Que el dios de los sufragios nos perdone

Written By: Hugo Neira - Abr• 12•21

Escribo como siempre el sábado y El Montonero lo pone al uso en el domingo por la noche. Será ya tarde. Como ha dicho De la Puente en un canal, «el lunes será un día amargo». Por lo demás, he estado desde hace meses diciendo que la coincidencia de pandemia y elecciones nos llevaba al abismo. Lo he estado diciendo semana tras semana. Me leen, a veces me escriben, y todo sigue igual. Hay peruanos haciéndose el sueco, «todo va bien». La pachocha criolla, «nada va a pasar», pero desde la Guerra del Pacífico a Sendero Luminoso, nos ha pasado de todo. Y seguimos así, satisfechos. Por eso, «Yo no vengo a resolver nada. / Yo vine aquí para cantar / y para que cantes conmigo./» (Pablo Neruda, Que despierte el leñador).   

Lo que sigue son fragmentos de mis artículos en El Montonero, de ahí las comillas.

«Nuestro compromiso con la ley y la legalidad es el más bajo de la América Latina. El problema es agudo, la política peruana ha dejado de ser. La reemplaza una guerra interminable de clanes. Hay candidatos pero no hay una clase política. No hay debate sino odio al otro.» (Lo que nos junta nos separa, 2-8-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/lo-que-nos-junta-nos-separa)

Se queda la peste. «Se irá un día, pero nos queda la otra peste: el desconcierto ciudadano, la crisis de credibilidad, el desencuentro entre gobierno y sociedad, el clima de discordia y las desigualdades opresivas, y como resultado, el fatídico 2021, la urna como sanción. Y en este país de diversas crisis —política, moral y sin sociedad democrática— se nos viene, desde el afuera, riesgos inmensos. Algo nos amenaza. Y ni lo sabemos. Está en un libro de Francisco Durand, La captura del Estado.»  (Idem)

«Nuestro pueblo disocia el progreso socioeconómico de lo político-institucional. No cree que lo segundo impulse y permita lo primero. Ocurre que simple y catastróficamente, no se acepta que la democracia no es sino un gobierno de poliarquías, es decir, minorías diferentes en sus propósitos y métodos. ¿Qué se produce entonces? Algo imposible de utilizar en cualquier otra sociedad que no fuese la peruana. Lo que Carlos Franco llamó «lo representativo-particularista». Porque en el Perú se confía en los individuos y no en las reglas.» (Política, memoria y compasión, 7-7-2019 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/politica-memoria-y-compasion)

«La mentalidad ha cambiado pero con efectos perversos. (…) ¿Cómo ocuparnos de otros temas cuando vivimos una situación excepcional y planetaria? La pandemia y sus efectos económicos, sociales y mentales. En este instante, ¿hay otro tema decisivo? Lo dudo. Ninguna generación como la nuestra ha vivido algo tan dramático e inesperado.» (Covid-19. ¿Por qué los colectivos sociales desobedecen?, 12-4-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/covid-19-por-que-los-colectivos-sociales-desobedecen)

«Para evitar el matadero que se nos viene encima y del cual nadie tiene la culpa, me temo que nadie con poder va a tener la entereza, la presencia de ánimo, para establecer las reglas de la emergencia actual. Si eso no se hace, entonces, vivimos el crepúsculo del deber. El no gobierno nos haría un mal enorme. Lo malsano, lo latente, es que la gente peruana como en otros lugares, está comenzando a decirse, «los sistemas democráticos no son los mejores para responder la crisis». (Coronavirus 2019-nCoV y los tapujos para enfrentarlo, 8-3-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/coronavirus-2019-ncov-y-los-tapujos-para-enfrentarlo

Mis crónicas criticaban a los que tenían el poder legal pero también a la sociedad.

«El Perú y las costumbres peruanas tienen varias virtudes, pero también enormes defectos de comportamiento. Es el país en que los coches no respetan la luz roja, los peatones no suben a los puentes colocados sobre las carreteras para que no crucen la pista. Donde unos pocos pagan impuestos. Donde no nos gustan ni normas ni reglas. Esa plaga, me temo, no es solo eso, sino una prueba, una suerte de plomada, para saber cuánto una colectividad de millones de almas obedece a la razón o al capricho personal.» (Idem)

«En el caso del Perú, no se admite medidas fuertes por tres razones. La primera es el culto a la virilidad. Al macho, el hacerse el hombretón como dicen los mexicanos. Ya veo los machazos que se dan la mano, tosen con el brazo, etc. La segunda razón, nuestro sistema laboral puede guardar en casa su personal de empleados y obreros, aquellos que trabajan en el lado formal de la economía. Pero, eso no puede ocurrir con el 75% que son informales. La informalidad ha sido un bien para el país y las clases populares puesto que tienen chamba. Mis respetos. Pero esta vez, ante un accidente natural, se prueba su precariedad.» (Idem)

«Con el Covid-19, estamos descubriendo nuestras grandes debilidades. Desde el 2011, se olvidaron de la salud y la educación para los pobres. Y por el lado de los hábitos, estamos acostumbrados al hervidero, en particular en los mercados. No se ve la salida del túnel.» (Covid-19. ¿Quedarse en casa o consigo mismo?, 19-4-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/covid-19-quedarse-en-casa-o-consigo-mismo)                                                       

En una ocasión escribí para los millennials, es decir, los jóvenes.

