«Bienvenidos al peor de los mundos»

Written By: Hugo Neira - Sep• 28•20

Interesante enigma la lista de posibles candidatos a la presidencia. Hernando de Soto con una propuesta distinta a todas las otras. Apenas ha aparecido, Mario Ghibellini lo pone en un «paquete de brotes y rebrotes primaverales». Sí pues, la cachita de siempre. Discrepo de esa idea. Me parece que hay un giro enorme, para bien o para mal, entre estas elecciones y las anteriores. Me atrevo a decir que más que los partidos (pocos hay que tienen militancia, o sea fe) va a pesar el candidato. Pienso en George Forsyth, alcalde de la Victoria, favorito en las encuestas, aunque no falta quien dice «es un auténtico rompecabezas» para sus posibles rivales.

Qué curioso, qué ganas de seguir siendo barrocos en ciertos columnistas. Es evidente su popularidad, es joven, no ha hecho política (para el ciudadano de a pie, no ha robado) y se pone los pantalones en la gestión de ese dulce y suave distrito limeño. De eso se trata, que el que llegue a Palacio tenga huevos. Pero, perdón, hay candidatos y candidatas —Verónica Mendoza, Keiko, y acaso alguna otra— y recuerdo a César Calvo que decía, por el carácter de Martha Hildebrandt, «tener huevarios». Era broma y realidad, en nuestro país, las burocracias estatales son de una pachocha insoportable. Todos sabemos que casi no hay Estado, acaso porque se necesita un personal que mande sin ofender, algo que no abunda bajo la neblina de Lima.

Insisto, algo me tinca. Si el amable lector no ha tenido la suerte de crecer en un barrio popular y además lo pusieron en colegio privado de esos caros, quiere decir me late, la intuición que no se van a parecer a los que gobernaron. Por ejemplo, Toledo, se decía cholo y sin embargo se había formado en Stanford. Todavía me acuerdo cuando modulaba los labios para que el sonido saliera correcto. Se rodeó de gente competente, pero más que con sus ministros, pasaba el tiempo con los Gaitán Castro, unos músicos. Alguna vez nos invitó a un fin de semana en Punta Sal, y francamente… Inteligente pero juergero hasta quitarse. Los otros inquilinos de Palacio los hubo light, ideológicos, locuaces, pero muy pocos intentaron remover la estructura socioeconómica del sistema. ¿Lo que se avecina en el 2021, ¿es un presidente vitalicio? Las redes en todas partes demuelen las democracias.

Pienso entonces en lo que afirmaba Juan A. Linz, nacido en Alemania y de madre española, gran especialista, profesor en Columbia, Berkeley, Stanford, pero desconocido en estos lares. No era marxista. Linz, bilingüe perpetuo, recordaba en sus clases y libros la teoría de la democracia y por cierto, sus problemas. Uno de ellos era la dificultad —en particular en la América Latina— de cumplir con un principio básico y práctico: la democracia es pro tempore. La democracia es alternancia o no lo es. Linz lo dijo antes de Chávez, Evo Morales y Maduro.

Entre las dificultades, según Linz, estaba también el hecho que «a la presidencia llegan los políticos». Parece una broma, pero lo que quería decir es que son «amateurs sin una preparación específica para resolver los complejos problemas de nuestra sociedad y de la economía. La democracia puede utilizar a tecnócratas, pero los electorados no eligen a los políticos sobre la base de su competencia profesional, sus estudios, su prestigio o como expertos». Pero ya sabemos que es lo último que se les ocurre. La tendencia dominante ha sido reclutar ministros que sean amigotes, parentela, o el pata que te cae bien, y listo el pato. Y así vamos. Va a ser difícil con «contratos irregulares» que ahora se investigan. O casos como el de Swing. La gente está muy alerta, el ampay es casi seguro.

¿Será la hora de nuevos rostros? Es probable, pero en la carrera al 21, escuché a Muñoz, alcalde de Lima, en la televisión, contarnos que diversos partidos de derecha no se disponen a hacer un frente propio porque cada facción tiene su candidato presidencial. Asombroso. Me hicieron recordar El Paraíso perdido de John Milton. Vencidos por Jehová, se reúnen Satanás, Belial, Mammon, Belcebú en el exilio, la oscuridad, «en las tinieblas fraguando imperios vanos», los bellos ángeles transformados en demonios. No cito la Biblia, no soy evangélico. Leo los clásicos. Entre tanto sobre los candidatos hay que esperar el 30 de setiembre.

En la mente los seres humanos no tenemos solo una perspectiva. Acabo de llenar de hipótesis el escenario local. ¿Y el internacional? Más que nunca lo mundial es decisivo. No estamos solos. No es otro siglo sino otra época. Un tiempo de mundialización, de internacionalización (instituciones), de globalización (económica, las empresas trasnacionales) y los acontecimientos que ocurren nos tocan a todos. Ejemplo, la actual pandemia. Y la economía. Si la mundial no se echa a andar, perdemos. Vivimos de nuestras exportaciones. Ahora bien, como los conozco, sé qué tienen en su cabeza mis paisanos: una tendencia al entusiasmo. Les parece un pecado no ser optimista. No pienso así. La marcha del mundo no se entiende ni por el pesimismo ni por el excesivo amor a la novedad. Las cosas son complejas. Por eso en esta ocasión, voy a poner en la mesa las interpretaciones que tienden a criticar los riesgos de la mundialización. Ay del Estado que no sea fuerte.

