos del norte libres empiezan un movimiento de Reconquista. ¿Por qué se produce? Al parecer, algunos califas lanzaron expediciones devastadoras. Luego aparecen luchas por el poder, un periodo caótico, reinos de taifas, que pasará a la historia como signo de descomposición. La España cristiana comienza a crecer desde el siglo XIII. Extiende mucho su territorio, y ante las nuevas tierras, unas son dadas a señorías, es decir a nobles que han sido los compañeros de armas de las órdenes militares. Otras van al pueblo mismo, ora como comunidades, ora como “villas libres”, con un concepto plebeyo y jurídico, los fueros.  La Reconquista, sin embargo, no logra restaurar la unidad hispana perdida, solo su conciencia común. Durante su proceso y por el frente permanente de guerra, varios reinos habían aparecido. Se hablaba de los cinco reinos de Iberia, Portugal, Castilla y León, Navarra, Aragón. Ese frente representaba una “frontera” que atraía a los guerreros móviles que podían ascender rápido defendiéndola.

Desde los Reyes Católicos —el magnífico momento de la unión entre Isabel la Católica y Fernando de Aragón, 1469—, los autores han podido apreciar que las grandes mutaciones de España se hicieron al paso de las generaciones. Hispania albergó el Califato de Córdoba (929-1031) o al-Ándalus, el apogeo del islam andaluz, que contaba con un Estado estructurado, sistema que traerá estabilidad a lo largo del tiempo, a diferencia de la parte cristiana. Al-Ándalus caerá en las guerras de la Reconquista que duraron casi ocho siglos. Con los Reyes Católicos, se reunifica España y desaparece el último reino musulmán en 1492 con la caída de Granada. Las guerras peninsulares habían preparado la Conquista de América, que fue lograda con muy pocos hombres. Los conquistadores no eran soldados profesionales por la simple razón que no era posible distinguir entre civil y soldado en una sociedad como la española que estuvo en guerra civil tantos siglos, en contra de otros españoles que eran islámicos. Y también recurrieron a ideas pactistas, pactos que habían permitido a Isabel la Católica, además de movilizar a tres ejércitos, lograr la caída de Granada. Con los Reyes Católicos, se inventa en España una estructura aristocrática.

Con ellos, se acabó la España medieval, un país de fronteras internas. En su momento más poderoso, es un Imperio gobernado por la Casa de los Habsburgo y Carlos V. En realidad, contaba una treintena de Estados, y “la mitad del mundo”, como lo escribió Ramón Tamames (La mitad del mundo que fue de España, Espasa, 2021). Desde México y Perú del otro lado del océano hasta los Países Bajos e Italia. Un imperio multinacional. Acaso en nuestro tiempo no hay una sola España, son las Españas, las autonomías: Castilla, Cataluña, País Vasco, etc. y las zonas donde vivieron largo tiempo los moros, como Andalucía. Los Reyes Católicos, fundados en un acuerdo personal y dinástico, se afirman por encima de los estamentos sociales. A las Cortes de Toledo, las reorganizan. Durante la Reconquista, la nobleza había jugado un gran papel, pero con Isabel y Fernando, se vuelve una rueda más. Un Consejo permanente la reduce a tres caballeros, ocho o nueve letrados, varios juristas (por lo general opuestos a la nobleza) y la presidencia a un prelado. El Estado español que está surgiendo —aunque no se llame así en ese preciso momento— tiene operadores políticos. El término por supuesto es de nuestro tiempo, pero el rol en la época es el mismo, los pesquisidores, los corregidores, los que presiden los debates en apariencia muy democráticos de las municipalidades. Las hermandades. Una de ellas se va a hacer célebre, muy conocida, la Santa Hermandad. O sea, la Inquisición. En los inicios, un tribunal eclesiástico sometido a la autoridad del Papa. Pero Isabel consigue que el inquisidor general, a la cabeza de la institución, sea nombrado por los reyes. Y el Papa aprueba. Desde ese instante, la Inquisición pasa a estar al servicio del Estado. Esa institución pasa a América. Y la propia Iglesia queda supeditada a la Corona, con el Real Patronato.