«Que usted escriba, es casi un milagro. Los jóvenes peruanos salen de la secundaria sin saber escribir un simple paper. En este país se ha olvidado la importancia de la razón. La lectura no es innata, se adquiere. En las aulas o nunca. La habilidad digital es importante, pero no al punto de desaparecer una cultura entera. Hay algo que nos separa. Mi generación era apasionada por el estudio y el saber. Eso ha desaparecido. El desplome del nivel cultural peruano se nota en la vida política, en la música, en la televisión, por todas partes.» (Carta a un millennial que se dice de «una generación perdida», 6-4-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/carta-a-un-millennial-que-se-dice-de-una-generacion-perdida)          

«Seamos sinceros, unas semanas atrás, la atmósfera general —no solo en el Perú— era la antipolítica. Pero hoy, resulta que el Estado no solo manda sino protege, tanto bonos a 3 millones de familias como se prohíbe circular en todo el Perú entre 8 pm y 5 am. Papá Gobierno ha vuelto. A Max Hernández, le preguntaré si hay algo del complejo de Edipo de eso de desear al padre Estado en el Perú y a la vez detestarlo (¿?)» (Coronavirus. El gran giro que nadie esperaba, 19-3-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/coronavirus-el-gran-giro-que-nadie-esperaba)                                                                               

«Esas multitudes que discuten a sus Estados [por todas partes], son una modificación gigantesca de la relación entre gobernados y gobernantes. Así de simple y así de enorme. No es una crisis económica. ¿Otras modalidades de representación?» (Otro siglo, otra política. Notas sobre mi propio asombro, 1-12-2019- https://www.bloghugoneira.com/?s=Otro+siglo%2C+otra+pol%C3%ADtica)                        

«Afirmaba Juan A. Linz, nacido en Alemania y de madre española (…), profesor en Columbia (…)  que un principio de la democracia es pro tempore. La democracia es alternancia o no lo es. Linz lo dijo antes de Chávez, Evo Morales y Maduro. Entre las dificultades, según Linz, estaba también el hecho de que «a la presidencia llegan los políticos». Parece una broma, pero lo que quería decir es que son «amateurs sin una preparación específica para resolver los complejos problemas de nuestra sociedad y de la economía.» (Bienvenidos al peor de los mundos, 27-9-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/bienvenidos-al-peor-de-los-mundos). En estas elecciones, hay varios candidatos están lejos de ser estadistas.

¿Cuándo se jodió el Perú?¿Y se puede volver a joder?

«1. Cuando Chile entiende que la Confederación Perú-Boliviana no le convenía, atacan y se suman diversos peruanos que detestaban a Andrés de Santa Cruz, por ser mestizo.

2. En 1874, cuando el presidente Manuel Pardo no compra las naves de guerra contratadas por el presidente anterior, José Balta. Sin embargo, Ramón Castilla había dicho: «cuando Chile compra una nave de guerra, hay que comprar dos».

3. El Perú se jode el 8 de octubre, cuando en Angamos, pierde a Grau y al Huáscar y luego de la derrota, las riquezas del salitre.

4. El Perú se jode cuando el presidente Mariano Ignacio Prado decide dejar el país en plena guerra.

5. El Perú se jode cuando Leguía gana las elecciones presidenciales en 1919. Había ganado pero igual da un golpe de Estado. Y exila a todos los que lo alababan.

6. El Perú y el aprismo pierden la posibilidad de un régimen de socialdemocracia  cuando la foto de Haya de la Torre, en almuerzo con Odría y Pedro Beltrán, se hace pública.

7. El Perú se vuelve a joder cuando en la noche del 17 de mayo de 1980, en el distrito de Chuschi, ocurre el primer atentado terrorista de Sendero Luminoso. Las ánforas y las cédulas de los 2000 electores de ese pueblo ayacuchano fueron robadas y quemadas.

8. El Perú se jode cuando el joven presidente Alan García anuncia, un inolvidable día, el 28 de julio de 1987, la estatización de la banca.

9. El Perú se jode en las elecciones presidenciales de 1990, cuando Vargas Llosa —admirado en el mundo entero— es derrotado. La campaña del novelista es un manual de «cómo no se debe hacer una campaña». Se apoya en dos demócratas, Fernando Belaunde y Bedoya Reyes, ambos honestos, pero que representaban «lo mismo de siempre». Lo derrota un rector casi desconocido, Alberto Fujimori, el «chinito», que los peruanos prefirieron precisamente porque les parecía más cercano al país de cholos y capas populares.

10. Entre el 2005 y el 2014, Odebrecht y otras empresas brasileñas reparten millones de dólares americanos para pagos de sobornos. El daño moral, social, político y económico es incalculable.»  («¿Cuándo se jodió el Perú?» En diez errores, 24-5-2020 https://www.bloghugoneira.com/non-classe/cuando-se-jodio-el-peru-en-diez-errores).

¿Y no es cierto que nos siguen dominando los malditos?  

Mínima reflexión

Alfredo Bryce Echenique dice que cada vez que nos hundimos se escucha «la gran cagada y ¡viva el Perú!». Espero equivocarme pero bajo una pandemia la razón desaparece y la reemplaza las emociones, y no las mejores. Rencor, venganza, prejuicios raciales. Hoy, el pueblo está enojado y furioso. Las vacunas llegarán tarde. La endemia favorece a quienes les conviene el caos. Pero también es verdad que las urnas van a ser el castigo al sistema que funcionaba sin interesarse por los pobres de verdad. Salvo una presidencia, la segunda de Alan García: les guste o no, lo cierto es que desciende la pobreza de un 20%. Hoy hay campesinos y pobres que están en zonas periféricas de la misma Lima. Y podemos pensar que no quieran defender un sistema que no se ha ocupado de ellos. De esa culpa, todos hemos pecado. Nos parecía normal el país informal y la pobreza andina. No nos sorprendamos del dragón que tal vez saldrá de las urnas. (Espero equivocarme.)

Hay dos Perú. El que se preocupa por nuestro futuro inmediato. Y muchos candidatos han hecho propuestas, algunas muy interesantes, las llamaré «modernizantes». Pero eso lo entienden las clases medias con estudios superiores, y en general, forman la parte de la población que está en la economía formal. Dudo que quieran modificaciones.

