Conversando desde Chile

Written By: Hugo Neira - Ago• 09•21

Antes de ponerme a conversar con el amable lector, visto como están los debates en Lima, me adelanto en algunos de mis ideas claves. «Estoy convencido de la superioridad de las democracias pluralistas». Y como he viajado toda mi vida a lo largo de continentes —y he vivido en diversos lugares— estoy convencido de que sobresalen sobre los regímenes autoritarios. Es evidente, Europa, los Estados Unidos, algunas otras naciones, Canadá, Australia, pocas en la América Latina. La Rusia soviética, con un pueblo y una identidad poderosa, con sabios de todo tipo, con disciplina y planes quinquenales, se modernizaron pero no pudieron competir ni con Europa ni con los Estados Unidos.

Lo que digo no es fruto de un principio ideológico o de algún dogma sino de los hechos, de lo real, nos guste o no. Pero para eso, necesitamos Estado moderno (no solo gobierno como ahora) y economía de mercado y no de planificación, que hundió a la Rusia Soviética. Y a Venezuela y Cuba sin alimentos. Y nos falta una sociedad con educación masiva de alto nivel para llegar a las ciencias. Y el ingreso a la revolución industrial como hacen otros países, no solo en Occidente, por ejemplo países asiáticos como Corea del Sur. Y solo entonces masificación de la política, y conciencia de ser una nación. Lo siento, no la tenemos todavía. Hasta ahora nuestra construcción de la identidad no es nacional sino regionalista. Y para terminar, lo que nos falta a dos siglos de ser república: podríamos tener elites que sean honestas y que no se distancien como «minorías creativas» de la cultura popular. Según ciertos historiadores eso es el declive de una nación o de una civilización (Arnold Toynbee). Como veremos más adelante.

Pero desde el Perú me hacen preguntas aunque no esté en el país, las cuales por lo general son políticas y circunstanciales. Lo que respondo sin mucho entusiasmo. Le cuento, al amable lector, que es curioso el efecto de la distancia geográfica, como que despeja el horizonte. Sinceramente, lo que hoy me atrae es nuestra estructura social y la disposición mental para unas cosas y no otras. Me interesa el armazón del Estado y la sociedad peruana actual aunque me llegan los chismes. Pero estoy lejos del bullicio periodístico limeño. Al viajar, veo los medios modernos de movilidad de otras sociedades y me alarmo por lo pobre y la poca red de carreteras, ferrocarriles, aeropuertos, en nuestro amado país andino, arrugado y desbaratado. El Perú sigue siendo un país de rincones. Y acaso por eso los peruanos no se conocen entre ellos mismos. Tenemos por desgracia y descuido una infraestructura que no une sino desconecta.

Sin embargo, respondo a quien me busca. Y cuando Percy Vílchez de LBP Radio Miraflores me pregunta sobre «la situación actual», no le respondo de inmediato. Me pongo a hablar de otra cosa, la siguiente. Hace veinte años que regresé de Europa, y todo el tiempo protesto y me indigna el colapso de la educación secundaria. De joven, yo estudié en una Gran Unidad Escolar. Aprendí mucho porque los profesores transferían y pasaban los conocimientos a los muchachos, como debe ser. Pero eso ya no existe, ¿no es cierto señor Idel Vexler? Ya no hay asignaturas. Su club de pedagogos llamados constructivistas sostiene que un alumno debe hallar por su cuenta la definición de un tema. Genial. Por ejemplo ante la clasificación de los elementos, no debe ir directamente a la tabla lograda por el químico ruso Dmitri Mendeleiev en 1869. No, debe encontrarla con su propio esfuerzo. Se olvidan que la secundaria no es los estudios superiores, sino la introducción mínima de conocimientos. Y además «según el medio social» de nuestros profesores. Hay, pues un problema: el cuadro de Mendeleiev, solo se probó que era exacto cuando la física cuántica, en 1930, lo confirma. Hoy, en Perú, no se enseña disciplina por disciplina. No hay física, química, lógica, matemática y en humanidades, nada de gramática, historia del Perú, historia universal, lenguaje, ética y educación cívica. Este experimento cognitivo que el Perú ha abrazado trajo 30 años de vacío en nuestras escuelas secundarias. Yo he leído a uno de los fundadores del constructivismo, el ruso Lev Vygotsky. No dice que se desaparezca toda otra asignatura. En ciertos temas, valía la pena el trabajo personal. Pero en Perú, desde 1990, al estar el Estado con un problema de orden fiscal, se decide reducir los gastos en educación. Y interviene el Banco Mundial en un acuerdo sellado en Washington. Se acepta un apoyo externo con este increíble acuerdo, «nada de cursos de humanidades». Y así estamos. A la cola del mundo.

Eran los años de la gran migración del pueblo rural a las ciudades, y por supuesto, las clases medias urbanas aplaudieron el recorte intelectual, no vaya a ser que los hijos de los vendedores ambulantes salieran literatos, abogados, filósofos y acaso apristas o comunistas. Mejor era crear una capa social de trabajadores manuales. ¿El resultado? Hay varias generaciones de peruanos a los que no se les ha enseñado ni a leer ni a escribir. Y menos comentar un simple texto escrito. Fueron a las escuelas para pobres para embrutecerse. Aprendieron a no leer ni un diario ni un libro. Y se pusieron a trabajar en chambas que dan plata, algo al menos. Pero la pandemia ha mostrado la precariedad de los que no saben al menos de algún oficio.