La “reconquista”, pues, había preparado a los castellanos a enfrentar culturas distintas. No solo en el campo de batalla sino para entenderlas. Asturianos, castellanos, andaluces, aragoneses, vascos, acaso un tanto menos gallegos y catalanes, habían vivido y convivido con unos pueblos distintos durante siglos. Con judíos y con islámicos. Habían tenido, ante los turcos, una experiencia multicultural que acaso solo en la Europa de los Balcanes se había conocido. La población, poco a poco, se acostumbró a cambiar a menudo de señores. A los pueblos cristianos de campesinos sedentarios que preferían pagar impuestos a los reyes islámicos se les llamó mozárabes. Y los que prefirieron no abandonar tierra ni hogar y admitir algún señor cristiano, se les llamó moriscos. España y las Españas. Es título de un libro de Luis González Antón (Alianza Editorial, 1997).El plural permite definir mejor la tensión cada vez más fuerte entre el sentimiento de pertenencia nacional y las diferencias territoriales. De las variadas culturas nuevas sale una sociedad nueva.

La Guerra Civil (1936-1939) fue larga y muy sangrienta. Termina con la dictadura de Franco que dura 36 años y va a marcar la historia de España. Desde lo favorable, acaba la revolución industrial que España no había logrado hasta entonces y preparó su ingreso a la Comunidad Europea. Pero la Transición que a su muerte se produce, como ya lo he dicho en este portal, fue porque hubo una conciencia colectiva de no volver a repetir el pasado. Yo mismo escuché a la gente decir, «todo menos la guerra civil». Y decirse, a sí mismos, «somos los turcos de Europa». Lo peor. Y con ello, sentimientos contradictorios. A Franco lo lloraron, pero no quisieron que los franquistas gobernaran. Cierto, hasta 1975, España fue un régimen autoritario, pero amparó España de la dominación rusa y por lo tanto, salvó a Europa. El régimen constitucional que le siguió establecía un intenso debate y la búsqueda de consensos. Seamos claros, la Transición fue un pacto, con grandes silencios sobre el pasado franquista. Ese era el precio del retorno a la libertad. Todo aquello que los peruanos no pueden hoy día establecer.

España es hoy el decimotercer país desarrollado del planeta. Los países latinoamericanos, salvo Brasil y México, brillan por su ausencia.

Publicado en El Montonero., 3 de abril de 2023

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Hablemos de Haya, del Aprismo y del Perú

Written By: Hugo Neira - Mar• 27•23

Aunque esté lejos del Perú, me alegra la noticia que recibo de Lima: la inscripción definitiva del partido aprista ante el Jurado Nacional Electoral. El partido político histórico, el APRA, no forma parte de esos partidos que no quieren competir con otros, como pasa con los herederos de Lenin y ahora, en la Venezuela de Maduro, que no quiere irse.

Los países, al igual que sus paisajes, tienen sociedades variadas y que van cambiando, es la idea fuerza que motiva esta columna. El Perú de Haya no se puede comparar con el Perú de hoy, la sociedad ha cambiado mucho. En un estudio sobre el Perú de los años 1930-1970, el geógrafo francés Olivier Dollfus nos decía que para entenderlo, hay que conocer su geografía, las grandes etapas históricas de sus sociedades y la organización social (Le Pérou, PUF, París, 1983). La presión demográfica llevó a una nueva organización espacial, a mayores interacciones entre la gente de la costa, de la sierra y de la selva, que la masa de los Andes divide. Pero los Andes ya no son los mismos que en los 70 en cuanto al tipo de trabajo y modo de vivir.

Antes de continuar, debo decir que no sigo la costumbre limeña de hablar mal de todo lo que se origina en la provincia. Disculpen. Obviamente, toda mi vida, nunca fui aprista pero tampoco un antiaprista. Pero debo contar que me encontré con Haya De la Torre en esa casa enorme que tenía hacia la carretera la sierra, en Ate, Villa Mercedes, y alguna vez en París, cuando yo estudiaba y trabajaba allí, en los años 60. El líder del aprismo estaba de paso, iba a Suecia, a aprender del régimen político que los suecos y otros pueblos de la Europa del Norte —“los pueblos enérgicos” los llamaba— tenían, la socialdemocracia. Haya viajaba siempre para “observar, estudiar, aprender”. Un modelo económico y social distinto al anglosajón y al comunismo. En el modelo sueco, Haya encontraba el anticipo de sus propias propuestas, o sea conciliar el realismo de la economía de mercado con una política social que se llama el “Estado providencia”. Sistemas de salud y educación masivos, cunas infantiles en el lugar de trabajo para las madres que laboran, ancianos y desvalidos protegidos por el Estado. Un modelo de corresponsabilidad social que en Lima no se entendía. “Yo sostengo que los escandinavos (aunque todavía puedan ellos quejarse y hacer críticas a sus organizaciones sociales, que por cierto no pueden ser absolutamente perfectas) son los pueblos que han llegado a las más altas realizaciones democráticas después de la II Guerra Mundial. Y que es de ellos, y no de otros, de los cuales los países latinoamericanos deben tomar ejemplo” (Haya, 1955). No olvidemos tampoco que Haya había pasado por Oxford, aprendía de todos.