Vivimos una economía absurda, el dinero no es para invertir y crear cosas y empleos, sino hacer dinero que acumula dinero. La gente de la finanza internacional considera que quien más acumula es un ser superior, por encima de sabios y de artistas. Entre tanto las desigualdades estallan por todas partes. La causa son las offshore y capitales expatriados que huyen del control de los gobiernos, y en consecuencia el gasto público se reduce. Y eso provoca empobrecimientos en las clases medias y populares hasta en las sociedades más avanzadas. Todo eso está en una bibliografía que no llega al Perú. De ella, elijo el libro de Natacha Polony, francesa. El intitulado de este artículo lleva esa preocupada idea. Bienvenus dans le pire des mondes. El peor de los tiempos. Solo nos llega «lo políticamente correcto», en inglés. Vivimos en un planeta en que cada día hay más multimillonarios y más neopobres, y así la política se vuelve autoritarismo del dinero desde arriba, y por abajo, debido a la desigualdad,  protestas y populismos de diversos tipos, acaso el retorno a tiranías.

Lo que circula en Europa es, entre muchos estudios, La Guerra económica (Delbecque), El hombre que valía 5 mil millones o cómo las finanzas se han vuelto locas (Lévy), El Choque de los Imperios (Quatrepoint), es decir USA y China. En todo eso, un peruano. No vive aquí, profesor en Texas, Harvard, se llama Francisco Durand. Ha estudiado desde Los doce apostoles de la economía peruana a su último libro. Viene como anillo al dedo: La captura del Estado en la América Latina. Si no lo ha leído, amable lector, se pierde algo realmente claro. Hay que saber distinguir los intereses del neocapitalismo externo bajo el manto de la democracia, cuando existe una corriente crítica en los países del capitalismo. En suma, el tema del Estado es lo más importante. El Perú no es tan pobre como se dice. Hay que incluir. Nuestra crisis no es solo pendemia y economía. Somos campeones en excluir. En política, en negocios, en quien va o no va a estudios superiores, las murallas invisibles de la Lima actual.

Publicado en El Montonero., 28 de setiembre de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/bienvenidos-al-peor-de-los-mundos

Un día excepcional, viernes 18 de setiembre

Written By: Hugo Neira - Sep• 21•20

«Si hubiera un pueblo sagrado, éste se gobernaría democráticamente.

Gobierno tan perfecto no corresponde a los humanos»   

—Jean-Jacques Rousseau

Desde las 10 de la mañana me concentré sobre lo que iba a pasar en el Parlamento (lo de Congreso no es el nombre adecuado. Una cosa es ir a un congreso de médicos, juristas, antropólogos, reunión de expertos para tratar temas específicos, otra representar a ciudadanos). Algún día regresará la palabra legítima, diputado.

Ese viernes me parecía decisivo, se jugaba la gobernabilidad del Perú en medio de un torbellino de contagios y muertes. Escuché el debate pese a que tenía cosas que hacer. Nada más engorroso que dar clases a distancia. Cuando dictaba una clase presencial distribuía documentos impresos a cada alumno. Hoy esos mismos textos entran a un sistema electrónico. Lo están diciendo en los Estados Unidos y en Europa, nada reemplaza la presencia del profesor y el aula de alumnos que puedes ver, y ellos hacerte preguntas. Pero volvamos a nuestro dilema legislativo. Vacancia o no vacancia.

No pertenezco a ningún partido. Ni a ninguna ideología. Y no quiero ningún cargo público, «aunque usted no lo crea» (una frase que corrió por muchos años en los diarios norteamericanos). Ahora bien, ese viernes no fue una decepción. Al contrario. Se ha estado diciendo que ese Congreso es el peor que hemos tenido. Siento mucho decirlo, pero no me parece. No hablo de los contenidos, hablo del discurso mismo. Lo que estoy diciendo es que son oradores, por algo están ahí. Discuten, argumentan, a veces el tono es sardónico, a veces se exceden y llegan al insulto o a desear la pena de muerte. Ahí se pasaron, Crowte Chagua, de UPP. Está en el diario Correo. Que lástima que se hayan ocupado diversos diarios de «las frases más pintorescas». Por lo visto, no podemos tener un instante de gravedad. El placer del cochineo nos devora.

Debate y el poder de la palabra, Roberto Pereira no solo se ocupó de la defensa de Martín Vizcarra sino que en 40 minutos, le dio vuelta al debate. Brillante jurista —no lo conozco ni me han pagado para que lo diga—, no solo por sus argumentos sino porque lo sitúo en el campo jurídico. Con lo cual estaba diciendo, ustedes no son el Poder Judicial. Si el amable lector ha seguido ese debate, se acordará del momento en que levantó las manos por el cielo, liquidando este mito, «lo que cuenta son los votos». Claro que después, más de un congresista insistió en que el Congreso puede también investigar. Posibilidad de una Comisión que Lenin Checco, vocero del Frente Amplio, propuso después. En cuanto a Pereira les recuerda al hemiciclo y al país entero que «los hechos graves que el presidente Vizcarra habría cometido, no estaban corroborados». Y claro está, todo el mundo estaba al corriente que de esos «hechos» se está ocupando la Fiscalía y el Ministerio Público. Acaso ese fue el momento en que dejaron de pensar usar la guillotina, al menos por esta vez. El abogado Pereira les estaba diciendo, entre líneas, que el tema de la vacancia no tendría fundamento, por el momento.