Los candidatos intentan llegar a las capas bajas. Pero en la presente situación, perdiendo familiares, y muchos sin chamba, hablarles de política y economía es como preguntar a los habitantes de Pompeya cómo mejorar el plan urbano cuando la ciudad era barrida por el volcán Vesubio. Tienen otras preocupaciones. Incluso, dice un periodista, hay los «pinchos». O sea, gane o no gane Fulano o Zutano, «me llega al pincho».

Publicado en El Montonero., 12 de abril de 2021

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Un mundo con malestar y cólera

Written By: Hugo Neira - Abr• 05•21

No vamos a hablar del Covid-19 sino de la serie de estallidos y protestas de pueblos enteros que comenzaron antes del coronavirus. En el 2020, millares de ciudadanos en las calles, en manifestaciones de gran envergadura, y hubo acciones de desórdenes como incendios y toma de plazas públicas. Estamos hablando de una protesta planetaria de orden político y social, antes de la crisis de salud de nuestros días. Muchos piensan hoy que ese mundo del 2019, era una suerte de paraíso. Antes de la peste, hubo visiblemente reclamos diversos, por ejemplo, los «indignados» de Madrid, del partido Podemos. O el millón de ciudadanos en Santiago de Chile por el alza del precio del ticket para viajar en el metro y otras tarifas aplicadas por el presidente Piñera, que luego tuvo que anularlas. ¿Pero eso es todo? Si fuera así, no escribiría esta nota. Antes del coronavirus hubo la protesta mundial. Quizá lo hemos olvidado. Pero cuando desaparezca la peste, volverá la protesta. Y eso no se cura con vacunas.   

Lo que había pasado en América Latina y Europa en esos años sin peste, lo dejo para más adelante. Comencemos por el fastidio y la rebeldía en zonas que solemos olvidar. Por ejemplo en Sudán, en el África, estalla la cólera popular desde diciembre del 2018, por una grave crisis de liquidez y la falta de gasolina. Marchan hacia la capital, Jartum, y piden la destitución de Omar al-Bashir, que gobernaba desde 1989 y cae en abril de 2019. Mediante un acuerdo entre militares y ciudadanos es arrestado, y se llama a unas elecciones para el 2022. Y estoy seguro que el amable lector probablemente ha escuchado hablar de la «Primavera árabe», pero lo que quizá no se ha dicho es que ese movimiento, que comenzó en el 2011, se extendió de Yemen a Siria, Egipto, Libia, y gira hacia Marruecos, Irak, Argelia, Omán, Qatar. El Medio Oriente. Y sin embargo, hay una «Primavera de Praga» y a la vez, el movimiento Occupy Wall Street en Nueva York. Como diría ese filósofo que fue Cantinflas, «ahí está el detalle». La generación del descontento es popular y a la vez, heterogénea. En el Asia, ni la poderosa China se escapa, le dicen ‘no’ en Hong Kong. Lugar en donde hay 24 partidos divididos en tres posiciones, los pro Beijing, los pro democracia y los locales.

No todo fueron victorias para el pueblo. En Irán, en noviembre de 2019, se anuncia el alza del precio de la gasolina, y estallan manifestaciones en diversas ciudades. Una centena de muertos en cuatro días, y unos miles son arrestados. En Argelia, cercanos a una elección, la posibilidad de que Abedelaziz Bouteflika sea elegido por quinta vez, provoca que centenas de miles de argelinos salgan a la calle en febrero del 2019. Bouteflika tira la toalla en abril del mismo año.

Este fenómeno de poblaciones que se sublevan ante el poder establecido, no solo ocurre en Bagdad o en Argelia. Veamos qué pasó en Ecuador, aquicito nomás. En octubre del 2019, el gobierno anuncia un programa de austeridad, o sea, la supresión de subvenciones para los carburantes. El precio se vuelve el doble. La huelga general es la respuesta popular. Visto que todo el país se paraliza, Lenin Moreno renuncia a aplicar esas medidas. ¿Qué había pasado? Les rebeldes y descontentos formaron una alianza de indígenas, trabajadores, mujeres y jóvenes, «como plataforma de lucha». En Venezuela, en mayo del 2018, es reelegido Nicolás Maduro, y los venezolanos salen a las calles. Pero la represión se impone. Juan Guaido se proclama «presidente interino». Entre tanto Venezuela agudiza su crisis económica y social, una megainflación, penurias que hacen insoportable la vida corriente de los venezolanos. Y en Bolivia, Evo Morales se presenta para un cuarto periodo de mando, pero diversas fuerzas, entre ellas los militares, se lo impiden. Evo se refugia en Argentina. Sin embargo, las nuevas elecciones del 2020 las gana un candidato de su partido. Y en Colombia, en noviembre de 2019, un concierto de cacerolas se organiza contra la postura ultraliberal del presidente Iván Duque. ¿Qué ha provocado que millares de ciudadanos del mundo entero hayan salido a las calles para reivindicar sus derechos? Hay que desechar la idea de una suerte de Internacional revolucionaria, eso ya no existe, eso era cuando el Kremlin manejaba la IIIa Internacional. La Rusia actual de Putin suele entrometerse con usos electrónicos, como en la Inglaterra del Brexit o en los servicios a Donald Trump ante la candidata Hillary Clinton en las elecciones del 2016.