El Perú sigue siendo una “tierra de contrastes”, como lo dijo Dollfus. La misma topografía de los Andes peruanos es variada, con mesetas de alturas variables de hasta 4000 metros, las punas, que presentan cuencas alimentadas por un río, como es el caso del Mantaro, en Huancayo. Otras más pequeñas, caso de la cuenca de Cajamarca. Y profundos y estrechos valles que forman el lecho de los ríos que corren hacia el Pacífico. Un relieve que nos da una gran variedad de climas y cultivos.

El Perú del interior se ha despoblado para hacer crecer las ciudades intermedias y su cinturón urbano. De tal forma que hoy es un país urbano, hay más población en las ciudades que en el mundo rural. Y es un mundo de comerciantes. Los migrantes hacia la capital o la ciudades medianas no encuentran trabajo sino en el sector terciario, y empleos precarios, pues no tuvimos un proceso de industrialización. “El crecimiento demográfico ha sido un gran desafío. De 6,2 millones de habitantes en 1940, pasó a 18 millones en 1980, o sea triplicó. En 1983 o 1984, la población había alcanzado los 20 millones”, dice Dollfus. En el 2022, los peruanos alcanzaron los 33 millones 396 mil según el INEI. Y los mayores de 60 años representan el 13.3% del total. En 1940, el 64,6% de los peruanos vivían en el medio rural, y 35,6% en el medio urbano. Esto se ha revertido por completo. Según el INEI siempre, ahora (2017), el 82,4% de la población vive en zonas urbanas. Y el tamaño de un hogar, en el 2021, es de 3,4 personas.

Después de una transición militar, el ingeniero Belaunde llega a la presidencia del Perú, con Acción Popular, en 1963. Los apristas se mantienen en la oposición en una coalición con Odría, APRA-UNO. Es el adiós del revolucionario Haya. Una mayoría de parlamentarios provenía de las clases medias y algunos minifundistas del Cusco. Frustraron la primera reforma agraria que resultó muy limitada. Luego, el golpe de Velasco, en 1968, proscribe los partidos políticos. Tras las presiones populares para el regreso de la democracia, se anuncia en 1976 una Asamblea Constituyente que se elige dos años más tarde. El APRA tuvo la primera mayoría y Haya la más alta votación y fue designado su presidente. Luego vendrá la enfermedad y la muerte, en 1979, poco después de firmar la nueva constitución.

Conviene, me parece, dar un par de ideas personales respecto del partido. Y en apuro.

 -Yo que ellos, no buscaría un político filósofo. Haya tuvo no solo una visión del Perú sino del continente latinoamericano. Funda el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) en México. Es un pensador de esos que aparecen cada 500 o mil años. Haya había conocido la revolución de México, viajado a toda la Europa de esa época. Hemos tenido en Haya uno de los grandes pensadores de la historia política: 1- Conoció el marxismo para refutarlo, recordaba siempre el fracaso en la URSS. 2- No deseaba países socialistas con autoritarismo. Todo lo contrario, era demócrata. 3- Siempre estudió otros desarrollos en otros continentes.  4- Es un Moisés que enseñó a ser libres y a la vez desarrollados en sociedades del conocimiento y de la libertad.

– El tejido social está muy disuelto: empleos precarios, elites depredadoras, desinterés en las clases trabajadoras por los asuntos públicos. Hay una subcultura popular. No se espera gran cosa del Estado, por lo que se entiende por Estado, “una fuerza jurídica y legal por encima de la sociedad civil y de sus conflictos”. Es más, las capas sociales más bajas y gran parte de la clase dominante son abiertamente hostiles a todo proyecto de un Estado. Una ley secreta, esa que no se dice, es que “el compromiso con la legalidad es muy bajo”. 