Ahora bien, hasta el último momento, no se sabía si el presidente Vizcarra iba o no iba. Y de pronto, muy tranquilo, Vizcarra. Y Merino, el presidente del Congreso, tuvo que darle la palabra, al inicio. En fin lo que ya había dicho, «doy la cara, la frente alta», etc. Y puso sobre la mesa dos cartas notariales de Karem Roca, arrepentida de falsos testimonios. Pero, ocurrió una cosa, el presidente Vizcarra las mostró delante de todos, y se olvidó de dejarlas. Y los congresistas pidieron esos papeles en el largo debate. En cuanto a que llegó y se fue, está claro que prefirió salir porque luego le dijeron zamba canuta, «pato cojo» (Omar Chehade). «Muerto viviente» (Daniel Urresti). Qué representantes tan finos y educados, ¿no?

¿Por qué 78 votos en contra de la vacancia, 15 abstenciones y 32 a favor? Al presidente Martín Vizcarra lo salva la pandemia. Un viento de sensatez corrió por el hemiciclo. Más de una bancada sabe que el peruano de a pie, hace rato que no le interesa la política peruana, y eso, antes de la pandemia. Y no se diga hoy, cuando cada día se cuentan los contagiados y los muertos. Si hubieran votado por la vacancia, habríamos entrado solo en una situación de cambio de gobierno y mayor caos, perdiendo lo poco que se puede hacer para vencer el coronavirus. O sea, no pensaron en su partido sino en el «bien común». Vaya, por una vez, ¡Por el Perú!, dijeron. Pero la guerra del Parlamento y Palacio continuará.

En la no vacancia hay un contenido de estrategia política. Si las bancadas más radicales tumbaban al presidente, era una victoria simbólica, con efectos en las elecciones. De ahí Keiko, contra los populismos. De ahí, el cambio de opinión de Acuña. Es algo lógico. Ambos le cerraron la puerta a Antauro.

Por lo demás, varios temas de fondo se me quedan en el tintero. En el debate, he encontrado la confrontación de las bancadas, no solo los que votaron por el sí y el no.  ¿Cómo llamarlo? Mentalidades distintas. María Céspedes, vocera del FREPAP, solo razona en torno a la moralidad. Su criterio es religioso. Lo suyo es una nostalgia del Absoluto en este país de corrupciones, ¿emerge una antitesis puritana? egelHe¿Habrá que elegir obispos, como hacen los musulmanes en Irán? Otro tema, ¿es saludable que se espíe a los ciudadanos?  Y otro tema, mis paisanos no conocen una regla ética propia a la cultura anglosajona. «Vicios privados, virtudes públicas». Private Vices, Public Benefits. En otras sociedades se separa lo privado de lo público. Pero no aquí, los mezclamos, herencia de la colonia, y con un complot chismoso de secretarias y bailarines, por poco no se tumban nuestra precaria democracia. De joven, leí 1984, la fantasía de Orwell, una sociedad sin privacidad. Eso es ya Lima.

En fin, un match de fútbol nos da una sana narrativa. La rojiblanca ante Paraguay, 4 a 1, pero a Vizcarra le habían hecho un gol al no darle la medida cautelar. Pero en el match, el abogado Pereira mete un gol de media cancha con eso del tema jurídico. Luego, el congresista Urresti se mete un autogol, cuando se pone a decir que no iba a haber vacancia. Esas cosas no se dicen, señor. Es usted sincero. Pero en política caben las estrategias y como en el fútbol, se driblea. El cuarto gol le hizo un joven de la bancada morada. Cita a Manuel González Prada, quien se indignaba que los peruanos estuvieran desunidos durante la guerra del Pacífico. Y fue muy atinado preguntarse qué dirían en el futuro, «que en plena pandemia, seguimos desunidos». En fin, votaron contra la vacancia. Acto sensible —dada la peste— y sensato, prudente, ante la imprudencia de unas cuantas bancadas. Como lo dice Juan de la Puente, eso fue una «revuelta parlamentaria», fallada.  

Publicado en El Montonero., 21 de setiembre de 2020 https://elmontonero.pe/columnas/un-dia-excepcional-viernes-18-de-setiembre

La gran epidemia, la alegre deseducación peruana

Written By: Hugo Neira - Sep• 15•20

Introducción necesaria.

