¿Pandemia, hambre y elecciones? Tres abismos

Written By: Hugo Neira - Mar• 15•21

Qué tiempo este. Pero pestes y epidemias siempre las hubo, sarampión, viruelas, el dengue que no se ha ido, ni el sida, y más allá de lo que conocieron nuestras  tatarabuelas, hubo la gripe española de 1918, que llegó hasta nuestro país a pesar de que no estuvimos en la Primera Guerra Mundial que fue europea. En el mundo, esa pandemia hizo de 20 a 50 millones de muertos. Pero anteriormente hubo algo peor en nuestra historia. Cuando llega Colón al mar Caribe, y más tarde los conquistadores, por poco desaparece la población indígena tras las epidemias de tifus, escarlatina, viruela y gripe, que involuntariamente llevaban consigo los invasores. De hecho, en las islas del Caribe, habían comenzado a desaparecer aldeas enteras, bastaba que algún español tosiera o estornudara. Esa masacre no fue un producto voluntario. Nadie en el XVI conocía el origen de las pestes. El descubrimiento de «gérmenes» —así los llaman— solo ocurre con Pasteur, el 7 de abril de 1864. Pero hay que decirlo, el choque entre el Viejo y el Nuevo Mundo fue enorme. Cuando llega Cortés y su hueste, en 1519, había 25,3 millones de aztecas, zacatecas y en 12 mil tribus en el México de Moctezuma. En 1601,  tan solo un millón. En el peruano mundo andino, entre 1570 y 1620, pasaron de un millón doscientos mil a seiscientos mil. Estos datos fueron compilados por investigadores americanos, W. Borah y S. F. Cook. Y un americanista francés —que tuve la suerte de conocer cuando estudiaba en París,  Bernard Lavallé— de quien aprendí la importancia de ese inesperado cataclismo demográfico para entender la  rápida Conquista y el inmediato establecimiento administrativo del Imperio de los Habsburgo en las Indias. Tema que olvidamos. Nathan Wachtel explica ese Tahuantinsuyo post Incas, que no solo se desconstruye sino que pierde la fe en sus dioses. Los gobernó, por tres siglos, la tiranía de corregidores y curacas. Y el pueblo andino abraza la religión de los vencedores.

Hoy, la peste del Covid-19. En los tiempos contemporáneos, nunca hubo una pandemia tan  universal.  Pero eso no es toda nuestra actual desgracia. Por si fuese poco, estamos a días de unas elecciones. Y el humor colectivo es de lo peor si se considera 2016, 2011 y otros momentos electorales. Pero no hay más remedio. Sin embargo, no se confunda el lector, no estoy diciendo que no debe haber un 11 de abril sino que coincide con una situación tanto económica como emocional de la peor especie. Qué de problemas, pérdida de puestos de trabajo por millones, muertes de familiares que no tuvieron oxígeno, cierre de colegios, tiendas y empresas, lo que conduce a la inseguridad del futuro inmediato y a la desconfianza para con los políticos, fuesen los que fuesen. Cualquier política tiene una racionalidad, que desaparece cuando se abre el abismo. ¿La venganza colectiva en las urnas? No soy el único que así lo piensa. Jaime De Althaus: «la demanda de castigo es más fuerte que la esperanza o el miedo» (El Comercio, 05/03/2021)

Ahora bien, la paradoja. Meses tremendos pero fecundos. Algo se ha aprendido, lo precario de nuestro crecimiento económico y la terrible dualidad de los pocos que tienen empleos formales y el océano humano de los informales peruanos. Si algo se aprende con las pestes es que nos descubren todo aquello que no hemos construido: hospitales, laboratorios, y de paso la infraestructura de carreteras y vías férreas que nos faltan, y el hecho contundente que no somos un país que haya entrado en la Modernidad. Al menos, una visión dolorosa pero real y necesaria de lo que es el Perú actual. En la mentalidad peruana de antes que el Covid-19 nos abriera los ojos, hubo el narcisismo de considerarnos ya modernos y capaces de ingresar a la OCDE. Hoy, los contagios, las hospitalizaciones y la muerte nos devuelven a la realidad. Quizá nos estemos volviendo más modestos, más realistas, más pragmáticos. Puesto que como se dice, «hay mucho por hacer».

Por mi parte, sin que haya nexo alguno entre la poesía y la salud colectiva, se me viene a la memoria Los heraldos negros. La versión norteña de nuestro apocalipsis. «Hay golpes en la vida, tan fuertes/ … Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma…/». Y como dijo César Vallejo, «Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras/».

Los poetas suelen ser certeros. Una de esas «oscuras zanjas» es la necesidad de hallar un chivo expiatorio.1 Pero esta vez no podemos señalar la oligarquía porque ha desaparecido, aunque la reemplazan otras capas dominantes. Ni Sendero Luminoso o el terrorismo. O alguno imperialismo al cual echar la culpa. No solo se trata de los últimos presidentes, de los errores de Vizcarra, o si es capaz o no Sagasti. Si así fuese, no diría lo que voy a decir. Lo que tiene claro la ciudadanía no es por quién va a votar sino por quién de ninguna manera votará. En consecuencia, me intriga y preocupa el antivoto para con los candidatos. Lo cierto es que desde el 2020 al 2021, ha subido el deseo de no votar por tal o cual. Por ejemplo, Guzmán tenía un 45% en contra y ahora un 57%. De Soto, un 38% en contra en diciembre y ahora, un 44%. ¿Qué política es esta en la que no se confía en los políticos? Entonces, ¿en qué? Estamos entrando en la crisis de la representación misma.

Como se sabe, las democracias, desde el siglo XIX a nuestros días, funcionaron por la representación política. Un sistema para el Estado moderno, no vino de España sino de Inglaterra: «una multitud de hombres se convierten en una persona, de tal modo que este pueda actuar con el consentimiento de cada uno de los que integran esa multitud en particular». Habla Hobbes, en el Leviatán, «la unidad de multitud y persona». Un sistema siempre y cuando no haya malestar en elegir representación presidencial y de diputados (ese es su nombre, no el de ‘congresistas’). Pues bien, si no queremos Congresos, ¿quién o quiénes entonces encarnarán el poder? ¿O la utopía peruana es que nadie mande a nadie? ¿Cada uno en su ayllu? ¿Otra vez con su curaca? Cuando se hizo  incontrolable la ciudadanía, el mexicano Fernando Escalante la llamó «ciudadanos imaginarios». Y eso es lo que está pasando. Al desaparecer las instituciones políticas también desaparecen los ciudadanos de a pie. Esto se semeja a un suicidio colectivo.  