El daño es tan grande que solo puedo compararse con el escándalo Odebrecht. Entonces, ¿qué ha pasado en Perú? Por arriba «los arreglos entre las corporaciones y la elite del Estado», dice en su libro crítico, Francisco Durand. (Por cierto, nos estudia pero no vive en el Perú.) Y por debajo, millones de escolares que, como sabemos, son los mejores del mundo en las pruebas PISA. ¿Y me preguntan que ha pasado? Por arriba, diversas plutocracias (no tenemos burguesía). Y hacia abajo, un pueblo al que han estafado por algo que es un remedo de escuela. No formamos ciudadanos. ¿Cómo, sin curso de Historia del Perú? El único país sin su historia en la América Latina. Y sin embargo, hubo un pueblo con cultura, al menos en las zonas urbanas. Y eso fue el Perú hasta los años ochenta y noventa. Antes que se establecieran los constructivistas. Hoy la reflexión y el amor al conocimiento se han esfumado. Eso hubiera querido decir en la radio, pero ya lo había dicho tantas veces. Espero que la próxima vez, en Radio Miraflores, les pueda contar cómo eran las escuelas peruanas antes que decidieran que el país no entraría al siglo XXI y que porque hay internet y redes sociales, creen que ya no se necesita libros. Sin embargo, ya no hay analfabetos. Pero el peruano corriente no lee. No tiene tiempo, no solo es la chamba sino nuestra intensa sociabilidad. Somos orales y homo ludens. Se pierde tiempo leyendo. Somos prácticos, ya sabemos. Un peruano de a pie se para ante un quiosco, ve los titulares de los diarios (que cada día tienen menos clientes), no compra ninguno, ya sabe. No necesita de intelectuales.

La deseducación masiva no es mi única preocupación. Alan Salinas, en una conversación con un grupo de jóvenes apristas, me pregunta varias cosas sobre su partido. Les digo lo que comienza este texto, la necesidad de vivir y progresar en una sociedad de «democracia pluralista». Pero en el caso del aprismo, tengo tres hipótesis. Han sido el partido que ha luchado por un régimen democrático desde 1930 hasta estos días. Sin embargo, a su fundador, se le cerraron todas las puertas. Por el 40 al 60 del siglo XX, Alianzas increíbles de la derecha, el militarismo y Ravines, comunista. Lo hemos olvidado, pero era muy hábil, y es el quien inventa no la política sino la antipolítica. Esa que consiste en que no llegue alguien al poder. (Como sabemos, así vamos a votar, no a favor de alguien sino en contra. Luego se arrepiente uno de lo que ha hecho.)

El aprismo fue algo más que un tipo de partido de izquierda, un partido socialdemócrata. A muchos apristas no les gusta que lo clasifiquen en esa categoría. Cierto, ¿qué tienen que ver con Alemania? Pero lo real es que a fin del siglo XIX, la socialdemocracia estaba entre los herederos de la lógica de Karl Marx, pero no tomaron el régimen de poder de Lenin. Ellos, partido de obreros, tenían la hegemonía de las elecciones en la vida política alemana hasta 1914. Gran diferencia con el caso ruso. Es evidente que los socialdemócratas germanos vivieron en su país el periodo de expansión de la revolucion industrial, es decir, algo que no vio en vida Karl Marx. El capitalismo alemán comprende que era más favorable para la productividad que los obreros trabajaran menos horas, comieran mejor, y en consecuencia, la «pauperización» como la llamaba Marx no ocurrió sino lo contrario. Pero Rusia fue un caso aparte, cuando Lenin toma el poder es un país desolado por la guerra y el hambre y Lenin y los bolcheviques viven una circunstancia distinta. O sea, otro modo de dominación. Es curioso, pero en la América Latina, no se habla de la dinámica del proceso industrial y laboral de Europa. Es un pecado. ¿Obreros que prosperaban, sin necesidad de una sangrienta revolución? No se oye padre. Una vez, en una universidad de Lima, donde hay muchos católicos y a la vez marxistas, un amigo me propuso que fuera a dar una conferencia sobre la socialdemocracia en Europa. Lo hicimos, pero a mi pobre amigo, le quitaron el curso por seis meses. De esas cosas no se habla. El marxismo es solo Lenin, Stalin, etc.

Hay, sin embargo, algo que escapa a los apristas, sin que sea mala intención, ni tampoco en mi caso. Haya es algo más que el partido y sus enfrentamientos. ¿Un doctrinario? Algo más, un pensador. Cierto, se le ve como un jefe partidiario y la identificación con los ciudadanos en una sociedad de estamentos diferentes de 1930 a 1960, al punto que aparecen otros partidos muy parecidos al aprismo, o sea, multiclasistas. Es el caso de su mayor rival, Acción Popular de Belaunde, por ejemplo. Pero no olvidemos el proyecto de Haya de la Torre, mucho más ancho que un solo país, Alianza Popular Revolucionaria Americana. No llegó nunca a esa formación multinacional, pero produjo efectos en el continente. German Arciniegas, gran escritor colombiano: «La doctrina del APRA significa, dentro del marxismo, una nueva y metódica confrontación de la realidad económica indoamericana con las bases que Marx postulara para Europa.» Y añade: «universidades populares, donde los jóvenes estudiantes enseñaban a obreros medicina práctica…, al año de iniciadas ya contaban en todo el país, 50 mil estudiantes» (El Continente de Siete Colores: historia de la cultura en América Latina).