El fenómeno de la protesta múltiple y variada por todo el planeta —insisto— antes de la peste del coronavirus,  me lleva a alguien que conoce a fondo unos y otros estallidos,  y ese observador es Gary Younge, periodista que viaja por todo el mundo, y a la vez,  profesor en la Universidad de Manchester, Gran Bretaña. Si el lector quiere seguir sus artículos, los encontrará en The Guardian de Londres. Según su opinión, es un enfrentamiento entre «el despotismo y la corrupción». (Y como soy peruano, pienso en la monstruosidad del poder de Odebrecht que manda en el Perú.)  Ante lo que pasa en el mundo entero, Younge dice: «ha sido un decenio explosivo. Millones de manifestantes han desfilado, ocupando espacios públicos, incluso con sit-in, o sea, se sientan en el suelo y se quedan». La represión del orden los limita pero no los desaparece. «Los pueden llevar a las prisiones, pero por su parte siguen con sus pillajes, a la vez llenan las calles con bandoleras, a veces con esloganes, o formando un lobby o grupo de presión», y de esa manera «sus acciones desafían a los tiranos, se mofan de los gobiernos y producen una metamorfosis de la geopolítica. Y dada su actividad, caminan hacia la transformación de los viejos partidos políticos, al crear una fuerza novedosa». No los llamaría populistas, un concepto demasiado indeterminado. No se les puede llamar de izquierda o de derecha, son algo nuevo.  

Todo eso tiene una causa. La globalización. Esa economía y articulaciones más allá de las fronteras, por un lado es ventaja, por el otro, nuevos e inesperados conflictos. Cierto, « los pueblos están en rebeldía. «Un mundo en cólera», portada de Courrier International. Cierto, hay un malestar general. Malestar, qué palabra tan precisa y a la vez, polisémica. O sea, de diversos contenidos. Personal o numeroso como una muchedumbre, quiere decir incomodidad, desasosiego, ansiedad, inquietud, molestia, pesadumbre, congoja, nerviosidad, disgusto, fastidio, tedio, intranquilidad. ¿Y qué puede producir esa crisis en un planeta pleno de naciones, religiones y costumbres tan  diferentes? Países pobres o avanzados y ricos, nadie escapa. Cualquiera que tiene un puesto estable puede perderlo. O si tiene ahorros en los bancos, puede haber una crisis financiera como la del 2008, y perderlo todo. En suma, la actual mundialización neoliberal es un sistema sin centro alguno.  O sea, todo puede ocurrir.  

De las grandes desigualdades de nuestro tiempo, proviene la raíz de la cólera, la percepción de perder lo que habían conseguido las clases medias, que se empobrecen de nuevo (véase Thomas Piketty, Capital e Ideología), incluso en las sociedas capitalistas más avanzadas. Somos una generación excepcional. Hemos visto el colapso del todo Estado, la obra de Stalin y los países llamados socialistas. Y ahora, el todo mercado en estos años y en países donde aumentan por doquier los multimillonarios —inclusive los hay en China— y cada vez más es mayor la distancia entre los que viven con sus salarios y los que tienen rentas. Nada de esto ha ocurrido anteriormente. Y si esto es así, entonces, tenemos que pensar nuestro sistema tanto político como económico, que era bueno para el siglo XX pero no en estas relaciones globales. ¿Cómo hacemos cuando las democracias actuales están compuestas por millones de desconocidos, que ya no son analfabetos ni se contentan con votar cada cinco años? ¿Y cómo se puede tener una economía internacional privada y sin límites, cuando los ciudadanos son lo público, la vida de cada día? ¿Qué instituciones, que no tenemos, pueden reunir la jurisdicción de lo internacional privado y los seres humanos, en la jurisdicción de lo público? Entre tanto, movimientos de resistencia como los gilets jaunes de los franceses, que marchan cada  semana, pero sin líderes ni soluciones. Ocurre que los pueblos han aprendido el arte de la desobediencia. En Europa, la gente no soporta las cuarentenas. Y simplemente, desobedecen.

Resulta claro que ante los problemas nacidos de la imposición de la modernidad que viene de fuera, se necesita otras prácticas. Por el momento, en todas partes, la inestabilidad del electorado se debe a las divisiones identitarias. Es  posible que necesitemos construir «un espacio democrático transnacional» (Piketty). De lo contrario, «aparecerá lo social-nativista». (Más o menos,  Antauros en Italia, Francia y Barcelona.) En Europa, las clases populares se divorciaron de las izquierdas. Y esa izquierda encuentra su electorado en los millones de «titulados» (gente con estudios superiores). Es lo que llama Piketty la «izquierda brahmánica». Ya no hay derechas ni izquierdas, la brecha de la educación es lo que separa clases, etnias e ideologías. También algo así por aquí. Veremos qué pasará el 11 de abril.

Esta es una reflexión personal, acaso solitaria. Más allá de los estereotipos al uso. Una vez en un museo, le preguntan a una persona: ¿Qué es usted? Y dice: « soy un precursor». ¿Y precursor de qué? le contestan. Y responde: «Si lo supiera ya lo diría, y dejaría de ser precursor».  

Publicado en El Montonero., 5 de abril de 2021

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Sobre el primer grupo de debate presidencial

Written By: Hugo Neira - Mar• 30•21

Acabo de ver y escuchar el primer debate de candidatos presidenciables, evento organizado por el Jurado Nacional de Elecciones. Confieso que me movió la curiosidad. Y quiero opinar como ciudadano sin inclinarme a uno u otro candidato o candidata. No soy hombre que hace alabanzas, pero lo cierto es que he visto una jornada de primera calidad. El evento tuvo como moderadores a Mónica Delta y a Pedro Tenorio, periodistas que manejaron rigurosamente los minutos e incluso los segundos de cada candidato, por igual. Y los presidenciables, francamente, expusieron lo que van a hacer en caso de ganar, para no solo mejorar el país, sino salvarlo y reformarlo. Los presidenciables hablaron de distintos asuntos, con rapidez, contundencia, confianza y naturalidad. Y en corto tiempo.

En este evento, además de exponer rápidamente, también se les hacía preguntas, que venían de los periodistas, Delta o Tenorio. Ninguna pregunta quedó sin respuesta. Lo cual quiere decir que tienen a flor de labios sus ideas y proyectos. Buenos o imposibles, pero los tienen. Y entonces, a los pocos minutos, me puse contento por varias razones.