Cuando un pueblo no quiere ser reclutado en partidos o corrientes presidenciales y  como diputados, entonces surgen las elites. Nos ha pasado varias veces, pero por lo visto, es eso lo que nos puede ocurrir. Es hora pues de decir cómo se dañaron las reglas comunes: la lógica institucional en estos últimos años fue desdeñada, y eliminado el Congreso puesto que «el pueblo lo quería ». Fue una acción fatal. Hoy abundan los candidatos improvisados. «Hay 665 candidatos que cambiaron más de una vez de partido» (El Comercio, 27/02/2021). Algunos han pasado por seis agrupaciones, a saber, Perú Patria, Apra, Fuerza Popular, Sí Cumple, Alianza por el Futuro, y Alianza Solución. Notará el amable lector que esas «empresas electorales»  —no son partidos— evitan decir si son de izquierda o de derecha, o lo que sea. Los nombres de los supuestos partidos se parecen mucho a la manera como se bautizan los caballos de carreras para el hipódromo. Nombres estrafalarios pero que permiten inscribirse. Lo que es visible, y no es necesario ser politólogo para darse cuenta, es que ya no cuenta ni la doctrina ni la representación regional o ideológica, sino llegar a tener bancada. 

¿Cómo no van despertar sospechas en los electores esos casos de abierto oportunismo? ¿Cómo no van a sospechar los peruanos que los representantes quieren llegar al Estado para hacerse ricos? Y alguien señala que la abundancia de camaleones —así les llaman— prepara un posible fraccionamiento en el Congreso venidero. Habrá más bancadas. Será peor que todos los anteriores. El motor del desarrollo del subdesarrollo está prendido.

En fin, otra de las «zanjas oscuras» de Vallejo es el comportamiento de los diarios limeños. Apoyan sin escrúpulos a los partidarios de lo antipolítico. Con el pretexto de hacer una primera plana, clavan en los quioscos esa suerte de afiche que se mira pero no se compra. Hablo de la portada de El Comercio, el viernes pasado: «Fiscal pide 30 años de cárcel para Keiko Fujimori y entorno». Todos sabemos que si hubiese pruebas de ilícitos, hace tiempo que se hubieran puesto a la luz del día. Pero se trata de usar un tema legal que demorará en el Poder Judicial, y que en plena campaña hace daño. ¿Quién va a votar por alguien que irá presa por 30 años? Genial, felicitaciones por el psicosocial, ni el maestro —o sea, Vladimiro Montesinos— lo hubiese hecho mejor. Pero no solo es Keiko sino que en cuanto haya algún candidato que crece, le cortan las alas. En La República: «Empresas de López Aliaga tienen deuda coactiva de S/ 28,4 millones con Sunat».  Nada de esto incendia la pradera, como esperan los del «poder fáctico». Es al revés, la humedece. Y no quiero decir con qué líquidos. Es una pradera muy resbalosa para unos y otros. Pregúntenle a Vizcarra. Y a Sagasti, que cuando más vacunas llegan menos confianza le tienen. Yo creo que para todo esto hay que llamar a Freud. Tanto encuevamiento hace de Lima una ampliación gigantesca del Larco Herrera.

Todo esto no es lo que se llama política. El amable lector preguntará qué lo es. No es un combate en el que cada cual echa mierda al otro con tal de llegar a Palacio de Gobierno. Para el sociólogo que soy, «política es la gestión no guerrera de los conflictos» (Comte-Sponville). «Es una realidad universal que todo hombre en cuanto tiene poder, tiende a abusar, por eso es justo ponerle límites» (Montesquieu). «Resistir y obedecer, he ahí las dos virtudes del ciudadano. Con la obediencia asegura el orden. Con la resistencia asegura la libertad» (Alain, es un francés, no es Alan). Todo eso está en mi libro, p. 401, ¿Qué es política en el siglo XXI? Concluyo con «la política es una actividad. Su meta es el bien común. Lo público». No dije para hacer negocios. Y antes que el amable lector salga corriendo a comprar mi libro —lo encontrará en las mejores librerías del rubro— le transmito melancólicas predicciones. Jaime de Althaus: «el próximo presidente verá impotente cómo se consolidan las argollas y mafias dentro de las entidades públicas». Como comprenderá el lector, de aquí en adelante, no seguiré la evolución de las encuestas de candidatos presidenciales. Los dados ya están echados. La gente seguirá irritada e indiferente. Pobre Perú, necesitamos magnas construcciones y gigantescas modificaciones en la sociedad y en el Estado pero eso no es para ahora. No se educó al soberano. Es decir al pueblo. De lo que venga, todos seremos culpables.

1 Chivo expiatorio quiere decir que se busca personas o grupos a los que se quiere hacer culpables. La Alemania nazi le echó la culpa de la derrota a los judíos. Hay momentos en que un pueblo entero enloquece y se niega a admitir su propia responsabilidad.

Publicado en El Montonero., 14 de marzo de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/pandemia-hambre-y-elecciones-tres-abismos

¿Por qué al Barcelona se le llama «culés»?

Written By: Hugo Neira - Mar• 08•21

Lo cierto es que no salimos del lío de las vacunas. Me recuerdan una frase de Winston  Churchill: «Un camello es un caballo diseñado por un comité». Muchas opiniones, muchas manos. En este fin de semana ha estallado una indignación gigantesca: las vacunas chinas, resulta que solo logran el 11% o el 33% de eficacia según la cepa, en estudio preliminar de la Cayetano Heredia. El rumor ha corrido como un terremoto en el inestable mundo limeño de la ciberpolítica. Sin embargo, escuchando al médico Bustamante en el escenario de Beto Ortiz, se habla de vacunas «en proceso de estudio clínico fase II». Y hay otras, aprobadas luego de culminarse todas las fases de ensayo clínico, que circulan en el comercio mundial, sean chinas sean inglesas o lo que fuese. Entonces, las vacunas experimentales chinas fueron usadas con voluntarios peruanos. Y de ahí ese famoso 11% que alarmó a la opinión. Entonces, ¡hay dos fórmulas de vacunas venidas de China! ¿Y por qué no lo dicen? Las compradas están en fase IV. No son estas las del estudio de la Cayetano. El episodio de la compra de vacunas, tras una lluvia de mentiras y repartos caprichosos, ha acabado con la poca confianza que tenía la ciudadanía. Me pregunto, a un mes de las elecciones, con estos líos, qué tendencias políticas salen favorecidas. Por otra parte, hay los que creen que todo es cuestión de comprar vacunas, y sanseacabó. Son aquellos candidatos que ignoran o les molesta  que, planetaria y geopolíticamente, los países que producen las primeras vacunas solo negocian con los Estados. Yo no digo que eso sea bueno ni malo, sino que es así. ¿Pero qué es eso de entrar y robar las computadoras de la productora de Beto Ortiz y algunos discos duros? ¿Cuál es el ilícito que ahora se ocultará? Malas señas, muy malas. «Algo se pudre en el reino de Dinamarca» (Hamlet). 