Haya de la Torre llegó anticipadamente a un siglo que no era el suyo. Todavía se autonacionalizaban las patrias, para pensar de modo global. Una anécdota revela el gran tema que le interesaba a la vez que su partido, era el destino del subcontinente sur. Perseguido durante el gobierno dictatorial del general Odría, se refugia en la Embajada de Colombia. Fueron 4 años sin poder salir del país durante los cuales le ocupa un tema. En esos años cincuenta, la cuestión de «la decadencia de Occidente». Lo había abordado el alemán Spencer pero también Immanuel Wallerstein, y desde su juventud, Arnold J. Toynbee. Pues bien, es al análisis de esos autores europeos y conocidos por el mundo entero que dedica su tiempo, la civilización de la América Latina, de esos años en apariencia perdidos. Es más, se sabe que Haya de la Torre había hecho amistad con Albert Einstein. El inmenso sabio era un amigo y fue quien sabiendo la temática que era la que amaba (Indoamérica), lo lleva de la mano a que conozca a Toynbee. Einstein le habría dicho: – Mire Víctor, lo que yo soy en la física cuántica, Arnold lo es en cuanto a las civilizaciones.

En efecto, Toynbee era el más leído y conocido en el mundo en cuanto a la historia intelectual de las civilizaciones. Toynbee había comenzando su estudio desde 1934 y hasta 1961, sobre el ascenso y la caída de 26 civilizaciones en el transcurso de la aventura de la especie humana. Toynbee puso en las librerías cientos de libros, revistas, traducidos según la prensa inglesa «en treinta idiomas». Como se puede entender hay algo especial en las tesis académicas y políticas de Toynbee y que me atrevo a intuir que le interesaba a Haya de la Torre. Toynbee, un producto netamente británico, profesor de la London School of Economics, autor de doce volúmenes, llega a la convicción de que no había un ciclo sobre el desarrollo y la muerte de las civilizaciones. No era ni un proceso determinado, como un astro. Sino el resultado de la respuesta de un grupo humano frente a sus desafíos, tanto naturales como sociales. Civilizaciones, no había determinismo pero sí riesgos. Así, discutiendo a Spengler sobre La decadencia de Occidente, negando un fatalismo del que no se podía escapar. En cambio, la idea de Toynbee —«la civilización puesta a prueba»— debe haber ocupado las hipótesis de Víctor Raúl Haya de la Torre ante esta civilización que llamamos Indoamérica.

La conciencia intencional de Haya de la Torre apunta a la América del Sur y Europa. Y le interesa más que otros historiadores de las civilizaciones. Toynbee no consideraba genes en las civilizaciones, sino fallas. Desintegraciones, edades heroicas, Estados universales, religiones mayores y otras menores, y los contactos entre civilizaciones en el contacto del espacio territorial. La pregunta es ¿por qué se olvida al Haya pensador? Haya no es, pues, un político intelectual solamente. Es un punto de partida.

Pudo ser un círculo de estudios. Suele ocurrir escuelas. Tal como Fichte (1762-1814) representante del nuevo pensamiento alemán al elegir el idealismo. O el caso de Auguste Comte que había entrado al servicio de Saint-Simon en agosto de 1817. O más cercanos, los existencialistas franceses, Sartre, Simone de Beauvoir. O siguiendo un hilo, Merleau-Ponty (1908-1961). O bien Karl Marx con muchos legados llamados todos marxistas cuando, en realidad, se distinguen tanto como las religiones. En la escuela de Fráncfort, que después de la Primera Guerra Mundial, estalla en postulados marxistas contradictorios, un movimiento comunista y bolchevique (KPD) y un partido socialista revolucionario pero democrático (SPD). Ahí estuvieron de Adorno a Marcuse en los Estados Unidos. Más tarde, los que siguieron a Heidegger, ya en el existencialismo, como ser-en-el-mundo. Y de ahí elementos para «la crítica del poder».

Indoamérica es mucho más inmenso de lo que nos creemos. Hemos tenido en este nuevo mundo desde los mayas a las civilizaciones de las montañas. Tenochtitlan y el Cusco. Y españoles, alemanes e ingleses buscando El Dorado. Llegaron los jesuitas. Y un mexicano dijo que éramos «la raza cósmica». El arte mestizo, y un éxito de Víctor Hugo, cuando los pobres de Argentina, Colombia y México luchan contra las dictaduras porque habían leído Los miserables. O un rey de Portugal, Pedro II, que se queda en Brasil y no vuelve más a Portugal, con un «Quero já» y se quedó. Y cuando se nos muere Verlaine, francés, el poeta Darío le dice como responso:

Padre y maestro mágico, liróforo celeste
Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
Diste tu acento encantador.