Mientras duran la crisis sanitaria y el confinamiento, ocurre que prolifera el encuentro intelectual con amigos para debatir, a distancia. Sin vanidad, tres o cuatro por semana. Y así, me entrevistaron sobre mi opinión sobre el estado (calamitoso) de la educación. Lo hizo Fernando Gamio, a quien agradezco. En Salgalú TV. En «Diálogo abierto» de Salvador Herencia. Y resulta que en provincias, en Puno, en el norte, se han interesado por «las declaraciones de Hugo Neira». Fue una charla, algo oral, por lo visto con la carga emocional que tiene la palabra. Pero creo necesario que se conozca el texto escrito. Lo que sigue, lo dije de un tirón. Con toda mi sinceridad y mi indignación. Yo me formé en los colegios del Estado, en primaria y secundaria, que me dieron la formación que tengo, y por eso lucho para que mis paisanos despierten. La secundaria peruana no es mala, no existe. Dos generaciones sin la menor formación. Una catástrofe cultural. Y acaso electoral. (Y ahora, lo que dije.)

Una separata, una revista expone este tema, «aumentar el presupuesto de educación». Qué ceguera. El cimiento de nuestra pésima educación no es el salario de los profesores ni la calidad de los locales escolares. Pagar más a los maestros es algo que ya se ha hecho, desde la presidencia de Toledo a Humala sin que mejore el enfermo, que es todo un país. Digo esto cuando la peste del Covid-19 reina, pero tarde o temprano, debido a las vacunas o a la inmunidad de rebaño, saldremos de ese mal, que finalmente es coyuntural. Pero del desastre de la educación primaria y secundaria no vamos a salir de la noche a la mañana. Esa epidemia, el desprecio a la cultura, la creencia en que los libros no sirven para nada, el todo mercado, el todo es dinero. Esa epidemia que es peruana, no la tienen otras naciones, comenzó en los noventa. Los iletrados —el peruano que ya no es analfabeto pero que no lee nunca— es nuestra crónica enfermedad. Y en cuanto a los tests de PISA somos los «últimos de la clase», como dijo Nicolás Lynch cuando era ministro. Pero los padres —no los «papás», ¡qué mal hablamos el castellano!— siguen llevando a sus hijos a un lugar en que parece que aprenderán algo, pero salen de la secundaria sin poder comprender un texto escrito. Y menos todavía, escribir sencillamente un paper.

Seré más claro. Los automóviles aunque de marcas diferentes, siempre tienen cuatro ruedas. Todo ferrocarril tiene rieles. Todo avión tiene alas. Salvo que sea un helicóptero. Pero en el Perú, en educación, se ha fabricado algo que no existe en otros países. Hace 30 años nos salimos del pattern o marco que es corriente en todo país. Lo que nos sacó de lo normal fue la extinción de las asignaturas. Así de simple y así de estúpido. El que habla hizo sus estudios en una Gran Unidad Escolar. Pero qué digo… Si hubiera sido un colegio privado, era lo mismo. Se enseñaba por materia, es decir, ciencias y humanidades. Como ciencias, Matemáticas, Álgebra, Geografía, Física y Química. Claro está, a lo largo de los 5 años de secundaria. E Historia del Perú, Historia universal, Gramática, Lógica, lenguas diversas. Hoy un joven peruano no conoce su historia. Cantamos el «somos libres» y sin embargo somos el único país de América Latina que no tiene conciencia de su nación. Y me olvidaba, curso de Religión y de Educación Cívica. Si el que me escucha no me cree, haga algo sencillo: yendo a Google, pregunte a los países cercanos qué disciplinas, asignaturas y materias se estudian. No va a encontrar «áreas» como en el Perú. Vaya entonces y pregunte por el sílabo peruano. Y busque usted un pañuelo porque es para llorar.

Digamos la verdad: hace 30 años, se instauró un sistema de educación en el que el profesor no existe, se le llama «facilitante». No hay educación sin la transferencia del conocimiento de una generación a otra. Pero nuestros geniales pedagogos lo han borrado de la pizarra. La palabra conocimiento casi no se usa en los sílabos actuales. Se trata hoy de formar «habilidades». Pero justamente, la habilidad era el resultado de los ejercicios tanto en literatura o ciencias de la naturaleza. Por lo demás, no forman lo mínimo. Por algo se llamaba la media. Es decir el espacio de aprendizaje para aprender a aprender en la adolescencia. Pero, geniales como somos —«creativos»—, los cursos por materias han sido reemplazados por «áreas». La vanidad y la mentira, eso se hace para adultos en las universidades. En conclusión, la educación peruana no es mala, ¡no existe! Hay una palabra para definirla. Un Ersatz. Es decir, el edulcorante que toma el diabético y reemplaza al azúcar.

La situación es grave. Después de la pandemia, económicamente, no estaremos como antes del Covid. Tendríamos que traer profesores de otros países en lengua castellana. Lástima, porque había en el pasado profesores especializados en Matemáticas, Física, y que se formaban en las universidades peruanas. Y eso ya no hay. En las aulas dan lecciones sobre «los valores». O sea, chamullo. Y ¿para qué profesores si las disciplinas han desaparecido? ¿Quiénes destruyeron la secundaria? Un par de corrientes. Las que se llaman «constructivistas». Consideran que la mente infantil se autorganiza. Enorme malentendido. El ser humano no necesita aprender a hablar, correr o comer. Eso es natural. Un niño, si vive en Alemania o en China, puede aprender esas lenguas, pero leer y escribir no es natural sino cultural. Si hay escuelas, padres que enseñen. No existe el gene de la lectura. Leer es un hábito. Y se tiene en la infancia o nunca.