Los culés

Las líneas que siguen se ocupan de los usos gramaticales del deporte que nos es el más apreciado, el fútbol. No se rían. No todo es economía, dinero, religión, poder, sino, en cada era, los juegos olímpicos de los griegos, el circo romano, la fiesta brava de los españoles. Si hay algo que verdaderamente representa la mundialización son los deportes, y entre ellos, el fútbol. El que inventaron los ingleses hace siglos y no el americano que se juega cogiendo con las manos la pelota. Pero no es del todo un deporte mundial, civilizaciones asiáticas, como la India y China, la practican pero poco. De más está decir que es algo que aprendemos desde niños, y nos dura toda la vida. Pero creer que un deporte es solo un estadio, es desconocer su poder. Club, grandes jugadores, campeonatos, estrategias, organizaciones mundiales, negocios, fama, e incluso, una manera de hablar y ver la existencia misma. Los goles son algo tan importante como el agon de los griegos (la vida como combate). O los gladiadores de Roma en su apogeo. Ellos nos hacen pensar en Espartaco, pero nunca los esclavos se liberaron, y el gladiador regresa a nuestro mundo por la magia del cine.

Entonces, ¿qué quiere decir «culés»? No fue mucho el tiempo que tomé para una breve investigación —algo que no hacen mis colegas periodistas—, hallar revistas europeas y un diccionario catalán-castellano, y entonces, la gran sorpresa. Los «culés» no eran los jugadores sino la barra brava, los hinchas acérrimos. Ya me parecía, porque decir «culés», es una transformación de la palabra «culones». Pero seguí investigando, y me encuentro con un asunto muy español, los enfrentamientos de clases sociales, como siempre, los de los ricos y los pobres. Y todo esto en el mundo catalán. Un apodo que tiene su historia. Viene de lejos. De los inicios del siglo XX, cuando el F.C. Barcelona jugaba en un pampón industrial, con unas estrechas tribunas en las cuales se sentaban los hinchas, y «entonces sobresalían los traseros de los espectadores». Lo que en castellano se llama culo, en catalán, es «cul».

Ahora bien, cuando se llegó a tener un estadio, no cabían sino 6 mil personas. Hay que saber que España llegó tarde a la modernidad industrial, a diferencia de toda Europa, y entonces, con estadios pequeños —dice la fuente española que he encontrado— «el público se acomodaba como podía». Sentados sobre los muros, rebalsaban. Y es evidente que la clase alta iba a las zonas mejores y más caras. Y los del pueblo, se apretaban para poder sentarse. Apodos no faltaron,  a los partidarios del Real Madrid les llamaban vikingos, al Atlético, indios. El Barcelona tiene por cierto una gran hinchada pero no les falta envidiosos enemigos, como ocurre con todo aquello que triunfa. En fin, lo de culones no tiene nada de gracioso, e insisto, no se dirige al equipo ni a sus jugadores sino a sus primeros hinchas. Una gruesa injuria, una ofensa. Y bueno, si los de la barras bravas eran obesos, ¿qué más da? Como se puede comprender, es un asunto español, de castellanos contra catalanes, de ricos contra proletariados, diferencias que se manifiestan como fue en una época, en el Perú, Alianza Lima con descendientes de afroperuanos, y Universitario, con blanquitos. Con el tiempo, esas categorías han perdido su inicial leyenda.

Pero a lo que voy, ¿qué hacen los comentaristas de los partidos de fútbol, aquí en Lima, en el otro lado del océano Atlántico, repitiendo como cotorras lo que han escuchado, sin darse un par de minutos para saber en qué consiste? Pero ellos creen que saben y no saben nada. Lo repito, no son los jugadores sino la barra brava, a comienzos del siglo XX¡! Y dicen, por el equipo del Barcelona, los «culés», con ganas y saboreando los labios como quien se come un chocolate. Se creen muy informados, lo dicen y lo repiten, sabiendo que la distancia gramatical del castellano y el catalán es mínimo, culo y «cul». Pero lo hacen como si  echaran una guirnarlda, un adorno, a algo fétido, pestilente. Ese apodo me suena una insinuación perversa. ¿O nos están  diciendo que en el deporte más varonil que todavía existe, hay gente que se ocupa de mirar las nalgas de los varones sentados en las tribunas? Si es eso, díganlo, y no se hagan los desentendidos. O una vez más, nos tropezamos con la desidia.  

Es cierto que la definición del hombre, el varón, en los inicios del siglo XXI es variada, no hay un modelo único. Los «nuevos padres», que se ocupan de sus hijos más que en otras épocas, son una evolución reciente. Por otra parte, la emancipación de las mujeres, ya no destinadas a las tareas domésticas como en el pasado. En las parejas modernas se reparten un tanto esas tareas sin que haya crispaciones en los varoniles esposos. El principio de igualdad de los sexos ha cambiado radicalmente la vida contemporánea. El orden patriarcal está mutando. Sin embargo, también crecen abusos con las mujeres, asunto que ocurre en las más avanzadas sociedades del planeta. Y no digo más. Ni me ocupo ahora del género. Ni sobre la aceptación de heteros o de homos, o bisexuales. Lo cierto es que el tipo de macho brutal, estilo Don Juan mexicano con bigote, pistola y sombrero, es un estereotipo que alimentó el cine en los años 40 o 50, hoy un mito que ha perdido su vigencia. Aparecen otras formas de ser varón, por ejemplo, en las canciones de los cantantes. Después de los hippies de cuando yo era joven a la estética de estos días, hoy el cantante, o actor joven, habla dulcemente, casi llorando, moviendo las manos y devorado por los sentimientos y emociones. Duros ya no hay.