No sigo. El continente de los siete colores. Dos ideas esenciales.

Deberíamos tener un círculo, una escuela, que retomara la preocupación de Víctor Raúl Haya de la Torre sobre la civilización indoamericana. Desde el punto de vista de una filosofía política. Ahora que es evidente la dimensión universal de las grandes civilizaciones. Los Estados Unidos, India y China. El mundo islámico. Turquía y Rusia. Una Europa conjunto de naciones con culturas diferentes en un espacio federado en economía y política. Y luego de Haya, lo que interesaba a Alan García. La emergencia de la China post Mao.

Deberíamos entender que Basadre tuvo ideas más allá de la historia. Más allá de los acontecimientos. El papel de las elites, la patria invisible, y cuando nació el Perú. Porque también se preocupaba por que pudiera desaparecer. Y a los marxistas, que se olvidan que Mariátegui conocía a Benedetto Croce, un filósofo italiano sin nada de marxista, y José Carlos cita a Nietzsche en el prólogo de su último libro, Los siete ensayos. Es hora que en Perú sepan que hay y hubo marxistas antiautoritarios, como Bernstein, y Gramsci, leninista revisionista e italiano, se distancia de Antonio Labrola que era filósofo de la praxis, y lejos de Korsch o Lukacs pese a que rompieron definitivamente con la Internacional comunista porque se consideraban marxistas críticos. No todo fue Stalin, para Gramsci el comunismo llevaba al «risorgimento». Sus Quaderni que escribe en la cárcel —obra de los fascistas— proponen «una reforma intelectual y moral». Y adaptando «la estrategia bolchevique a la realidad italiana» —él lo dice—, logra la dominación política porque el dominio del pueblo no se hace por la dominación militar o política sino por la cultura en el bloque social de los trabajadores. En realidad, podemos llamarlo una reforma nacional-popular. No sé si sus Quaderni han sido traducidos.

¿Qué era esa estrategia de Gramsci? Que la sociedad civil ocupara el lugar de la burguesía, en la administración, las armas, la policía. Murió en 1937. No es posible entender la Italia de nuestros días sin Gramsci que bolchevisando hace elevar la cultura en las masas. «El Lenin europeo» le dicen. Pero de abajo para arriba. Quien ha estudiado bien a Gramsci en el Perú, es Sinesio López. Por mi parte puedo hablarles de Poulantzas (1936-1979). No produce una escuela. Aunque gran pensador. No hagamos eso mismo con los nuestros.

Publicado en El Montonero., 9 de agosto de 2021
https://elmontonero.pe/columnas/conversando-desde-chile

Poder en los poderes. Y Héctor Béjar

Written By: Hugo Neira - Ago• 02•21

La tecnología de la comunicación es el elixir de nuestros días. Fuera del Perú veo la tele limeña y los diarios encabritados por el retardo —de 8.30 pm a 11.30 pm—, cuando el país esperaba la juramentación de los miembros del gabinete. ¿Qué pasó esa noche? ¿Disidencias internas? Pero el chisme no es mi fuerte. Sin duda la designación de un Primer Ministro investigado por apología del terrorismo. Qué de indecisiones y peleas, ¿en el seno de los vencedores electorales? En esta nota periodística yo no soy sino un cronista. Por lo tanto resumo el estado de ánimo de la peruanidad. Miren lo que dicen los diarios en esa mañana del 30 de julio.

El Comercio, «Inaceptable y vergonzoso» ; Correo, «Premier Bomba» (acaso se recuerda las bombas que soltaba Sendero Luminoso años atrás) ; Perú.21, «Comenzó el  desgobierno» ; Exitosa, «Gabinete de miedo» ; La Razón, «Castillo dinamita el país» ; La República —considerada de izquierda— «No, señor presidente» ; Expreso, «Se impuso Cerrón»; Ojo, «Peor imposible» ; El Trome —periódico muy popular— «¡El Perú en peligro!». La gente lo ha sentido como que te invitan a una cena y no te dejan ni entrar y te tiran la puerta en las narices.

Sin embargo, la presentación del proyecto del poder Ejecutivo, como es normal, había comenzado apenas horas anteriores, y el 28 de julio, el ciudadano Pedro Castillo, en su rol de presidente de la República, daba su discurso en el Congreso y levantaba el paño del programa de cambios y proyectos. Lo he escuchado. Saluda a los presidentes de las hermanas repúblicas, Argentina, Bolivia, … y al Rey de España. Y esta frase adecuada, «y mujeres y hombres de mi amado pueblo peruano». Luego, si no me equivoco,  comienza con un saludo «a mis hermanos descendientes de los pueblos originarios». Pensé entonces en mi amigo Henri Favre, gran indigenista francés, le hubiera encantado escucharlo, se refirió el actual presidente a algo ya no «indigenismo» sino el «indianismo en gestión del Estado». Tema que examinaré en otra ocasión.