La primera, no me pregunten quién estuvo mejor. Lo que me importa es que quien gana con este evento es sencillamente la ciudadanía peruana. Y felicito al JNE y las instituciones que lo han concebido. Y en segundo lugar, esos seis primeros presidenciables forman una clase política, con gente del pasado reciente pero también con muchos rostros y maneras de pensar novedosas. Hay una clase política. Y eso no es poco.

Como somos un país de mayoría juvenil, acaso debo decir lo siguiente. Desde mi vida  entera, que comienza a ser longeva, les digo que nunca he visto un debate de esta categoría en el Perú. Por el azar de la historia, ya no es un partido contra otro partido. Tendencias distintas existen, pero nunca vimos a tantos actores en escena. Ciertamente, eso significa fragmentación. Pero lo que hemos visto, es la pluralidad. Y eso es, finalmente, la democracia. He visto candidatos diversos, heterogéneos. Y todos impávidos, ante sus rivales. Ya no va haber el poder de un solo partido.

He escuchado, en las redes, que fue aburrido. No me parece, hubo vapuleos y crítica de uno y otro. Y también eso me pareció un milagro. Se dijeron cara a cara lo que pensaban. He visto, pues, un valor moral que se había perdido. La sinceridad. Los moderadores trataron de moderar a los presidenciables, y las puyas siguieron, pero con elegancia. Se habló entonces de «falsos profetas», y reproches. Pero como en el fútbol, no duró mucho.

No me voy a perder las dos noches que siguen. Se aprende mucho sobre cómo está el país y cómo piensan los que pueden gobernar. Por cierto, no hago una reseña de los problemas que han circulado y sus posibles soluciones. Esos temas van desde la seguridad ciudadana a la manera de vencer la pandemia, volver a tener empleos, de todo.

Y quisiera decir algo más. Hay que saber criticar. Pero también hay que tener el coraje de decir que algo está bien hecho y vale la pena. No me importa lo que digan los que  se sienten bien en el oficio del negativismo. Hasta ahora, la construcción política e ideológica había retrocedido. Pero con Marco Arana, César Acuña, Alberto Beingolea, Keiko Fujimori, George Forsyth y Verónica Mendoza, me parece un equipo mucho mejor que Toledo, Ollanta, PPK y Vizcarra.

Y eso que no he visto, todavía, en este baile de exposiciones y respuestas a las puyas, a Hernando de Soto, Daniel Urresti, Pedro Castillo, y en el tercer día, a Yonhy Lescano, Julio Guzmán, Rafael Santos, Rafael López Aliaga. (No he citado a todos.)

Qué difícil va a ser elegir esta vez.

Hay más candidatos que partidos.

Por un lado, va ser duro hallar consensos.

Por otro, nadie va a tener el monopolio del poder.

Dos temas. Lo de hoy y cómo nos ven desde fuera

Written By: Hugo Neira - Mar• 29•21

I. Tengo el hábito de escribir muy temprano estas notas, que no son sino notas escritas  calamo currente, es decir, como dice la Academia, «con presteza y de improviso». Pero el clima es frío a la seis de la mañana jugando a ser invierno, y luego, calienta a la ciudad como si estuviéramos en un país tropical. El clima limeño es soslayado y esquivo. Acaso como la mayoría de la prensa escrita.

Lo digo porque seguramente han escuchado desde el viernes pasado y en las redes sociales, la pérdida de confianza de los lectores, la consecuencia de la «mermelada» que compra periodistas, las encuestas manipuladas, el descrédito de la prensa y de varios canales de televisión, el dinero que el Gobierno les ha dado a los medios durante estos años y la protesta de muchos. ¿Prensa independiente? No la hay salvo la excepción de uno que otro diario, por ejemplo, lo es Expreso, y en televisión, uno que otro canal, el de Willax, con Beto Ortiz, o Thorndike hijo, con su «contracorriente», y a ratos Butters. Lo cierto es que los medios han dejado de ser el cuarto poder. Y esto a pocos días de unas elecciones presidenciales. El modesto distribuidor que nos deja los diarios en la mañana, nos dice que no los leen porque han perdido la confianza.

Entonces, ¿elecciones cuando no hay partidos en las calles, no solo porque están prohibidas las aglomeraciones sino más bien porque ya no hay partidos? Y además, tampoco hay una explicación clara que llegue a los ciudadanos sobre cómo esperan gobernar, los aspirantes, desde el sillón de Palacio. ¿Con lo privado o  con lo público? ¿Con reformas del Estado actual o sin ellas? Y mil otros problemas y temas que no pueden ser silenciados. Y así, ¿política sin mitin ni oradores?  Sin embargo, algunos han reunido candidatos, ¡pero para que disputen! Vaya metida de pata, los debates son posibles cuando se conoce al rival, pero hay más de un candidato que no se le ha escuchado cuál es su programa. Así, 32 millones de almas ignoran qué harán los políticos.

En cuanto a la prensa cotidiana, también se suma a la tendencia de lo antipolítico. Y si de ellos se habla en la prensa en estos días demoniacos, es para decir que Keiko debe estar entre rejas porque le entregaron dinero empresas o personas. Yo creía que lavado de activos era otra cosa, no la entrega voluntaria de dinero. O bien, se ocupan en qué día Hernando de Soto traiciona a la patria porque se hace vacunar en el extranjero. Por poco no le preguntan si el pinchazo fue en el hombro derecho o izquierdo. Somos muy dados a la magia, maleficios y nigromancia. Yo que esos periodistas ya habría entrevistado a las brujas de Cachiche, ellas ya saben quién va a ganar.  