Hoy la gente se chanta en las comunicaciones. Muy bien es tener velocidad, eso será entre personas, porque saber, es otra cosa. Necesita un esfuerzo y tiempo. Y la chanchada de nuestros días es afirmar que los conocimientos pueden conocerse sin los libros. En mis viajes, yo veo libros cada vez más grandes, de mil hojas para adelante.

En el tiempo en que vivimos, las ciencias y las sociedades se modifican, y hay cambios de paradigmas del saber. Quiero decir que si en el pasado no teníamos un nivel educativo suficiente, al menos nos acercábamos a las grandes sociedades. Hoy estamos más lejos que nunca. El nivel general ha colapsado. Cada año, los estudiantes que llegan a la universidad no entienden un texto y a veces, ante profesionales, tengo que explicar qué es un párrafo. Nadie les ha enseñado lo mínimo. Saber comentar un texto ajeno. Y saber escribir un texto propio. Así de simple. Y así de perverso. Los jóvenes salen de las aulas secundarias sin haber adquirido o bien una capacitación para un oficio, o bien las herramientas cognitivas para seguir estudios superiores. Pero ni eso ni lo otro. Y entonces informales improvisados con poco nivel de productividad en lo que se metan. Lo que ha pasado en el Peru es una masacre de inocentes.

En la chanfaina de la escolaridad peruana, en vez del saber en aulas se dieron lecciones sobre «valores». Un mamarracho seudomoralista. El resultado está a la vista: nunca ha habido más violaciones y madres de familia a los 12 años. Y al SUTEP por la contribución en formar espíritus ciudadanos respetuosos del otro. Nada de pensamiento único. Pero hablando en serio, el amor a los estudios fue mi generación de los 70. Matos Mar, de Soto, Cotler, Iván Degregori, Fuenzalida, Flores Galindo, Portocarrero. Pero ellos tuvieron esa formación en la secundaria que como dicen, ya fue. Como profesor en Francia (cargo que solo se tiene si se gana el puesto en un concurso público), he visitado diversos países. Pero en ninguno he visto tal vanidad, la de los que le dieron la vuelta a la enseñanza. La solución es escucharles decir ‘nos hemos equivocado’. Pero eso no ocurre, hacen planes de reforma que no son sino «la misma chola con otro calzón» (Gages y oficios de la Jerga Peruana, Julio Hevia). 

En este tema hay que desahuevarse. No hay otra palabra. Hay que traducirla a los expertos del Banco Mundial, son los interesados en embrutecernos masivamente. ¿No es cierto señor Saavedra? Pero la no educación arranca en los noventa. ¿No es cierto señor Vexler? ¿Era necesario eliminar todo lo que fuese humanidades? ¿Porque en el Consenso de Washington eso es lo que imponen? ¿Y a eso le llaman Reforma? ¿A que los jóvenes peruanos no aprendan a pensar por cuenta propia? La educación que anularon era sencilla, se enseñaba materia por materia. Con notas numéricas. Esfuerzo y no entretenimiento. Lo actual es un despelote. El Perú está en riesgo. La mala educación contamina a la gente, a la clase política, a los diarios, al conjunto de la sociedad peruana. Es nuestra enfermedad crónica el «yo ya sé, y no necesito ni leer, ni aprender, tengo celular». Entretanto nada de Gramática, nada de Lógica. Estupendo, bienvenidos a la barbarie.

PD: Lo de la crisis política, después del viernes que viene

Publicado en El Montonero., 14 de setiembre de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/la-gran-epidemia-la-alegre-deseducacion-peruana

Chabuca Granda. Cuando la canción es poesía y metáfora

Written By: Hugo Neira - Sep• 07•20

A veces, en otros países la toman como una gran cantautora. Me parece que es mucho más. Y no solo porque es su centenario. Escribir sobre ella llevaría no a una nota sino a un ensayo, o un libro. Quien me ha dicho que lo va a hacer es Eduardo González Viaña, luego de su estupendo libro sobre Ramón Castilla. Si es así, Eduardo, tienes trabajo por delante porque Chabuca Granda —«compositora y cantante de música criolla»— como la resume Walter Casas en el Diccionario histórico de Milla Batres, es un conjunto, porque reúne vida, música, sociedad y cultura criolla y afroperuana. Y muchas más cosas. Vista con el correr del tiempo, es un signo. Y por eso, su vals y sus canciones son una suerte de conjuro, y además, son lo que se llama unas metáforas. Es decir, según la más exigente de las academias, «algo que simultáneamente a su sentido conduce a otros pensamientos y  temáticas».