Hubo un momento personal. El presidente actual se reconoce como el niño de Chota que estudió «en la escuela rural N10475 del caserío de Chugur». Dijo «que era un inmenso orgullo estar aquí hoy». Sabe qué es lo que ahora representa, «es la primera vez que nuestro país será gobernado por un campesino» y no perdió la ocasión para hablar de los peruanos de «los sectores oprimidos por tantos siglos». Luego vino sus «líneas políticas», que yo traduzco en acciones públicas.

La lista fue larga, lucha contra la pandemia, la salud, prometiendo un hospital en San Juan de Lurigancho y uno en el VRAEM. Luego la reactividad económica. En algún momento de su discurso niega el temor que se había producido en la campaña electoral «que queríamos expropiar ahorros, casas, automóviles, bienes de propiedad», etc. «La propiedad está garantizada por el Estado». Luego vinieron los diversos proyectos, mejora del nivel de empleos, transferencia tecnológica, y luego una lluvia de promesas, por ejemplo, «llegar a fin de año a más del 70% de la población vacunada». Y un millón de empleos en un año. Y «3000 millones de soles para Municipalidades y Gobiernos Regionales para la aceleración de las inversiones. Mil millones de soles para arreglar trochas carrozables a los centros poblados». A lo que se suma «700 millones de soles para el programa Trabaja Perú, de pequeñas obras para el empleo. Y «transferencia directa e inmediata de apoyo financiero de 700 soles a cada familia vulnerable». Debemos detenernos ahora porque hay otros programas, por ejemplo, la reprogramación de las deudas a las Mypes. Supongo que el discurso será editado en el diario El Peruano.

Pero fuese el actual u otro presidente, no puedo yo dejar de tener una actitud neutral y crítica. Por ejemplo, el presidente habló de «un nuevo pacto con los inversores privados», tema que todavía no se puede saber qué quería decir. Y otras incógnitas. Lo primero, ¿con qué dinero fiscal se puede contar para esas obras gigantescas, luego de las pérdidas provocadas por la pandemia? En segundo lugar, los programas de apoyo estatal a las clases populares y pobres suponen un masa enorme de funcionarios. ¿Existe esa riqueza en el PBI actual para los salarios de funcionarios estatales?

Por mi parte, pienso que la combinación de economía de mercado y Estado fuerte que se ocupan de la sociedad existe en Europa —es Suecia, Francia, etc.—, y en el Asia en la China post Mao. Seré más claro, se podría tener esa inversión estatal si el manejo de la economía de mercado libre continuase y orientado por un Estado potente que invertiría en la Salud, la Educación, las empresas populares. Pero ese sistema híbrido de capitalismo y gobierno social no aparece en las ideas del partido Perú libre. Puede que en los nuevos ministros.

El ruido en torno a Héctor Béjar

No me sorprende en nada que Béjar sea ministro. Tiene la cultura, el conocimiento del mundo exterior, y personalmente, la serenidad y los modales de un diplomático. Lo conozco bien, pero lo que me sorprende es cómo lo tratan en estos días en su país, el Perú, y cómo lo trata Wikipedia, o sea Internet, el planeta, en varias lenguas. El amable lector puede consultar Google y encontrará lo que sigue: ocupación, «sociólogo, artista plástico, partisan (en castellano, militante), catedrático, escritor y político». En cambio, en el diario limeño El Comercio, la periodista Karem Barboza lo mezcla con Fidel Castro y lo que cuenta para ella es su guerrilla, y no su vida, sus libros, y no le importa nada que sea profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la PUCP. El tiempo de guerrillero fue en 1964-1965. Detenido en 1966, en 1970 decide apoyar al gobierno militar después de darle la amnistia el propio general Juan Velasco Alvarado. Nada sobre su trabajo en los medios rurales, apoyando la reforma agraria. Y más tarde, cuando cae Velasco, con otros intelectuales, forman el CEDEP y fundan la revista Socialismo y Participación. De sus libros, casi nada. Resulta que en 1965 escribe uno  en que confiesa la razón por la cual su actividad guerrillera no tuvo efecto, y ese libro gana el Premio de la Casa de las Américas. Ya doctor en Ciencias Sociales, publica en el 2010, Mitos y metas del Milenio. Y otro libro, anterior, Justicia Social, Política social con varias ediciones.

Defendiendo a Béjar desde el punto de la verdad. Ya esa cloaca que por momentos son las redes confunde guerrilleros y terroristas. Los guerrilleros, en todo el continente los hubo, con un fúsil o una ametralladora se iban al monte. A enfrentarse con soldados. El terrorismo es otra cosa. Fue lo que hizo Sendero Luminoso el 16 de julio de 1992, al hacer estallar dos autos —los cochebombas—  que mataron a 25 inocentes personas en la calle miraflorina de Tarata. Fueron 12 años de terrorismo de Sendero Luminoso. La diferencia es gigantesca. No saben, no conocen. El guerrillero se expone. El terrorista se esconde. ¿Entendido? Y Javier Heraud, poeta, muere en el combate. Y entre otros, Chang, que fue a visitar al Che Guevara, cuando lo capturaron y moría. Se puede discutir si la guerrilla era el mejor camino, por lo visto no. Fracasaron también en otros países. Pero mezclarlo con el terrorismo es una maldad propia a la crisis mental y ética de nuestros días. De su itinerario y sus ideas, me he ocupado repetidas veces en este mismo diario virtual, El Montonero. Por ejemplo estos artículos de años atrás:

 – El tercer Béjar, en la Derrama (28 de setiembre de 2015)

El auditorio y la galería superior atiborrados, y como se dice, no cabía un alfiler. Héctor y un nuevo libro. Lo sabíamos enfermo y gravemente. Los médicos lo han salvado, y una vez más su coraje. Esa noche no fue mitin sino ceremonia. Coro de San Marcos, himnos, y mesa de debate. El historiador Antonio Zapata que explicó los años 60. Haydée Chamorro de San Marcos, Marco Sipán dirigente de Patria Roja, Federico Helfgott, antropólogo de Michigan. Y Víctor Aguirre, Nelly Reyes. El libro de Béjar se titula Retorno a la guerrilla. Algo provocador y equívoco, no dice que su autor, repuesto de sus males, anuncie su vuelta al monte, metralleta al hombro. […]

Hay tres Béjar. El militante comunista y luego fundador del ELN, el guerrillero. El segundo, junto a otros que reúne Carlos Delgado, con Velasco. En esa noche se refirió, escuetamente, “un momento en que un grupo militar liberó fuerzas sociales y políticas”. Hoy el tercer Béjar es el profesor, don Héctor, querido y apreciado. El que viene de su doctorado, que viaja y estudia, y que desde una perspectiva altermundista piensa y escribe. El tercer Béjar en la noche de la Derrama fue para luchar contra esa ley inexorable que en el Perú es el olvido y el calculado silencio.

No explicó su guerrilla, ya lo ha hecho en ensayo autocrítico que publicaron los cubanos hace años. Aunque esa noche dijera “nuestro pueblo siempre ha tenido razones para sublevarse”. Más bien fue un Béjar calmo y sonriente hablando de sus camaradas. De ellos, los olvidados, minuciosamente, evocando a Camba y a Pachi, comuneros. A Mario Rodríguez y a Antonio, soldados del ejército, parte de los alzados (cosa que hasta ahora ignorábamos). Y a José Tope Apaza, obrero de construcción. Béjar los mencionaba como si hubiesen muerto ayer. Nemesio Junco, el balsero. Sinceramente, no sabíamos que eran tantos y diversos. El cortejo de sombras desfiló esa noche con su carga trágica. De ahí el libro. Que comentaré aparte. Es otra sorpresa, memoria e historia.

Y de esa noche unas frases. “Han desaparecido los gamonales. Se ha acabado con el pongo y el trabajo servil de los indios”. “El movimiento guerrillero se inscribía en la gran movilización mundial contra el colonialismo”. Y desde los “micropoderes de los débiles”. Y esta otra, de paso, “el poder no está en el fusil sino en la calidad moral del que lo porta”. No estuvo mal para una noche de rumores de golpe. El tercer Béjar es aquel que no olvida. Aquel Perú donde no había héroes a lo Oropeza.

Noche de gente joven y de la antigua izquierda, no la sabionda, con cátedra y que nunca corrió riesgos. Confieso que canté la Internacional. Hacía tiempo que no lo hacía, desde la Yugoslavia de Tito, con mi hermano socialista autogestionario, Carlos Franco, locos de esas quimeras generosas. Béjar propuso una letra distinta: “Arriba parias de la tierra”. Yo me he quedado en “arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan”. Bueno, amable lector, ¿quién quiere el partido único, el totalitarismo? Ni Béjar ni los presentes de esa noche. Más bien la esperanza de hacer una política sana. Hoy no hay guerrillas sino algo hasta peor. El asalto claro, mafioso y deliberado al poder para enriquecerse.

– Héctor. Aquiles sin Ilíada (02 de marzo de 2015, El Montonero)

 A Héctor Béjar, le ha hecho un excelente reportaje Carlos Cabanillas en el último Caretas, el que todavía cuelga en los quioscos. Béjar está en tratamiento con quimioterapia. Valiente como siempre, lo revela y enfrenta el reto. Del fondo del alma espero que se reponga. En el Perú, por lo visto, hay que estar grave para que la gente repare en el valor de algunos. De Héctor, Aquiles sin Ilíada.Guerrillero, velasquista, de izquierda, gran profesor, ¿eso es todo? ¿Sabe el amable lector quién es Béjar? Es Calixto, así lo conocía el Che Guevara. Obviamente un seudónimo. Es hora de saber que el Che no estuvo en Bolivia para hacer la revolución en ese país, eso es un disparate; el Che se disponía a llegar al Perú y liberar a Calixto de la prisión, y “encender la pradera”. Ese es Calixto, llamado Béjar. El mismo que dice hoy: “me han marginado”.

Béjar hizo don de su vida cuatro veces. La primera, entró a lo más radical que encontró en ese país conformista y envilecido por la prosperidad de la dictadura de Odría. Al Partido Comunista. Era un don, un pequeño partido, las masas (que no eran tantas) y las urnas estaban con el aprismo. La suya fue también mi opción. En lo que me concierne, una noche Milagros Leiva me entrevista y me dice, con aire de reproche: «¿Cómo has podido ser comunista?» ¿Qué otra cosa se podía ser, entonces, Milagros? Si se quería ser honesto. Acaso aprista. Quien sabe tímido reformista. También mirar el techo y disimular el país infame que fue el de nuestra juventud. Béjar fue expulsado y yo, me fui, desilusionado. Nunca lo he contado.