Cómo llamar a este estado de cosas, a la criolla, o sea, por encima y al rapidito nomás. Lo sensato y real, nos aburre. Por eso nuestra historia nacional es una serie de sorpresas. Hay algo que se repite, el creer que nada de grave nos puede pasar. Así es cómo se  compró fragatas en Londres, en el XIX, y no hubo guerra con Chile. Y jamás pensamos que un desconocido rector agrario de origen asiático iba a ganarle las elecciones a Mario Vargas Llosa. Ni que Abimael Guzmán cayera prisionero en un buen chalet en Lima. Ni que a Vizcarra, que había cerrado un Congreso, otro Congreso le hiciera la misma vaina. Entonces, ¿qué de cabalístico, de sorprendente, de pasmoso, nos espera el 11 de abril? Pero ya sabemos, nada va a pasar. Dios es peruano.

El riesgo de un error es incalculable. Miren al Brasil: hace unos años, el planeta entero lo consideraba una potencia emergente, tanto como India y China. Y ahora, es un desastre. Récord mundial, 300 mil muertos porque su señor presidente es más terco que un burro. Eso tiene llevar a la presidencia a un imbécil como Bolsonaro. Los pueblos no son siempre infalibles. Hitler llega al poder por las urnas. Hugo Chávez también. Leguía y Sánchez Cerro ganaron las elecciones.

Por mi parte, no creo que se reflexione, se evalúe y pondere cada presidenciable, y menos que se analice cada programa. Para eso se necesita calma, y la comunidad peruana ha sido muy golpeada por la pandemia y la pérdida de empleos. Pero por otra parte, eso que es mayoría, gente que todavía no ha decidido su voto, puede también tomarse como algo  positivo. Acaso haya emergido —dios lo quiera— tras veinte años de seguidas decepciones —Fujimori, Toledo, Ollanta, PPK y Vizcarra— en los peruanos una conciencia menos crédula que la del reciente pasado. Acaso «una inteligencia masiva», que no ha necesitado ni de líderes ni de utopías, para mostrar en las urnas que los peruanos se han salvado por sí mismos. Puede que sí. Ya se verá.

II.  Identidad y mutación. La América del Sur vista desde Europa

Esta segunda parte no se ocupa de nuestro estado de cosas y mentalidad. Sino de algo que envuelve a gran parte de la América Latina. No hay ningún país en este lado del mundo con estabilidad. No lo digo para que el lector se sienta menos apesadumbrado, como hubiera dicho mi abuelita, «mal de todos, consuelo de tontos». No es eso. Quiero compartir con mis lectores la visión que se tiene en otros lugares del mundo de este lado de la América que habla castellano. El texto que voy a glosar no es de un estudioso norteamericano. Por lo general, no los consulto, solo miran sus intereses. Los europeos, en todo caso, tienen una mirada más fría, lejana y que produce una suerte de  neutralidad. El viejo continente ya no vive de dominaciones imperiales. Dejaron sus colonias africanas. La Unión Europea no es candidata a ningún protectorado a la manera yankee.

En fin, he aquí una versión global de la América del Sur vista por un europeo.  Contrariamente a lo que podemos pensar, la ven desde un ángulo que nos sorprende (el autor no es un español). Inicia desde el XVI. He aquí la primera idea. «La conquista ibérica había dado una profunda unidad cultural y religiosa en los territorios marcados por la extrema diversidad de paisajes y poblaciones.» Y continúa: «Dos lenguas latinas —el español y el portugués— y una religión (el catolicismo) dominaron un  espacio que iba del Río Grande a la Tierra del Fuego. Es decir, de lo que es Estados Unidos hasta el límite de Chile. Sin embargo, «en las guerras de la independencia (1810-1820), no lograron reunir y forjar una nación latinoamericana. Además, el Brasil, (42% del territorio y el 35% de la población) forma un mundo aparte y con el tiempo llega a ser el motor del Mercosur». Comentario de mi parte. Nos reprochan que no juntamos el mundo hispanoamericano. Este criterio, proviene porque las grandes civilizaciones  —India, China y luego la Unión Europea— son sólidas por su peso demográfico y su cohesión interna. No es nuestro caso.

Sigamos. «El mestizaje biológico y cultural, consecuencia directa de la época colonial, roza muy desigualmente los diferentes países de la región. Mientras los Estados del Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay) se distinguen por una población mayoritariamente  de origen europeo, el Brasil y las Antillas provienen de importantes aportes africanos (descendientes de esclavos). En cambio, en América Central y en los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú), las comunidades indígenas representan una parte importante, pero como en Bolivia y Guatemala, han estado ajenos al poder tenido por las elites urbanas de origen español». Luego, se ocupa de la «cuestión de la posesión de la tierra», dominados por hacendados. (Esta palabra, aparece en castellano.)

Y, dice, las riquezas son muy desigualmente repartidas y según la escala social. «Las poblaciones indígenas ocupan sistemáticamente la base más baja de la escalera social». Luego, señala que «desde 1990, desaparecen progresivamente los regímenes militares».

«Pero los regímenes militares no han atenuado las tensiones sociales.»

¿A qué se refiere? «Tensiones económicas, culturas e identidades que se manifiestan. Además «el aumento alarmante de la criminalidad». Y «las catástrofes naturales», y cita los ciclones y el Niño, y terremotos. Todo esto revela periódicamente «las fracturas sociales y la carencia de Estado». Les juro que así lo dice. No lo invento.

En fin, prosigue: «Las desigualdades socioeconómicas que caracterizan el subcontinente se inscriben en un contexto de fuerte presión demográfica, pese a una disminución de la tasa de natalidad.» El exodo rural ha hecho hincharse las ciudades (más de un 70% de los latinoamericanos son urbanos). Se ha acentuado la metropolización. De las 100 más grandes ciudades del planeta, 12 están situadas en América del Sur, aunque la periferia urbana sea el resultado de las barriadas. Y una degradación del centro de las ciudades tradicionales.