¿Hay una nueva estética? Las edades, por ejemplo, hoy no tienen la organización tradicional. Veo adultos mayores vestidos como sus nietos o bisnietos. Y un joven ¿es siempre una novedad? ¿No hay acaso jóvenes conservadores que, por cierto, no lo dicen ni lo piensan? ¿La fábrica de varones está por otro tipo de seducción y otras formas y otras comunidades? ¿Cuáles son los códigos de la virilidad? Después del rock, el rap, ¿qué viene? Los padres que se ocupan de los niños, ¿son unas madres como las otras? ¿Es verdad que nosotros los hombres no pensamos sino en eso? Ya saben que es «eso». 

Nos vemos el próximo lunes. Y dejen de decir a los jugadores del Barça, los «culés». Repito, no es el equipo sino los hinchas. Y eso, casi un siglo atrás. Da vergüenza que usen en la radio y la televisión local un apodo que no entienden.

Publicado en El Montonero., 8 de marzo de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/por-que-al-barcelona-se-le-llama-cules

Los 487. Privilegios y sultanismo

Written By: Hugo Neira - Mar• 01•21

Sigo ocupándome del escándalo del reparto de las vacunas pero no como lo hace la prensa limeña. A una maña política le siguen gacetilleros que eluden lo principal, o sea los vacunados ilícitamente, gente de la jerarquía más alta en la administración. Estoy seguro de que el amable lector habrá también percibido que todo gira sobre tres personas, obviamente  Martín Vizcarra —después de lo mucho que lo alabaron— la exministra Mazzetti y Elizabeth Astete, excanciller. Es cierto que el doctor Germán Málaga ha tenido que responder hace poco ante el Congreso. Todo eso da la impresión de un puñado de personas. Cosas así también han ocurrido en países latinoamericanos. Pero nuestro caso no es cuatro gatos. Lo que cuenta son los 487. Lo social. Pero los medios de comunicación buscan su chivo expiatorio ahí donde yo veo algo más ancho y profundo. Una manera de ser.

Comenzamos por la distribución de las vacunas de modo arbitrario y caprichoso. Pudo salvarse, como ocurre en la Venezuela de estos días. Lo que hizo un gran daño fue el secreteo. En cambio Maduro ha dicho públicamente que la vacunación comienza con los congresistas y el partido, y sanseacabó. A Vizcarra lo traiciona Vizcarra.

Ahora bien, tenemos pues que admitir la ambivalencia social en el Perú de la peste del Covid-19. Por una parte es una maldición pero a la vez, una suerte de bendición. Hemos descubierto nuestra precariedad, los informales, los que si no trabajan hoy no comen mañana. Y creímos que ya estábamos listos para entrar al club de los países del OCDE (¡!) Pero también hemos  descubierto la vanidad de los funcionarios. ¡Se les cayó la máscara! ¿Funcionarios, para el servicio a los ciudadanos? ¡Por favor! Estamos ante una revelación, en el actual Estado hay gente con una mentalidad inadecuada a la vida peruana del siglo XXI. Se toman como superiores y en consecuencia, merecedores de privilegios. Lo he dicho, viven en una república pero ellos son neocoloniales.  

Quiero reflexionar a fondo sobre el sentido de ese desdén. Soy profesor universitario y también periodista. Y usaré tres herramientas, o sea, tres conceptos. Patrimonialismo. Luego, sultanismo, concepto que utiliza Jorge Basadre en su último libro antes de morir. Y también, lo que se llama behaviorismo. La palabra behavior quiere decir la conducta de una persona y por ello interesan a los científicos sociales norteamericanos los comportamientos. Y por cierto, empresas, finanzas, mercado, y claro, políticos. Tres llaves para comprender el Vacunagate limeño.

Lo patrimonial es normal, legal: un bien, una herencia. «Mi abuelo me dejó su casa». Pero ocurre que también el patrimonialismo era para príncipes, que usaban palacios y castillos, como si fueran sus propietarios. Y hoy en día, es el caso de la Casa Blanca de USA, en la que cada presidente —y en especial, su esposa— lo decora como le parece. Entonces, si esto es así, los 487 han actuado como si fueran la prolongación de la nobleza criolla que desaparece cuando las primeras constituciones (1823, 1828, 1834 y 1856). Pero por lo visto, como si fueran el Conde Drácula, regresan.

El otro concepto lo usa Basadre, en las páginas 36-38 de su último libro, y como era un hombre honesto además de su inmenso talento, no deja de decir que proviene de Max Weber. «¿Qué es sultanismo? Es un régimen que ejerce el poder sobre la sociedad. Sin embargo no lo discuten pese a que deja de lado las leyes. Lo que cuenta es el poder como instrumento personal de un líder». Weber incluye el concepto de sultanismo «en la forma de ejercer». Entonces, por una parte, muchos de los 487 se deben haber sentido alagados, agasajados. Como si los invitaran a un viaje en el avión personal del presidente. Por otra parte, ¿cómo decirle ‘no’ al sultán?

Ahora bien, la conducta humana no es un misterio, lo entienden psicólogos, antropólogos, sociólogos y en particular, los políticos. Y aquí viene la clave de todo lo que nos rodea, ¿cómo somos los peruanos? Vasta cuestión, ilimitada, enorme. En otras ocasiones he dicho y escrito, en este mismo diario El Montonero, que el paradigma de la integración nacional más que una realidad es un anhelo. Por lo general, se habla de multiculturalidad. Término que se puede usar también en sociedades avanzadas donde el racismo, pese a todo, no ha desaparecido. Los Estados Unidos de Trump es un ejemplo. Para el Perú, lo específico es su complejidad. Así lo entendió mi gran amigo Carlos Franco, la identidad peruana se está formando «en el cruce entre clase, región y etnia». Franco: «la migración constituye la experiencia vital más importante y común a una mayoría de peruanos». Pero la manifestación cultural, es decir las conductas, cambian y se reproducen como los virus. Y pasan por mutaciones.  