Hoy la legitimidad política no se consigue con el juego tradicional de clientelas populares y servicios sociales. Para entender lo que pasa, hay que mirar a la sociedad. Y como sociólogo, no veo una sino varias. Un universo humano fragmentado por regiones, intereses particulares e identidades dispersas.

Publicado en El Montonero., 27 de marzo de 2023

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Revueltas y desastres

Written By: Hugo Neira - Mar• 20•23

No estoy en Perú, estoy en el extranjero donde me ocupo de mis achaques y dolencias. Pero aun así, sigo lo que pasa en mi tierra pese a lo terrible que son, para mis paisanos, las pérdidas que se encadenan. Un ciclón, Yaku, que provoca inundaciones y huaicos en el norte del país y luego aluviones en la región de Lima. Desastres que se repiten.

Con la tecnología de hoy, lo que sucede en algún lugar traspasa inmediatamente las fronteras nacionales como si no las hubiera. Abundante información e imágenes que nos llegan. Y tengo en mano el número 1681 de Courrier International, del pasado mes de enero, con un artículo sobre el Perú que les quería comentar. Me llamó la atención por su título “Une révolte incontrôlable” (una revuelta incontrolable) y es un resumen de prensa de la primera quincena de enero.

Lo que dice la redacción de Courrier International va junto con un mapa del Perú para situar la cordillera de los Andes y los principales focos de revueltas en las regiones, ubicando las de Ayacucho, Apurímac, Cuzco y Puno. Y Lima, un punto de color rojo. ¿Qué dicen los periodistas de Courrier? “Lejos de calmarse, la crisis política escala y nadie sabe hasta dónde irá. Luego de los bloqueos de carreteras y tentativas de toma de aeropuertos, los manifestantes que exigen entre otras cosas la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, han iniciado una ‘marcha’ hacia la capital”. Marcha, entre comillas.

Lo repito, no estuve en Perú para ver esa “révolte incontrôlable”. Me hubiera sorprendido verla. Se cita la revista digital Americas Quarterly de Nueva York que se ocupa de América Latina; y lo siguiente: “El sublevamiento y la represión se explican por la desconexión que existe entre las maniobras políticas de Lima y el clima que impera en las regiones donde lo indígena, lo rural y la pobreza dominan.” Seamos sinceros, hubo manifestantes que venían hacia la capital desde esas regiones más pobres (Ayacucho, Apurímac). Los problemas del Perú provincial que no es atendido debidamente por sus autoridades cercanas ni por el gobierno central. Lima da la espalda al país del interior que marchó para hacerse recordar. Recuerdo que en Brasil, Lula ha sido reelegido, y democráticamente, por tercera vez en un territorio tan vasto y diverso como es Brasil. Se me ocurre que, si volvió luego de ocho años en dos mandatos (2003-2011) y largos años de maniobras judiciales posteriores, es porque se ocupó de los de abajo, madres, niños y las clases obreras. Los atendió y sacó de la pobreza a millones con, por ejemplo, la Bolsa Familia. Eso no es algo peruano. Me permito recordar que la temida marcha hacia la capital, Lima, no es tan así. ¿Capital? No la sienten suya ni un centro administrativo como en Brasil sí lo es Brasilia, ciudad muy distinta por su ubicación y concepción. En una columna del 2015, les decía que Lima no es la capital sino una ciudad grande que queda muy cerca del Perú. Y que en Lima-Mónaco, todo se cura con el bálsamo del diálogo. Años después, hay un país harto de “mecidas”. https://www.bloghugoneira.com/non-classe/la-agonia-del-principado-limeno

El artículo de Courrier también recoge las opiniones sobre la presidenta de la sucesión que parte del país no quiere reconocer, en La República, El País América, El Comercio y Ojo Público. No solo se ha ganado impopularidad por los enfrentamientos directos con las masas sino por aceptar la sucesión constitucional y mantenerse firme en el cargo. Su llamado al Congreso para acordar elecciones anticipadas que la calle también pedía, no logró aprobarse. La sensación de caos es lo que retiene la revista, por la “represión sangrienta” de una policía “poco preparada”, según opinión de un columnista peruano, para tales enfrentamientos, que también dieron “un policía quemado vivo por los protestantes”. Una nota bien ponderada.