Luego le llama la atención la «debilidad de tejido industrial, herencia de la época colonial, cuando los productos manufacturados eran importados de la metrópoli», es decir España. Sin embargo, admite que desde el siglo XX se desarrolló una exportación de productos locales, minería, petróleo en Venezuela, café colombiano, etc, que pesa en la balanza comercial. Pero a la vez, empleos precarios, importantes sectores informales.  Se dan cuenta que no entramos a la sociedad industrial ni en el XIX ni en el XX. No es el caso del Asia. O de países como Canadá, Australia, etc.

A grandes pasos, dice: «podemos decir que la cuestión social amenaza el porvenir de las políticas económicas liberales comprometidas por los gobiernos. La América Latina no logra salir de su mal desarrollo». Los países son frágiles, y piensa en la Argentina. En fin, «no se complementan sino compiten». En cuanto a Washington, el proyecto de una zona de libre comercio, no es sino una modalidad que recuerda la famosa «doctrina Monroe», de 1823. ¿De nuevo un protectorado?

En fin, al investigador europeo se le nota en su lectura el ánimo de vernos en conjunto. No como búrbujas sino como corriente que podría ser poderosa. Otro continente que no ha logrado autoconstruirse es el África poscolonial. Nosotros hemos perdido dos siglos. Ellos, al menos, pueden decir que su emancipación es reciente. No es nuestro caso. ¿Perderemos otro siglo? Bolívar no estaba en el error. Ni «Pueblo continente» de  Antenor Orrego. Pero, la cuestión de ser una nación, la damos por lograda. Lo que se ve es lo contrario, cada vez más regiones separadas, más fracturas provinciales, el valor de lo local. Lo pequeño. O sea, facilidad futura para echarse en los brazos de la primera empresa multinacional del neoliberalismo, que compre mañana Puno o Cajamarca. Hay un tiempo para hacer la nación, no es eterno.        

Publicado en El Montonero., 29 de marzo de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/dos-temas-lo-de-hoy-y-como-nos-ven-desde-fuera

El joven centenario nos ha dejado

Written By: Hugo Neira - Mar• 22•21

«Si con la muerte se descubre las premisas de la vida, es robarle algo a la muerte misma»

 —Abdellatif Laâbi

La otra noche nos llegó la noticia de que Luis Bedoya Reyes había dejado este valle de lágrimas. Estábamos en el Instituto de Gobierno en un evento virtual. Cada semana invitamos a un candidato que aspira a ser presidente para que nos explique largamente su programa de gobierno. Los dejamos hablar, no hay preguntas capciosas, solo somos el puente entre el político y sus ideas y la ciudadanía. Pero esa noche, de inmediato, nos pusimos de pie para guardar unos minutos de silencio ante el político y el ser humano que todos respetamos. A veces conocemos ciertas personas que son como un monumento, es decir siempre presentes, como si fueran inmortales. Pero nadie lo es, cosa que olvidamos. La frase que encabeza estas líneas es la de un poeta árabe, cuando tenían poetas y mentalidades no siempre dogmáticas. Al día siguiente, la primera plana de un diario, El Comercio, con toda la razón: «El Perú le dice adiós al último gran político del siglo XX». Y pensé en escribir estas líneas. Con el Tucán se va una época y una manera de hacer política, muy distinta al canibalismo de estos días.

No me detendré, pues, sobre lo que sabemos que hizo el Tucán, cierto, dos veces alcalde, el fundador del PPC, partido básicamente católico y demócrata de comportamiento moderado. Claro, eso último, hoy es al revés, las corrientes radicales sorprenden en las encuestas. Puede que sea así, pero como vivimos en la época de la mañosería, me viene a la cabeza lo que decía el agudo Winston Churchill: «solo creo en la encuesta que yo mismo hago». Lo que yo pienso es que nos están atarantando. La primera vuelta es un anticucho que solo vamos a saber después del 11 de abril. En fin, logró convencer en hacer el Zanjón, ¡qué hubiera sido la pobre Lima sin esa modificación! Pero esa historia y el hecho de que no llegase a ser presidente, es historia. El tema es otro.

La cuestión es: ¿cómo era Bedoya Reyes? ¿Qué carácter y modalidades? Y la razón por la cual lo echaremos de menos. Pero conviene que le diga al amable lector, que parto de dos a priori. No fui parte de su partido. Lo segundo, hay la costumbre de llenar de virtudes al que se ha ido al otro barrio para siempre. No es mi caso. Ocurre que en vida suya, lo conocí personalmente. A Harold Forsyth se le ocurrió algo muy valioso, una larga conversación con Bedoya Reyes. El resultado fue La palabra del Tucán, Planeta, en el 2016. Y ambos me hicieron el honor de hacer el prólogo. Ese libro es una interminable plática entre el Tucán y el diplomático Forsyth, y recomiendo su lectura. Me atreví a sugerir el título, «Luis Bedoya Reyes. Del hilo al ovillo». ¿Por qué razón? Porque  es un hilo en que desfilan aquellos que conoció y acaso disputó, a saber, Velasco, Haya de la Torre, Bustamante y Rivero, la Arequipa de protestas y huelga estudiantil en 1950, y por cierto, Belaunde. Todo eso, conversando con Harold, sobre la ruptura de la Democracia Cristiana, o la victoria electoral de Belaunde, y hasta Fujimori presidente. Dios del cielo, el libro que menciono es la vida del Tucán y la vida misma de la clase política y la historia peruana a la vez descifrable, cambiante pero comprensible. No el arroz con mango de estos días. Hubo, por un lapso, una clase política. Hoy la captura del Estado fragmenta al país.

Amable lector, la historia se entiende cuando hay un historiador honroso y neutral. Basadre lo era pero ya se nos había muerto. Pero la historia tiene otro ángulo, cuando la disertación la hace el actor. En el caso del Tucán no hay disimulos, con él el tono es franco, directo. Y sin embargo, con la franqueza la tolerancia hacia el otro. Pero eso no es todo. Hay otro libro que se titula Joven Centenario, editado por el Fondo Editorial del Congreso del Perú. Sendos libros revisitan regímenes electos y dictatoriales. Y él siempre en su lugar. Por eso, «un personaje de excepción».