Es así como se ha hablado de identidades desde la de cholo —entre insulto y amistad— a la de cultura chicha, idea que tiene también mucho de despectiva. Pero también «burguesía chola» (De Soto). Se ha querido siempre dar un solo nombre a la ciudadanía peruana pero ni Matos Mar nos dijo cuál era. «El nuevo rostro del Perú», de Matos, pero no le pone nombre alguno. ¿Nuevos partidos cholos? Carlos Iván Degregori en su último libro antes de dejarnos (El aprendiz de brujo y el curandero chino) ve la diversidad, pero hay quienes investigaron las tendencias más hegemónicas. Voy a traer a esta crónica algo y alguien que nos define, tras observarnos, una crítica feroz.

Si estuviéramos en un avión, diríamos «abrochen sus cinturones». Miren lo que dice de nosotros.  «Observo la vida social, económica y política y se verá como el rencor es en ellas sustancial.» Le llama la atención «el odio». Y sigue:  «¿Cuál es la causa de este mal? ¿Cuál es su remedio? He aquí dos puntos que podrían estudiar nuestros sociólogos. «La causa se encuentra, como ya lo hemos insinuado, en la falta de actividades y de ideales». Y luego nos compara con otros países cercanos: «Pueblos soñolientos y perezosos son presa fácil de los rencores y las envidias». «Nuestra historia está constituida por una sucesión de rencores suicidas». Además, nos dice que «somos incoherentes». «Todos en el Perú, salvo personalidades superiores, tienen una vida incoherente». «Faltan ideas centrales y pensamientos directores». Luego, dice que «el medio social en que se vive tiene la apariencia de un campo de enconada lucha».

¿Y qué me dirá el lector? ¿El que lo dice es algún marxista, un terrorista? No, el autor era liberal, y muy católico. Otro lector dirá, «un fracasado», «un resentido». Para su sorpresa es alguien que tuvo éxito, alguien famoso, bella carrera diplomática al punto de ser Presidente de la ONU en 1959. Autor de muchísimos libros sobre la vida peruana. Es hora de levantar el velo de la ignorancia, el autor de esa crítica de lo peruano es Víctor Andrés Belaunde. Y los fragmentos vienen de las Meditaciones peruanas. O sea en 1912. ¿Se sorprende? La gente del 900, como Riva-Agüero, como Francisco García Calderón y por cierto Belaunde, fueron sinceros y críticos. Lo que pasa es que los peruanos de hoy no conocen sus clásicos. Y se lee muy poco. Y por lo tanto, no saben que nuestros pecados capitales vienen de un pasado que no muere.

A Victor Andrés Belaunde lo he traído a esta nota para que se comprenda que nada hemos mejorado del inicio del siglo XX al XXI. Incluso, culturalmente, hemos retrocedido. Prácticamente no hay política, que no solo es ir a llenar las urnas sino que haya partidos y líderes que discutan entre sí. No hay nada de eso. Como muchos lo dicen, lo que creemos política no es sino un canibalismo. Los peruanos tienen un problema, el «otro». Se enfrentan culturas, etnias, cosmovisiones, no partidos. Y se difama en los diarios que cada día venden menos.

Mientras el poder se halle en manos de palaciegos, no tendremos ni nación, ni Estado moderno ni vida colectiva. Y menos progreso y paz. Por eso me preocupan cuantos 487. Ellos son a la vez víctimas y cómplices del sultanato del 2016 hasta estos días. En suma, nos falta ciencia y conocimientos. Y otros comportamientos en materia de vida política. Y escuelas en las que se encuentren jóvenes de todos los estratos sociales. Sino el XXI será un siglo de catástrofes.   

PD: Conozco el libro de Carlos Paredes. Por una parte, es un muy buen trabajo de investigación. Se basa en entrevistas que revelan las trampas y mentiras de Vizcarra. Se ha vuelto ya un best seller.  Sin embargo, a mi parecer, el título, El perfil del lagarto, revela no solo al personaje sino al autor. Un lagarto, como metáfora de alguien que es frío. Pero, ¿qué cree el joven Paredes, que un político es un sentimental?  En nuestro país no se entiende todavía qué es política, qué es el político y qué lo político. Continuaré el próximo lunes.

Publicado en El Montonero., 1 de marzo de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/los-487-privilegios-y-sultanismo

Peor que una guerra

Written By: Hugo Neira - Feb• 22•21

«La verdad del escritor no coincide con la verdad

de los que reparten el oro.»

—Camilo José Cela, español

La guerra tiene sus momentos de tregua y paz, pero en estos días y meses, lo que nos llega son una serie de derrotas. Ni siquiera podemos decirnos, como en la guerra civil de España, «no pasarán». Hasta los terremotos tienen un tiempo y una fuerza y los miden. Hay una escala sismológica de Richter, de 2.0 a 7 o 9. Nunca se ha llegado a 10, sería el apocalipsis. Pero ¿qué logaritmo aplicamos cuando descubrimos —nosotros los peruanos y el mundo entero — que la lista de los que se creyeron privilegiados para vacunarse ilícitamente no son un puñado de conchudos sino 487? Funcionarios, empresarios, e incluso el nuncio del Vaticano (¿?!) Tenemos decesos diarios muy altos y también un alto número de contagiados, pero estoy pensando también en los que todavía estamos con vida. ¿Qué efectos produce ya el impacto moral, político y social cuando se pasa por un quiosko y los diarios tienen en la primera plana al retrato de la exministra de Salud Pilar Mazzeti que también fue inoculada contra el Covid-19 y el títular: Engañó al país? Cuando haya terminado la pandemia, quizá por el 2022, el número de sobrevivientes sera enormemente superior al de las víctimas de la pandemia, pero ¿en qué estado de ánimo? ¿Qué efectos dejará la repartija de las dosis? ¿Con qué logaritmo se mide la huella dejada por las mentiras y la indignación?

La pendejada del silencio. Si se habían vacunado algunos antes que otros, había que decirlo. Incluso si Martín —¿quién otro sino Martín el Vivo?, como dice Carlos Basombrío en El Comercio— hubiese dicho que la gente del aparato administrativo también tenía que ser vacunada, puesto que sus funciones los llevan de aquí para allá. ¿Pero calladitos? ¿No unos cuantos sino 487 personas? Como decía Cantinflas, ahí está el detalle. No solo Vizcarra sino gente madura y con puestos importantes, y que ahora las están viendo negras. ¿Quién les invitó a ese juego de esconderse? ¿Quién les aconsejó, Maruja la hija de una bruja? Prefirieron la maña, el matalascallando, la hipocresía. Es feo lo que ha pasado. Muy asqueroso, repelente. Ahora puede que cualquier funcionario se le suponga amigo de hacer trafas. Cuántas familias peruanas no perdonarán la pérdida de sus queridos parientes en estos meses, lo recordarán por generaciones. Hay cosas que no se olvidan.