La situación que vive el Perú me trae a la memoria a Manuel González Prada (1844-1918). Nuestro escritor y agudo crítico —el fundador de nuestro pensamiento crítico—, era un hombre libre, no se le pudo callar. Había logrado ingresar al colegio San Carlos donde destacaba en los cursos de química, letras y filosofía. Entre 1870 y 1879, vivía retirado en su hacienda Tutumo en Mala, y dedicado a la agricultura. Vivió de cerca la tragedia de la Guerra del Pacífico participando en la defensa de Lima. Una vez ocupada la capital, se encerró en su domicilio “parar no ver la insolente figura de los vencedores”. “Consagrado como un escritor de verbo penetrante, sus frases fueron verdaderos latigazos de cólera dirigidos contra la clase política que llevó al Perú a la  situación de 1879”, nos dice el historiador Juan Luis Orrego:

            “¿Qué fueron por lo general nuestros partidos en los últimos años? Sindicatos de ambiciones malsanas, clubs eleccionarios o sociedades mercantiles. ¿Qué nuestros caudillos? Agentes de grandes sociedades financieras, paisanos astutos impulsivos que veían en la presidencia de la República el último grado de la carrera militar.”

Por ello en el Teatro Politeama, el 29 de julio de 1888, les decía a los estudiantes de Lima:

            “Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer”. 

La independencia nos abruma como una montaña de plomo. Se diría que lamentamos la esclavitud perdida.”

González Prada ponía en cuestión la sociedad entera. Un siglo después de su muerte, y por su desidia, la sociedad peruana entera debe cuestionarse. Obstinarse en levantar casas en lugares prohibidos, en las quebradas, y no realizar las obras de prevención y mantenimiento mínimas, añade más desastre al desastre natural.

Publicado en El Montonero., 20 de marzo de 2023

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Sobre el Estado

Written By: Hugo Neira - Mar• 14•23

Hace un par de semanas, les traía un texto del colombiano Arciniegas sobre la crisis del Estado en América Latina escrito en los años sesenta. Ahora invito al amable lector a leer uno de mi autoría, que viene de un libro agotado (¿Qué es Política en el siglo XXI? Fondo Editorial USMP, 2018) en el cual traté la cuestión del Estado, la forma de organización que específicamente se ocupa del quehacer político, según la definición de la Enciclopædia Universalis.

El nacimiento del Estado moderno (de derecho,racional)es inseparable del conceptode soberanía. Esta viene acompañada de la “razón de Estado”. ¿Y qué razón es esta? La de salvaguardar al Estado mismo. Es un principio que entendía muy bien Richelieu, el objetivo prioritario del poder es el poder mismo. Y la pregunta que nos tenemos que hacer es si hemos terminado por ir lejos del momento en que Maquiavelo aconsejaba al Príncipe a no pensar en otra cosa que en la guerra. Tanto la guerra interna como externa ante otras señorías.

Un Estado es, ante todo, una “realidad política”, según el filósofo francés Alain Cambier, pues “un Estado que fuese un puro sistema de normas no sería sino una versión restringida e ineficaz del Estado mismo”. El año pasado, la población mundial sobrepasó los 8 mil millones de terráqueos. Cada diez años nacen 74 millones de chinos y 190 millones en la India, que será el país más poblado de la tierra. ¿Qué tipo de Estado mundial, qué burocracia, se atrevería a manejar esa inmensa humanidad cuando, Estado por Estado, ya es difícil la administración?

                                                                       ***

Del Estado, en genérico

[…]

¿Es posible una síntesis sobre el Estado? Al parecer lo es, si se abrevia en una primera parte la historia de la humanidad como lo hace el politólogo canadiense Gérard Bergeron (Petit traité de l ‘Etat), desde los “Estados” que faltan, en sociedades llamadas primitivas, o por el contrario, donde hay demasiado Estado con los imperios, que llamaríamos despóticos. El Estado aparece al final de la evolución humana. No hay señales de Estado cuando los australopitecos ni con los neandertales. Bergeron señala nueve gradas para llegar de la evolución de los homínidos al primer Estado. Los primeros son “gigantescas centrales de potencia”. Lo que sigue es más conocido, de la ciudad-estado al Imperio del mar. De lo bárbaro a lo feudal y a lo imperial. La segunda parte está consagrada a la emergencia del Estado ‘soberano’. Su reconocimiento se hace general en el XVII. Monarquía inglesa y francesa. Luego, una forma que es adoptada por un círculo de Estados. Y de dinástico a absolutista, de Hobbes a Bossuet, de Locke a Montesquieu, el Estado que constitucionaliza lo “nacional”.