¿Qué pasaba en la Lima de Chabuca? Era un gran momento. Lo he vivido. Había un Nicomedes Santa Cruz que podía decir «Talara, no digas ‘yes’, / mira el mundo cara a cara, / soporta tu desnudez, / y no digas ‘yes’, Talara». Y en esos años estaba en plena producción Gálvez Ronceros, narrador del cuento negro peruano. Además, Chabuca que transformaba sus poesías en canción, vivía en una Lima de la generación de los 50 —Alejandro Romualdo, Francisco Bendezu, Juan Gonzalo Rose, Gustavo Valcárcel, Washington Delgado— y Manuel Scorza que todavía no se había ido a Francia. En esa generación estaba Sebastián Salazar Bondy, que pudo llamar a la capital, «Lima la horrible». Había una gran poetisa, Blanca Varela. En cuanto a la generación del 60, estaban Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros, Javier Heraud y César Calvo,  aquel de «Venid a ver el cuarto del poeta». «Desde la calle / hasta mi corazón / hay cincuenta peldaños de pobreza. / Subidlos. A la izquierda. /». Chabuca fue amiga de esos poetas jóvenes, pero no la contaminó la melancolía de algunos.

Es tiempo que abordemos al menos algunas de sus canciones. Comenzaremos con la que la hace famosa, La Flor de la Canela. Quien no la conoce ? «Déjame que te cuente, limeño, / Déjame que te diga la gloria / Del ensueño que evoca la memoria / Del viejo puente, del río y la alameda /». Se sabe que hubo una mujer de carne y hueso y no un personaje literario que le inspira y que se llamaba Victoria Ángulo. No falta gente que imagina un caserón típico de la clase alta, en donde la joven blanca se vuelve la amiga de la bella negra. Nade de eso. Chabuca había nacido en el asentamiento minero de Cotabamas, en Apurímac, su padre era ingeniero de minas. Y parte de su niñez la pasa en un rancho de la Bajada de los Baños en Barranco. Le dieron sus padres una buena educación, pero diríamos era una familia de clase media. Y se conocen porque ambas, Chabuca y Victoria, trabajaban como empleadas en la Bótica Francesa del Jirón de la Unión. La morena le cuenta su vida. Y aquello de que «airosa caminaba…/ por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera /», seguro que era el itinerario de Victoria cuando se iba a pie, del Jirón de la Unión a la Alameda. Dijimos vals metáfora. La relación de Chabuca con la morena no era de arriba para abajo. Ese vals era el reconocimiento de la igualdad. Para entender lo excepcional de ese gesto, es preciso no perder la memoria que los negros fueron esclavos. Ese vals es un reconocimiento, en la persona de Victoria. Chabuca Granda no formó parte de partido alguno, pero sin ostentación era demócrata cabal. La democracia no es solo un sistema de elecciones y mayorías y minorías, sino una manera de vivir. Conviene decirlo, porque en nuestro tiempo, los racismos de un lado hacia el otro no han desaparecido. Al contrario.

Otra forma de equivocarse ante la singularidad de Chabuca ocurre si la creemos solo una criolla. No olvidemos que somos, en el Perú, culturas distintas las andinas de lo criollo. Pero entonces, ¿qué hacer con el Dueño Ausente, de la compositora? «Paisana de mis alturas / ingenua niña serrana / la de mejillas de rosa / y largas trensas endrinas /». Es la esposa de un soldado. «Tu dueño sirve a la patria». Y canta sobre el maíz, / en tu tierrita escondida /». Con ternura, con respeto. La misma autora de «Fina Estampa» Un lucero.  «más hermoso ni más luciera /». Uno de los raros poemas de una mujer ante un hombre hermoso, y una descripción de una sociedad rural, «… hacia los zaguanes / y a los patios encantados /». Pero como toda poetisa, una canción enigmática. «María Sueños». «En los sueños de María, María, María sueños / van tejiendo sus sentidos /». «Escarpando cordilleras … / Por selvas, soles y lunas despeñando sus ensueños /». Acaso una atleta, o una amiga o alguna generosa idealista ¿? No lo sabremos nunca. En algún momento de su vida la jala y fascina la música negra. /Landó, Landó sólo contigo seré’/. Y en fin, no abunda la confidencia pero algo hay de ello. Cardo y Ceniza. Es la conciencia de una mujer más bien mayor, y un amante juvenil. Y entonces, la silenciosa queja. «Si he de fundir mi espacio frente al tuyo / cómo será mi piel junto a tu piel /» «Cómo será el gemido y cómo el grito /al escapar mi vida entre la tuya /» … «Pero cómo serán mis despertares /». Ese poema, en la pacata Lima de los cincuenta. Admirable.

En cuanto al criollismo, debo decir que fueron varios. De siglo en siglo. Primero, los criollos en el tiempo del virreinato, y su espectacular ascenso social que antecede a la Independencia. Ricos mercaderes, mineros, hacendados, algunos enoblecidos —comprando los títulos— y el asalto al poder, la compra de oficios, y su dominación de las universidades y el clero. Lo que encuentran San Martín y Bolívar es una criollización generalizada. El mundo de los oidores, el poder criollo. Eso continuó a lo largo del siglo XIX. Pero hay otro criollismo. Nace curiosamente en las clases bajas del siglo XX. Y se llama música criolla. Los antecedentes de Chabuca. Zamacuecas, marineras, y los primeros vals, músicos de origen popular, música para artesanos y obreros, Felipe Pinglo Alva, y la importancia del barrio popular, y entonces los proletarios que no necesitaban el himno de la Internacional sino El plebeyo.