Tirar dedo en el Perú ha sido corriente, pero esta vez, en plena pandemia, es algo muy desubicado. Ya se sabía que las cosas no iban por la avenida de la confianza dados los efectos de la corrupción de Odebrecht y Lava Jato, pero al menos tenían un Estado. Hoy ese frágil lazo entre gobernados y gobernantes se ha desgastado al límite. La distancia social entre quienes trabajan en el gobierno y la gente corriente, gracias al escándalo, ha aumentado en desconfianza. Y no sabemos qué va a pasar no solo en las elecciones (sí es que las hay) sino en la vida corriente. Eso de la distancia social (Bogardus social distance scale) es un asunto tan importante como el ingreso a las categorías A, B, C, D y E. Las vacunas mal servidas, marcan un antes y un después. Hoy tener un cargo administrativo en el Gobierno ya no es algo prestigioso.

Sin embargo las interacciones dentro de las sociedades son frecuentes, por ejemplo en los Estados Unidos, hartos los negros de ser despreciados, inventaron el «Black is beautiful». Lo negro es bello. Sin que se logre una armonía completa entre blancos y negros. Así como en Lima, «Cholo soy y no me compadezcas» de Luis Abanto Morales, que viene a ser la toma de conciencia y la Marsellesa de los emigrantes andinos hacia las ciudades y en particular, Lima.

¿De qué estamos hablando? De un tema esencial, la relación del peruano con el otro.  No con el extranjero o el turista, sino ante andinos, cholos, criollos, afros y asiáticos. O sea, ante el peruano corriente. Pero todos sabemos que después de la emigración espontánea, desde los años 40, las «ojotas porfiadas» de Jorge Basadre llenaron las ciudades y en particular Lima, y la tradición y la modernidad se mezclaron.  El Perú es hoy un país culturalmente plural. Esto lo nota Matos Mar, a la mitad del siglo XX, con la idea del «desborde». Y Golte & Adams, Los Caballos de Troya de los Invasores. Hoy hay un Perú urbano y amestizado, puesto que el campesino andino deja no solo los Andes sino también el pasado. Hay que comprender que más que clases tenemos estratos sociales, con valores y comportamientos distintos. Podemos decir que dos modalidades de vida se enfrentan: los Andes y la civilización occidental. Pero lo de occidental es más bien flojo, no tenemos una herencia alemana o italiana sino de España en su momento Imperial. Muchos sociólogos y antropólogos nos sitúan como «sociedades plurales». Y en fin, la aparición de culturas, esta vez urbanas, aumenta las identidades y no solo hay cholos y pitucos, sino novedades, lo que se llama el achorado.

Yo no digo cosas porque se me ocurran. Razono como historiador y sociólogo. Y me apoyo también en otros estudios. Por ejemplo en Lima y sus arenas: poderes sociales y jerarquías culturales, de Danilo Martuccelli —en parte francés y en parte peruano—, un libro que todo peruano debería conocer. Del achorado dice lo siguiente: son mutaciones individuales, y el achorado que ha aparecido en las últimas décadas, es la figura muy polémica. Un achorado es el que «fuerza las situaciones». Tiene la habilidad del criollo, lo cual es proverbial, y marcada por la prudencia. Y «el achorado es un atropellador imprudente; el migrante-propietario un individualista posesivo» (p. 262). Dice más cosas, tiene diversas caras para «lidiar, con ingenio, en medio de las arenas urbanas». Arenas significa algo muy inestable. Esos son los libros de los que conocen la compleja sociedad peruana, antropólogos y psicólogos, y no brujos como parece que prefería el penúltimo presidente que tuvimos.

¿Qué les pasó a los 487? Les ha faltado algo que se llama empatía. No quiere decir simpatía, un almuercito, una sonrisa, una seducción. Déjemos eso a los políticos. Concepto nuevo, empatía quiere decir la capacidad de cada uno para ponerse en el lugar del otro. Si había 487 personas —que no eran ni analfabetos ni menos cualquier gente sino profesionales—, ¿no hubo alguno que se hiciera esta pregunta: qué van a pensar los otros? Para mi manera de ver esta gigantesca estupidez y dado que no soy jurista, no me ocupo de saber si la irresponsabilidad es de ética o legal o moral. O cuántos años de pena se le daría a Pilar Mazzetti y a la señora Astete, ni de las denuncias constitucionales contra Vizcarra. Me asombra —miento, me aterra— la distancia social de estas capas de profesionales peruanos del mundo popular, y en particular, de los más pobres. Tengo la impresión de que no nos hemos librado de las costumbres coloniales, pese a dos siglos. Se han portado como los oidores criollos antes de la llegada de San Martín, o sea, han pensado sin decirlo, «merecemos este privilegio». Y los negros, los indios, los cholos, pueden esperar, porque somos los mejores. Lo peor es que parte de ese pensamiento es cierto. Pienso en los rectores y vicerrectores, las altas autoridades de la Universidad Cayetano Heredia y San Marcos. Qué lástima esa pérdida. Es el caso del Dr Málaga: su error no es vacunarse tres veces sino otra cosa, profundamente anclada en el pensamiento de «los zorros de arriba», como diría Arguedas. Y consiste en sentirse distintos y superiores. Y algo peor, no son republicanos, no creen que vivir en una república como la peruana, es vivir con gente que es tu igual. No lo creen ni amarrados. No son ciudadanos, aunque fueran excelentes científicos. Manejan las ciencias naturales del siglo XXI con la mentalidad social del siglo XVII. Y esto debe preocuparnos: por una parte, el pueblo no es tonto, y se siente humillado, marginado, despreciado. Y por otra parte, ¿cómo se puede tener democracias cuando ese régimen político, desde los antiguos griegos, necesita que haya ‘demos’? Igualdades. No lo tenemos. Tenemos estratos. Unos encima de otros. Por eso no hay una identidad peruana sino identidades distintas que además se detestan. Es hora de decirlo.