En la tercera parte, aparece el Estado contemporáneo. Le parece omnisciente. Una definición, “el Estado como la organización de organizaciones”. Pero también estudia los casos de débil coherencia. Debemos detenernos en sendos puntos. A su parecer, la disciplina que estudia las organizaciones, tiene ante ese reto actitudes diversas. O bien lo considera una organización como cualquier otra. O bien lo tiene fuera del campo de lo investigable. Hay una tercera opción, hacerle el honor de considerarlo una megaorganización. Prefiere esta última. Pero su organización “no es la de un club de bridge, una firma o un ejército”. El Estado organización necesita una legitimización. Lo que nos remite a lo que Weber señala, las diversas legitimidades.

Bergeron confirma algo que viene de la realidad. La diversidad de Estados. En la época en la que escribe, ya hay 195 Estados y territorios no independientes. Casi todos miembros de las Naciones Unidas. En el proceso de la descolonización, muchos han cambiado de nombre: Congo Kinshasa, Rhodesia, Camboya y Ceylán se volvieron Zaire, Zimbabwe, Kampuchea y Sri Lanka, y algunos volvieron a recuperar sus antiguos nombres. La ruptura de Yugoslavia multiplica el número de Estados. Lo mismo la división de la ex Checoslovaquia. Todo este menudo proceso parece no tener mucho sentido. Pero, los trabajos del tipo emprendido por Bergeron permiten darnos una visión de conjunto. El Estado es parte del proceso de mundialización. O dicho de mejor manera, los países tienden a estatizarse. Es más, lo que está ocurriendo es que el planeta es uno, pleno de Estados. Sea la religión, la etnia, el lugar, el proceso comenzó en el XIX y se acelera en el siglo XX. El Estado alcanza la catolicidad, dice Bergeron, con ironía, puesto que católico quiere decir universal. No es pues una forma política, sino “la fórmula política tal cual”. Y se remite a una fuente, L’État dans le monde moderne (París, 1976). La obra me parece que es de Henri Lefebvre.

La contabilidad de los Estados es un ejercicio muy corriente. Yves Lacoste los agrupó en 33 “conjuntos geopolíticos”, salvo siete grandes Estados, URSS, Estados Unidos, China, India, Brasil, Canadá. Pero eso era la Realpolitik en 1988. En los días que corren, esas reagrupaciones no son ya usuales, se prefiere hablar de “la crisis de los viejos sistemas hegemónicos y de un mundo policéntrico”. Con más de 7 mil millones de habitantes, el asunto migratorio por todas partes, la desigualdad que provoca el crecimiento económico bajo las firmas transnacionales, la búsqueda de un desarrollo que no afecte a la pérdida del empleo, la aparición de nuevas formas de comunicación y tecnología de contacto inmediato, ocurre algo temible por ambos lados. La legitimidad la pierden de a pocos los Estados. Y también las organizaciones de carácter mundial. La crisis de la gobernabilidad es interior y exterior. De modo que si bien es cierto que se multiplican los Estados, esto puede ser un movimiento espontáneo de los pueblos y masas, de doble signo. O se preparan para defender sus señas o identidades, o para acelerar la mundialización misma. Me temo que nadie está en condiciones de decir cuál de esas tendencias concluirá por imponerse. O cómo en otros casos en la historia, surgirán formas ambiguas, combinatorias de una cosa o de la otra. ¿Y cómo se llama entonces, esa actividad que se ocupa de darle forma legal a lo inconexo y por momentos, irracional? Se llama la política. Pero no por haberla inventado los griegos lograron llegar a unirse en lo que pudo ser la helenidad. Nunca superaron la polis, el Estado-ciudad. Lo que permite a George H. Sabine decir, “el fracaso de la ciudad-estado”.