Ya era la era de la radio, y hubo vals, tango y foxtrot. Para blancos, mestizos y negros (Lexus). ¿Y eso es todo? No. Pienso en Chabuca y la Lima criolla de 1900 que la precede. Lo que describe Eudocio Carrera. La jarana. Y el tono socarrón, Leonidas Yerovi, el de «Titina, tina, tontina, la de la voz argentina, y el aliento de jazmín, sal a tu ventana, ingrata, y oye la mandolinata que te doy en el jardín». Sí, pues, la bohemia. Lo criollo popular era  irónico, burlón. Ver El elogio de la huachafa, de Balarezo Pinillos. Había broma, no la injuria como ahora.

¿Qué retoma Chabuca de ese fin de siglo? El buen humor. Y lo que ella es, que he retenido de decirlo. La gracia. Sí, pues, cuando cantaba no contaba mucho la voz –se había preparado desde niña– sino su aura, lo agradable, lo simpático, eso que los españoles llaman «saleroso». ¿Era ella o era ese tiempo? Lima era pequeña, a lo más un millón de almas. En fin, Chabuca Granda era el punto más alto de la cultura criolla por arriba y por abajo de clases y gustos. Luego vino la gran migración andina. Y entonces lo criollo pasa a ser una cultura peruana como lo indio y lo mestizo. ¿Y por qué no? El concepto sirve al decir «hecho a la criolla» que es censura, o bien, una cultura de la crítica, para eso Alfredo Bryce y las novelas de Mario Vargas Llosa. Y lo que detestaba Mariátegui, la «política criolla». Pero en la música te echamos de menos Chabuca. Ya no cantan, hablan, como los raperos afro de los norteamericanos.  Una cantaleta. Sosa, tonta, desabrida. Y entonces, apago la tele o cambio de canal.

Publicado en El Montonero., el 7 de setiembre de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/chabuca-granda-cuando-la-cancion-es-poesia-y-metafora

Los Olivos. El placer lugubre de la muerte

Written By: Hugo Neira - Ago• 31•20

Una fiesta clandestina. La noche del sábado pasado, el 22 de agosto. Un local con 120 asistentes pese a las prohibiciones en la batalla contra el coronavirus. No entraré en los detalles, todos sabemos, murieron 13 personas. Y que 11 de ellas estaban ya contaminadas. Y había gente con antecedentes penales. Tampoco me voy a ocupar de quiénes son los culpables. Eso se lo dejo a los que les gusta echar la culpa de algo a otro. Por lo general, un rival político.

De lo que he leído y visto, lo más serio es que «hay responsabilidad de todos los sectores», comenzando con la ausencia de fiscalización municipal, o cómo pudo funcionar sin autorización y quién cerró la puerta de escape y quién la abre. Y el origen de la estampida. Por cierto, no hubo bombas lagrimógenas. Mi pregunta es otra. ¿Qué necesidad había de ir a una discoteca en plena pandemia? ¿Una respuesta al aburrimiento de las cuarentenas? ¿Acaso mostrar que hay gente que no se chupa?

Años atrás me ocupé de la anomia (ausencia de reglas y normas). Desde la época que la estudié, ha crecido. La anomia está arriba y abajo. Pero ante lo ocurrido, confieso que me he quedado asombrado. En mis meditaciones hay un concepto que pongo por delante, el Verstehen de Max Weber. Como sociólogo soy un weberiano. Quiere decir «comprender». Y francamente, es el caso. Cierto, podemos verlo como un acto de desobediencia. O también un negocio clandestino. Pero de tener tiempo para un estudio de fondo, no iría a entrevistar al alcalde Felipe Castillo, ni a algún ministro, ni a los propietarios, y menos a la policía que interviene porque estaba patrullando. Nada de eso ni el lado jurídico, no soy abogado. Me ha interesado más bien, la urgencia de fiesta en plena pandemia. Hubo muchas, pero esa salió arroz con mango. Un desorden que no pude descifrar.  

Y entonces, llamé a algunos de mis amigos psicoanalistas. Una amiga de toda la vida, me envió este correo: «Dos cosas son infinitas, el cosmos y la estupidez humana». Apabullante, ¿no?  Pero insisto, ¿por qué este placer peligroso? No fue un suicidio, sino una juerga. ¿Acaso el narcisismo? No soy psicólogo pero conozco Freud y su obra, y buscando una pista, llamé a Moisés Lemlij. Le dije por teléfono que estaba convencido de la pulsión de vida freudiana, y el rechazo a la muerte en el ser humano. Y me corrige. «-No del todo Hugo, como sabes, Freud considera las pulsiones, pero hay pulsiones de muerte que se acompañan de algo erótico. Es el placer de ‘lo arriesgado’». Y me dice que eso ocurre con la gente que, por ejemplo, practica deportes peligrosos como subir a la cima del Everest. Prosigue:«-¿Te acuerdas Hugo de esos aristócratas rusos en el zarismo? Esos grandes guerreros, que se aburrían cuando no tenían guerras, inventaron la ruleta rusa». La pistola en la sien, el dedo en el gatillo, una sola bala y el clic de lo vacío o la muerte. O sea, la emoción al tope. ¡La adrenalina!     