Pero como decía mi abuelita, que era arequipeña italiana, Angélica Damiani, «no hay mal que por bien no venga». Se les ha caído la máscara. Viven con nosotros peruanos poscoloniales. Dispuestos por supuesto a todo tipo de despotismo, de izquierda o de derecha, con tal que ellos sean lo que fue la nobleza colonial en el Peru virreinal. «La pobre y tonta nobleza criolla» la llamó nada menos que Riva-Agüero. No tuvieron ningún poder cuando vino la Independencia. Les salió de la nada la gente de abajo, los mestizos, los que sabían montar a caballo y guerrear —Gamarra, Ramón Castilla, los caudillos—, 40 años de guerras civiles. Y acaso es lo que se nos viene encima. A veces la historia castiga y se repite.

En fin, no estamos en la modernidad. Se fabrican distancias sociales. Prolongamos castas y etnias que vienen de la colonia. Y el Estado, que se dice peruano, en vez de entender y servir a la variada comunidad que habita este territorio, acaba por insultarla, jugando a esconder las llaves de la vida. Qué bien. Ya sabemos qué son. Marqueses y duques fallidos. Al borde mismo de la huachafería. Y esas vanidades no se curan con vacunas. Jugar al secreteo y tener adivinos. Genial. Eso en pleno siglo XXI. Si lo cuento en el extranjero, no me van a creer… ¡Para qué la novela si la realidad peruana es absolutamente surrealista! Nos vemos el próximo lunes.     

PD: estoy completamente en desacuerdo con Darío Sztajnszrajber, filósofo argentino. Él sostiene que el bien y el mal están en crisis (El Comercio, «Luces», 21/02/2021). Desde Kant, sabemos todos los seres humanos cuándo hacemos el bien o el mal. Y desde el cristianismo, hace 2000 años, que existe el libre albedrío. En el campo del pensamiento, muchos argentinos son europeos de cuarta categoría. Lo que dicen es para llamar la atención.

Publicado en El Montonero., 22 de febrero de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/peor-que-una-guerra

Un libro sobre mandatarios del Perú

Written By: Hugo Neira - Feb• 15•21

I

El jueves pasado, la Municipalidad Metropolitana de Lima reunió a los autores de un libro que se titula Presidentes y Gobernantes del Perú Republicano. Lo presentarán pronto. Ese jueves hubo un encuentro obviamente virtual. Nos reunió Juan Pablo de la Guerra de Urioste, Asesor de la Municipalidad que ha dirigido el equipo colaborador que se puso en contacto con cada uno de nosotros. En el prólogo y en la introducción, el señor Alcalde, Jorge Muñoz, y el organizador Juan Pablo, declaran que su intención era producir esa obra para celebrar este 28 de julio con una conmemoración de los 200 años de vida republicana. Y lo han logrado. Ahora bien, son por lo menos unos 70 personajes, desde José de San Martín y Matorras y Francisco Javier de Luna Pizarro, «un fiero republicano», hasta Pedro Pablo Kuczynski. El libro contiene 70 biografías. Y es larga la lista de obreros intelectuales que lo han hecho, entre los cuales me encuentro yo. Para mí, lo veo como un honor.

Esta obra de la Municipalidad tiene un toque original y particular, diría, su primera virtud. Se ocupa de los que se llaman «gobernantes». Es decir, aquellos que fueron transitorios, provisorios. Por lo general, se les deja de lado. De los gobernantes, un ejemplo, Andrés Reyes Buitrón, quien era presidente del Senado y que, en la situación de las pugnas de Gamarra y de la Fuente —típicas de los caudillos—, asume interinamente el Poder Ejecutivo de junio a diciembre de 1831. Como se comprenderá, ocuparse de Piérola o de Leguía, es más cómodo por su extensa bibliografía. En la obra que comento hay varios gobernantes, y puedo imaginar el esfuerzo de investigación para encontrar sus huellas, pero lo han conseguido. Por lo demás, no nos debe sorprender, en nuestro tiempo, Valentín Paniagua Corazao, que asumió la presidencia del Congreso en un momento muy difícil —fuga de Alberto Fujimori— y condujo el país a las elecciones democráticas del 2001. En suma, esta idea de tomar en cuenta no solo los presidentes sino también los gobernantes, permite ver los momentos críticos. Una idea que no tuvo ni el propio Jorge Basadre, dicho esto con todo mi respeto para el gran historiador de la vida republicana peruana. Esta visión integral no es su única virtud.

La segunda virtud la aprecié cuando tuvo el libro en las manos, me lo hicieron llegar unos días antes. Y lo que voy a decir después de su lectura, viene de mi absoluta sinceridad. He leído uno por uno los trabajos de esa obra. Y puedo decir que los editores han tenido la lucidez de reunir autores capaces de una descripción que haga conocer «el legado» de dos siglos. En mi lectura he comprendido las experiencias históricas individuales tanto de presidentes como de gobernantes. En breves páginas, lo cual es magistral, desfila la vida, las ideas y circunstancias, y la razón de sus acciones. No es este un «album de héroes» aunque los hay. Ni una historia imaginaria, como suele ocurrir. Es memoria de cada personaje y se nota la voluntad de un culto a lo verdadero. Una actitud, sin la cual no hay historia posible, ni nación, que casi estaba perdida.

La tercera virtud es el diseño de la portada del libro y su diagramación, obra de Alfredo Puccini, que tuvimos el gusto de conocerlo en esa reunión virtual. Es un libro hermoso. No solo bien construido sino que se ha acudido a la acuarela para los rostros de los presidentes y gobernantes. Pintor, Javier Rodríguez Canales nos hizo saber que se inspiraba en Pancho Fierro. Pintor, mulato, criollo, sacerdote, sus acuarelas —más de mil— nos hacen ver las costumbres corrientes de ese Perú todavía colonial, y los colores, tan originales.

La cuarta virtud, han editado 5 mil ejemplares. Pero no será un libro comercial. De este proyecto irán a otros proyectos. Probablemente una segunda edición, que puede llegar al público. Y acaso en lo virtual, pero también en papel. A los que hemos aportado con nuestro trabajo, 10 ejemplares con las breves biografías (y por breves, más exigentes). A mí los organizadores me pidieron ocuparme de la vida de Alan García. Es lo que hice (pp. 384-388). Lo agradezco, nunca fui aprista, pero tampoco antiaprista. Los antis y los odios no son parte de mi conducta de ciudadano y menos cuando escribo y razono. Con Alan, nos unía muchas cosas, estudió en Francia con profesores que también fueron los míos y finalmente, tuvimos los mismos sueños de nuestra generación.