Voy a contarles un par de gesto del Tucán ante sus opositores. Nada mejor que la anecdota. No me voy a detener en las críticas que le hicieron cuando plantea la posibilidad de una obra municipal que abría vías nuevas que hoy conocemos como el Zanjón, le dijeron de todo, opositores a la remodelación del Paseo de la República, «que por poco no aborta» (p. 419, Joven Centenario). No, más bien un caso más fino y humano. De la noche a la mañana, se llama a elecciones municipales. Estamos en 1963, en Palacio, Belaunde Terry. Después de cuarenta años, las autoridades locales iban a ser elegidas por el voto universal y directo. Hasta entonces, los alcaldes eran nombrados por el Ejecutivo. Era importante quién sería el que tuviera el Consejo provincial. Era un reto para los partidos de entonces. Y surgieron tres candidaturas. Las de la Alianza Popular junto a la Democracia Cristiana. El segundo era una coalición, APRA y la UNO de los Odriístas. Y un tercero, de Unidad Popular (que logró apenas un regidor).

¿Cuál era el problema? No solo había militantes numerosos del aprismo y los odriístas, sino algo más. La candidata a la alcaldía era la señora María Delgado de Odría, persona muy querida por las capas sociales pobres. Era la época en que rodeaba a Lima una periferia urbana construida por los propios pobladores, y que se acercaban al Estado para que les ayudara. Luis Bedoya Reyes en su memoria nos dice qué hizo para ganar. «La señora Odría me aventajaba en votos reales, contantes y sonantes». ¿Qué hizo? La conoce, encuentra una dama amable y buena persona, y entonces, decide no decir nada de agraviante ante la esposa de Odría que era más popular que su marido. Cada uno bailó con su pañuelo. Y todo el mundo daba triunfadora a la señora María Delgado porque ayudó mucho a diversos grupos que no tenían llegada al Estado. Y el Tucán tuvo el tino de correr acaso el riesgo de una derrota. «Dejé de lado la soberbia». Y el resultado fue Bedoya Reyes con 287’941 votos y en consecuencia, 19 concejales. La señora María Delgado de Odría, por muy poco no le ganó, 253’211, y 17 concejales. No era tiempo para radicales, solo obtuvieron unos 3’676 votos. Entonces, ¿intuición? ¿Maneras personales de caballero? Es hora de decirlo, el arte de disputar con el rival sin deshonrar ni herir. Eso era Bedoya Reyes. ¡Cómo hemos olvidado esos modales! La democracia no es solo las urnas sino un modo de vida. Pero hoy los troles son los agentes del caos.  

Volviendo al Tucán, la otra actitud también generosa es cuando terminado el conteo de las elecciones, la Asamblea Constitucional de 1977 convocada por Morales Bermudez, con el decreto Ley 21949, debía instalarse el 28 de julio de 1978. Los resultados arrojaron que los mayores votos  preferenciales favorecieron «a Víctor Raúl Haya de la Torre con 1’038’516 votos personales y el segundo lugar con 644’131 le correspondió» (p. 723). Pero mediante un llamado por teléfono, «todos los grupos de izquierda reunidos por la noche, habían acordado postularlo» al Tucán. La respuesta de Bedoya Reyes vino de su razonamiento. «Las izquierdas competían entre sí mismas. Van a tener el control de la Asamblea. Esa institución se iba a convertir en «un híbrido lleno de contradicciones». Y finalmente, entiende que el asunto era «humillar a Haya». El Tucán en la tarde medita: «ese hombre, a lo largo de su vida, persecuciones, prisión, destierro, un confinamiento de por vida, preso en el Panóptico en la era de Benavides… », «esta puede ser la última oportunidad de su vida…». Y es así como el Tucán «no acepta ser el Presidente de la Asamblea Constituyente, y lanza la candidatura de Haya de la Torre». No quiero, al contar estos hechos, descender a lo sentimental, pero es cierto que hubo lágrimas en los ojos de Haya de la Torre. Por lo demás, no ocurrió lo que temían las izquierdas: Haya dejó hablar a todos los constituyentes. Había vuelto, en su mente, a sus primeros años de revolucionario. Cosas del lado oscuro de la vida peruana, las izquierdas detestaban a Haya sin conocerlo personalmente. En esa Asamblea, a Haya le fascinaban dos oradores, Hugo Blanco y Cornejo Chávez.

Amable lector, ¿conoce usted a algún político que, en nuestros días, tuviera ese gesto de ceder la presidencia porque el otro, había luchado intensamente?

Pero por algo El Comercio en esa portada del viernes 19 de marzo pone esta entrada: «Su memoria y trayectoria suponen un contraste enfático con los modales (o ausencia de ellos) que hoy caracterizan nuestra política». Hoy eso que nos atrevemos a llamar política ha dejado de serlo, era una competencia entre tendencias y grupos distintos. Eso sería lo normal, el «principio de pluralidad». Pero ya no lo es, lo que me hace pensar en el filósofo alemán, Voegelin: no hay partidos sino «religiones políticas». En consecuencia, vanidad, dogmatismo y convencimiento que tienen los que creen poseer la verdad absoluta. Nos hemos vuelto maniqueos. Y no somos los únicos. Y además, la meta, por cierto vil, como lo señala Francisco Durand, es La captura del E$TADO. El título juega con la S para ponerla como signo del dólar. Para ese virus, no hay vacuna. La fiebre de ser multimillonario de la noche a la mañana. La puerta giratoria de los sobornos.

El Tucán, en cambio, hasta después de sus 100 años, seguía atendiendo en su escritorio de abogado. Todo está dicho. Acaso por eso siempre sonreía. La longevidad y salud del honesto.

Publicado en El Montonero., 22 de marzo de 2021

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