El resto de la semana me vinieron recuerdos y semejanzas. Y me acordé del huaico que sepultó la ciudad de Yungay y 70 mil vecinos, tras el terremoto de 7.8 grados (Richter). Un domingo fatídico, había gente en la iglesia. Mayo de 1970. Yo estaba en el Perú, y estuve entre los que fuimos a Yungay, al terreno mismo. Eran los años de Velasco, y trabajaba en el Estado. No había gran cosa que hacer salvo atender a los que se habían salvado, unas 300 personas. La gente se reunía en lo que había sido la Plaza de Armas, y donde la punta de la torre de la Iglesia apenas aparecía. Y los que se salvaron, calculaban dónde quedaban sus casas, con el huaico, a 20 metros de profundidad. Luego vino una misión médica de Rusia, dada su historia, expertos en catástrofes. Y nos dijeron que la población que no había muerto, dentro de unos meses, buena parte iba a enloquecer, otra se entregaría al alcoholismo y otra, perdiendo todos los valores, estaría dispuesta a todos los excesos. Es decir, orgías. Y así fue. Juerga, cuchipanda, festín, libertinaje, se reunían en cada aniversario. Bebían, danzaban, reían y lloraban. Y según me contaron, copulaban a vista de todo el mundo.

Se me viene a la cabeza cosas similares, de otro tiempo, las bacanales y saturnales de los romanos y los antiguos griegos. Y en esto que me llama Dampier Paredes, que trabajó conmigo en la BNP. Me pregunta si el El Decamerón se parece en algo a lo ocurrido en Los Olivos. Le digo que sí, debido a una peste. Fue en Florencia, en 1348, el impacto de una epidemia. Mientras la ciudad es doblegada por la peste, huyen y organizan diez días en que se cuentan historias y cuentos. Es una juerga literaria, pero juerga. Muchachos y muchachas, no más de 25 años. La escena cómica, patética, grotesca, pero Boccaccio, el autor, no se apoya en la moralidad de la Iglesia, sino en la capacidad de defenderse con la ironía ante las trampas del destino, la peste y la muerte. Pensándolo bien, la juerga de Los Olivos viene a ser un Decamerón, pero chicha y sin literatura. Eso nos pasa por haber abandonado los cursos de historia universal. Por supuesto que El Decamerón fue discutido. No se interesa solo por las almas sino los cuerpos. Era el Renacimiento. El humanismo. No la Teología.

Sigo mi trabajo. Para mis clases reviso cómo la administración colonial consigue hallar un modus vivendi con la masa de indígenas. Eran numerosos, los españoles muy pocos. Y el Virrey, en los siglos XVI y XVII, no tenía ejército. Entonces, varios acuerdos. La importancia del curaca. (Venía del pasado inca y siguieron en el mando local.) Y tropiezo con algo que había olvidado. ¡Jamás se metieron con sus fiestas! Sin dejar de introducir los cultos cristianos —María, Jesús— respetaban sus bailes ligados a fechas precisas, danzas, cantos y a la vez plegarias. El sincretismo, al Dios de los cristianos y el poder mágico de las huacas. Y cuando alguien de los suyos moría, lloraban pero también lo enterraban bailando (tal como en los funerales de estos días a los caídos en Los Olivos).

Ahora bien, ante la sociedad que somos, habitada por varias culturas —la andina y la criolla, y hoy lo achorado—, no puedo decir sino un par de cosas. La primera, es decisivo obedecer. «Quedarse en casa». Cuidarse a sí mismo, que es cuidar al otro. Pero lo segundo, es lo poco que nos conocemos. ¿Sabe el amable lector cuál es el símbolo de la muerte en la cultura andina? En el Occidente cristiano, un arcángel con una guadaña. En la cosmovisión andina, una mujer, a veces abuela, o una joven, y se acercan al agonizante tocando un pequeño tambor. Le toman la mano y se lo llevan dulcemente. Hay ternura en ese símbolo quechua. Y pienso que los símbolos son decisivos. «El hombre es un árbol de símbolos». ¿De quién es esta idea? Es de Cassirer que es uno de los filósofos que más consulto. Los signos o símbolos son las capas primarias del sentido.

Los Olivos. El pasado presente. Las herencias indígenas-españolas. El narcisismo. Nuestro tiempo. ¿Cada individuo tiene sus valores? Eso es Nietzsche. Nos dijo que Dionisios volvería. No encuentro nada en el monoteísmo judeocristiano que lo detenga. Acaso un concepto lejano, el Karoma, la «compasión» en el vocabulario de los budistas. Enfrentar el Apocalipsis peruano, pero esa posibilidad de misticismo se embrolla con la jarana criolla. Y resulta bien cutre. O sea, vulgar, de poca calidad. Se ha pasado del perreo a la chanfaina. A fiestas como esa solo van los caídos del catre.

Publicado en El Montonero., 31 de agosto de 2020

https://elmontonero.pe/columnas/los-olivos-el-placer-lugubre-de-la-muerte