La segunda ofrenda fue la guerrilla. Un error, pero no se sabía, o poco, lo que anhelaban los verdaderamente pobres, los campesinos. Querían la tierra, no el poder. Y eso lo entendió Hugo Blanco. Y Saturnino Huillca. Otros olvidados. Ellos, con tomas de tierras, cambiaron el Perú sin todas las sangres, con un puñado de rebeldes que hablaban quechua. El tercer don de su persona es aceptar trabajar con Velasco. Pueden decir lo que quieran, no fue para enriquecernos […] y Béjar, posteriormente, como Carlos Franco y Francisco Guerra García, fueron el CEDEP. Fraternos, sencillos y modestos, acaso en exceso. A Franco no se le ha terminado de entender. A Pancho, tampoco, honesto y estadista. ¿Qué hubieran podido ser? Todo. En cuanto a Béjar, ¿el último don? Libros, clases, viajes, militante en el altermundismo. Un Béjar informado de la sociedad peruana y del mundo.

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En fin, para mí la fraternidad de los amigos es mi religión. Ocurre que Béjar y el que escribe nos encontramos por azar, diversas veces. Entrando al San Marcos de mi juventud, había tres posibilidades de asociación de jóvenes: los apristas que eran mayoría, los indiferentes que lo eran también, y los comunistas, que éramos pocos pero que no entrábamos, nos llamaban. Luego, siempre el azar, cuando Velasco: a Héctor lo incluye el propio Velasco, a mí uno de los que reclutaba, Carlos Delgado. Fuimos parte del SINAMOS. Junto a Francisco Guerra García, Carlos Franco, tantos amigos, tan valiosos, tan honrados. No nos hicimos ricos pese a que ese Estado era inmenso, y no con las maquinarias para escrudiñar las instituciones, por esa plaga que envuelve a muchos peruanos a dar el salto a la riqueza malhabida —que es la mentalidad de muchos, hay que decirlo—, no lo conocíamos entre el 70 y el 90 de fin de siglo.

Es lamentable y curioso lo que pasa en estos días en torno a Héctor Béjar. Conocido y apreciado en el extranjero, pero discutido en su propio país (¿?) ¿Por qué a los peruanos con valor y dones se les expulsa? No es la primera vez. ¿Qué hubiera sido de Mario Vargas Llosa si se quedaba en Lima? Partió a encontrar editores y lectores. Cuántos peruanos se han ido, para siempre. Julio Ortega, José Miguel Oviedo que, si no se podía editar en Lima sus libros, nuestras universidades podían invitarlo. Nada de eso. A los Estados Unidos se han ido para siempre como centenares de peruanos. Luego hay los que nos observan viviendo lejos, acaso para ser más libres. Así, nos vienen las cuatro verdades en los libros de Francisco Durand, docente en Texas. «Riqueza económica y pobreza política». Es lo que nos cae como anillo en el dedo. Y lo que nos dice Aldo Mariátegui, desde Madrid. Pero esa enfermedad de la envidia que cierra puertas, viene de lejos, no se hagan. Mariátegui, tan alabado, se iba de Lima cuando lo recoge la muerte. Vallejo no volvió nunca porque lo hubieran perseguido por aprista, comunista y partidario de la España republicana. Pero con R. Benavides en esos años de presidente, lo iban a despedazar en alguna celda. Y de ahí «me moriré en París y no me corro. Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño». Nuestro gran poeta no podía regresar.

La simple verdad, estuvimos en caminos distintos para liberar a los indios de la secular servidumbre. Para Béjar, el sacrificio del guerrillero. Yo no fui al monte porque encontré otro camino, por azar. Un diario de Lima, Expreso, me envió como corresponsal de guerra al Cusco que ardía: las tomas de tierras de los hacendados, sin arma alguna. Descubría, pues, otra estrategia, sin sangre, no se incendiaba la casa de los propietarios. Era una presión inteligente de las masas y campesinos que a lo largo de los siglo XIX y XX perdieron sus tierras. Encontré una elite campesina, una Federación dirigida por un indígena cusqueño, Saturnino Huillca, cuya vida recojo en un libro que gana un premio en la Casa de las Américas, en La Habana. Sin ese movimiento popular en el sur, los militares y Velasco no hubieran hecho la reforma agraria. Y nos volvimos a encontrar.