Sabine, gran profesor en Cornell University, autor de textos admirables por su minuciosa descripción del pensamiento político de Platón a nuestros días, tiene enjuiciamientos un tanto desmedidos. Diría un tanto provincianos. Strauss le habría criticado por partir de sus propias preguntas. A los antiguos —consejo de Strauss—, hay que interrogarlos desde sus propias preguntas. Lo cual demanda del historiador un grado muy grande de empatía. Los griegos son mucho más distintos de nuestra manera de ver las cosas de lo que creemos.  Claro está, nos resulta inverosímil que los griegos no realizaran algo más audaz que la ciudad-estado. Pero en ese caso también podemos señalar con el dedo, a las monarquías del siglo XVI al XIX, que se hicieron la guerra porque no pudieron reunirse en algo como la Sociedad de Naciones o las Naciones Unidas. O reprochar a incas y aztecas no haberse unido para rechazar a los Conquistadores. No lo hicieron porque ambos imperios no llegaron ni a rozarse¡! No debemos hacer, a los hombres del pasado, nuestras preguntas sino pensar desde su pensar. Los griegos nunca vieron la necesidad de algo más grande que la polis, entre otras cosas, porque no eran muy numerosos. Atenas en su apogeo llegaba apenas a 140 mil habitantes. Los reinos aparecen con un sentido demográfico. Los persas, sí eran numerosos. ¿Y qué tenían? Tenían reyes, sátrapas o funcionarios menores, diversos pueblos sometidos. Cada caso tiene su propia lógica. Y cada lógica, es una política distinta.

¿No hemos explicado, en las primeras páginas de este libro, que China crea el primer Estado con funcionarios y poder central porque necesita reunir diversos reinos e intereses en torno a obras hidráulicas para contener los grandes ríos y prosperar como sociedad rural? Y no hace eso con una nobleza —que como en otros episodios de la historia, son gente de guerra— sino con funcionarios llamados mandarines. ¡Con letrados! (HN, ¿Qué es Política en el siglo XXI? pp. 176-178)

Publicado en El Montonero., 13 de marzo de 2023

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«Buscando a Dios en el universo»

Written By: Hugo Neira - Mar• 06•23

Este libro de Ramón Tamames (Erasmus Ediciones, Madrid, 2018) busca a Dios en el universo. O el sentido de la vida, como señala el subtítulo. El lector es atraído por la foto de una nebulosa a 680 millones de años luz de la Tierra en la portada, llamada el Ojo de Dios. Economista, político y prolífico autor nacido en Madrid en 1933, Tamames nos invita a una obra peculiar y fascinante que reúne la ciencia y sus enfoques de trascendencia. Por mi parte, amante que soy de los libros, mis lecturas sobre la naturaleza y la exploración del universo que nos rodea no cesan nunca. Y en esta obra de nueve capítulos, Tamames se pregunta, en el tercero, si estamos solos, los humanos, en el cosmos, y si es para siempre. No sabemos si hay otros mundos donde la vida ha dejado de ser un misterio. Situamos la existencia del Homo sapiens sapiens (nosotros) a 35 mil años atrás pero no sabemos en qué momento emergió el Hombre pensante. Sin embargo, descubriendo las leyes de la naturaleza, especialmente la física cuántica, y mejorando la tecnología de observación de los astros y cuerpos celestes, vamos entendiendo cómo se forman los planetas y mueren las estrellas. Y nacen más interrogantes, como la de Lynne McTaggart, divulgadora científica, que sugiere que «hay un campo de energía cuántica que puede estar influida por el pensamiento humano» (Capítulo VI).

Cuando comencé a leer esas páginas, me sentí como en una obra de Julio Verne. No siendo ficción, se puede gozar del libro del español Ramón Tamames por la sencillez con la que trae temas muy complejos y la discusión en torno a estos, y que nos habitan. Por ejemplo, ¿de dónde vinimos?, ¿qué somos?, ¿adónde vamos?, también título de un famoso cuadro de Gauguin. El universo está en expansión desde el big bang o hay otros (multiuniverso), y otras formas de materia y energías, llamadas oscuras. Y la gran cuestión:  ¿estamos solos en el cosmos?  El libro estudia la vida y la nueva racionalidad,   los cerebros y la informática. ¿Qué somos? ¿O los exoplanetas nos esperan? No es algo que ponga de lado las religiones. No hay incompatibilidad. Puede que la ciencia ayude a recordar que, para el cristianismo, Jesús no tuvo muerte, qué sabemos. Y las nuevas ecuaciones… Por una vez, seamos modestos, el libro de Ramón Tamames no es un libro sino otra escalera para el entendimiento de nuestra condición. Felicitaciones, y muchas gracias por haberlo escrito. Si llego tarde en las felicitaciones, es porque me muevo entre países, una biblioteca y otra, pero siempre estuvo en mi lista de prioridades. Me alegro que esta obra tuviera múltiples ediciones en España por su gran acogida.

Publicado en El Montonero., 6 de marzo de 2023

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