En fin, en ese encuentro nos agradecieron pero, en realidad, somos nosotros los que felicitamos y agradecemos. Mi entusiasmo por ese libro es que he encontrado, a mi vuelta de Europa, diversos cambios positivos pero a la vez, una cultura peruana empobrecida. Peor que la pandemia es la ignorancia. Ella comienza en las aulas mismas. En general los países del mundo forman cerebros, espíritus, hacia el saber y el conocimiento, y en las aulas, dan lecciones para ser ciudadanos. Pero el caso del Perú, que ya lleva 30 años, es lo contrario. ¿Cómo es posible que se quiera tener un país desarrollado si en las escuelas se ha eliminado las humanidades y de paso, la historia del Perú? Pero este libro es un retorno a la sensatez. Las vacunas van a salvarnos, pero la ausencia de conciencia y la agresiva ignorancia es nuestra enfermedad más grave, de ahí provienen nuestros defectos peores. Seamos claros, se cura una sociedad de una enfermedad con vacunas. Para  males espirituales se curan con libros. «Esa cosa que los escolares no conocen», dijo esta tarde uno de los autores, joven y profesor de secundaria. Pues ahí tienen algo que puede ser un retorno a la razón.

II- Y nosotras, ¿qué?

Supongo, sin embargo, que la corriente feminista, a la que saludo con todo respeto, se preguntarán: Y nosotras, ¿qué? Sí, pues, es cierto que todavía no ha ocurrido que una mujer sea presidente de la República del Perú. Pero eso no significa que no hubo en el siglo XIX y el XX mujeres valerosas e intrépidas. Hubo una Francisca Zubiaga, la Mariscala, esposa de Agustín Gamarra. Y si queremos profundizar, esa mujer excepcional llamada Micaela Bastidas Pumacahua, descendiente de africanos cubanos, mulata, bella, «tez bronceada, cabello ondulado», esposa de un descendiente de la nobleza inca, José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II). Ella, la primera consejera del rebelde, un 4 de noviembre de 1780, puso el primer grito de libertad. Pero nada de esto, sin dejar de ser cierto, me parece poco para lo que ha sido la larga marcha de las hijas de Eva en nuestra historia.

Cierto, tenemos una universidad Micaela Bastidas, pero el rol de las mujeres se nos ha quedado estancado en dos circunstancias. La primera, las guerras de la Independencia. Y la otra, la explosión de un feminismo liberal en el Perú decimonónico. Tanto como la rebelión de pensamiento de Manuel González Prada, las escritoras de 1870 hacia adelante. Las conocemos: Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera. No están solas, Teresa González de Fanning, provinciana, venida de Áncash, o Carolina Freyre, de Tacna. Tenemos que reconocer que juega un rol importante Juana Manuela Gorriti, argentina, entre 1876 y 1877, se instala en Lima y sus veladas literarias influyen en las peruanas. No era, pues, un asunto nacional sino una modernización, un salto hacia adelante. Miremos un instante el título de las obras de Mercedes Cabello, La emancipación de la mujer (1884). Y La religión de la humanidad (1893). Todo está dicho.

Pero, ¿eso es todo? No es posible ocuparse solo de las heroinas de la Independencia o los escritoras del fin de siglo XIX como si no hubiera habido un cambio social, que convierte a mujeres activas en la vida política, tras su influencia en sus esposos.* No olvidar que la mujer en el Perú solo tuvo derecho al voto en 1956. Pero en los decenios anteriores, ¿solo rezaron, educaron a los hijos sin salirse de las costumbres, ser «el ángel del hogar»? ¿Y en Lima y las tapadas?

¿Podemos imaginar la difícil vida de José Carlos Mariátegui sin sus viajes y el haber desposado a Anna Chiappe, que se ocupó de los cuatro hijos pero también de la conservación de los archivos de Mariátegui, y de la Librería Minerva? ¿No dijo Mariátegui —aunque no fuera dado a la poesía— «la vida que me diste»?  Y acaso en el aprismo en sus inicios, ¿no estuvo una mujer excepcional llamada Magda Portal? ¿Y no hubo una Hilda Gadea? No era una simpatizante sino y por primera vez, una mujer en el Comité Ejecutivo Nacional del APRA. Y esto, en los  terribles años, 1948. Y exilada, conoce a un joven argentino, que andaba por Guatemala y México un tal Ernesto Guevara. Fue la primera esposa del Che, luego hubo otra.

Alguien me dirá, las mujeres de carácter están en los subversivos. ¿Solo en ellos? Las mujeres peruanas en la vida política están en todas las capas sociales. No podemos dejar de lado a Violeta Correa, la secretaria privada de Fernando Belaunde en los años 50,  ella además en el partido Acción Popular como dirigente de Juventudes. Se casaron en el exilio, en 1970. ¿Y qué me dicen de la esposa de Juan Velasco Alvarado, Primera Dama, Consuelo Gonzales Posada? Y del presidente Odría, puesto que su esposa, María Delgado Romero, como me lo han contado gente de esa época, era muy popular. ¿Y qué hacemos con el rol de Eliane Karp al lado de Toledo? ¿Y de Pilar Nores, la esposa de Alan, y sus trabajos en las comunidades andinas —entre otras actividades— su labor con Sembrando, introduciendo tecnología en la vida campesina? Yo he visto una aldea cercana al Cusco, a la que moderniza cambiando las cocinas rurales.

¿Estamos seguros que conocemos la historia del Perú y también de las hijas de Eva? Están muy seguros, acaso en exceso. A ver ¿quién fue Tocto Chimbu, princesa incaica en plena conquista española, hija de Huayna Capac y una de las mujeres de Atahualpa? ¡La regalaron al conquistador Hernando de Soto! ¿Quién hizo eso? Túpac Huallpa que era un inca independiente. Se hizo cristiana y se llamó Leonor. Tuvo hijas mestizas.  ¡Vaya usted a buscar filiaciones  y parentescos!

* Yo creo en la igualdad del hombre y la mujer. No me confundan, describo un hecho real. Por lo demás, si la Municipalidad construye un libro sobre la historia de la mujer en el Perú, eso será un arcoiris, de las santas a la poesía de Blanca Varela y las mujeres políticas, incluyendo demócratas y las de Sendero Luminoso. ¡Vaya obra! Hasta  el  lunes siguiente.                                                                                                             

Publicado en El Montonero., 15 de febrero de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/un-libro-sobre-mandatarios-del-peru