Alguna vez conversando con un amigo mexicano, cuando hablamos de Béjar, el mexicano me dijo que si fuera la cosa en México ya tendría un monumento. Mi libre  opinión es que para la gobernabilidad de estos días, algo de lo mejor que se ha hecho en materia de recursos humanos es integrar a Héctor Béjar. Será un ministro ejemplar, tiene mundo. Pienso que por su experiencia es un gran regalo a la patria, cuando no evita la problemática del nuevo Perú que se quiere con cambios profundos. En cuanto a la versión del diario El Comercio, se nota que no se ha entendido el título del libro de Héctor Béjar, Retorno a la guerrilla. ¡Es una metáfora! Una alegoría que se toma en sentido figurado, o sea la vida como lucha, como contienda y desafío. En fin, ese libro goza de una escritura y unos textos que se combinan con folios y hojas de mensajes apretados, a la vez libro borrador y vademécum. Me ocuparé pronto de ese libro, muy especial. De todo lo dicho, el guerrero, el profesor y el pensador, insisto, el escritor. Sí pues, en nuestro tiempo, en el siglo XXI, hay el «sujeto múltiple». No hay que asustarse. Las sociedades han cambiado y también los individuos, muchas posibilidades, libres en sí, y varias artes como la escritura, la creatividad. De pronto nuevas formas de democracia, puede ocurrir. Hasta la próxima. 

PD. En el momento que parte esta nota, en Santiago de Chile, en el diario El Mercurio, se celebra un «exguerrillero para la Cancillería». Y luego hay un resumen de la vida de Héctor Béjar, nuevo ministro en RREE, «Calixto» como lo llamaba el Che Guevara, y de «una vida de aventura», y su «espíritu académico».

Publicado en El Montonero., 2 de agosto de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/poder-en-los-poderes-y-hector-bejar

Las causas de la Independencia del Perú

Written By: Hugo Neira - Jul• 26•21

En el debate sobre las causas de la Independencia, grosso modo, se puede distinguir tres tendencias. La primera es la explicación tradicional que le otorga un lugar preferente a los cambios en la conciencia de sí de la élite criolla, al tráfico de libros prohibidos, a la influencia del enciclopedismo europeo. Esta tesis se puede agrupar con las que añaden a la influencia de las Luces, el malestar por los abusos de los funcionarios, y sin duda, el ejemplo de las revoluciones, la norteamericana y la francesa. (…) Algo de cierto contiene, sin duda, pero es mayor el número de sus olvidos que sus aciertos. Se olvida que la Ilustración tuvo influencia, pero muy limitada. (…) Por lo demás, en esa vasta América española, no había comunicación entre provincias, capitanías generales y esos pseudorreinos que eran los virreinatos.  (…) La Independencia no fue un hecho aristocrático. Eran los criollos un pueblo de letrados. Una élite del comercio local y de mercaderes puesta al margen de los altos cargos honoríficos, aunque comprasen títulos. (…) El status de los criollos estaba parcelado en Casonas rivales. Algo, con todo, pudo unirlos: el temor a los indios. (…)

La segunda tesis es más moderna, reciente. Se insiste en los factores externos. Es la tesis del profesor francés Pierre Chaunu. Consiste en evocar las consecuencias de la invasión napoleónica en España, 1808, la vacancia del Trono, la tentación en las lejanas colonias, en particular en Buenos Aires y en Caracas, por ensayar un self-government a la americana. Y en efecto, surgen Juntas, gobiernos locales, compuestos naturalmente por influyentes criollos. (…) Pero esta tesis deja de lado la tensión intestina entre criollos y peninsulares y lo que Guillermo Céspedes del Castillo ha llamado «el ascenso criollo». No la marginalidad de estos sino al contrario, el poder económico y social que habían adquirido. (…) Los Borbones corrigieron el sistema, y ajustaron las clavijas a los ricos criollos con un sistema de intendentes provinciales, y, cuando no, de mayores impuestos. Los victimados, verdadera capa de dominadores dominados (por la administración imperial) no tomaron las armas, pero esperaron la llegada de algún salvador. Lo que llega es el Libertador. Es decir, un jacobino a caballo. (…)

La tercera tesis es la del profesor Berthe. La Independencia es un concurso de circunstancias, complejidad de los hechos, variedad de los actores, densidad de los acontecimientos. El resultado no fue solamente la separación con España sino, insisto, una vasta y prolongada guerra civil. Esta tesis explica la división de las casonas señoriales (es la hipótesis de la historiadora Demélas, los criollos no eran una clase sino un campo de rivalidades organizadas por casonas o parentelas). (…) Explica por qué unos criollos fueron rebeldes y otros leales a la Corona. Explica la actitud del pueblo indio o negro, la ambivalencia ante los bandos de lucha.

(Extraído de: Las Independencias. Doce ensayos, Fondo Editorial UIGV, Lima, 2010, pp. 33-36)

Publicado en diario Expreso, Suplemento Bicentenario, 26 de julio de 2021

Toda mi vida

Written By: Hugo Neira - Jul• 26•21

Toda mi vida, en paralelo con otras actividades —historia, ciencias políticas, ciencias sociales—, siempre fui periodista. Comencé con el Expreso de Mujica, que abría una ventana ante el dogmatismo de El Comercio y La Prensa finamente reaccionaria de Pedro Beltrán. Con Abelardo Oquendo, Raúl Vargas, éramos jóvenes «progresistas», es decir, de una izquierda rara y sin partido. El director era José Antonio Encinas, diplomático, y que había hecho dos doctorados, de economía y filosofía en Harvard, como si tal cosa. Luego me fui a Europa. El segundo diario fue La República. Me acuerdo de su director y fundador, en el fondo de un café miraflorino, Gustavo Mohme Llona, el padre. Y  durante más de 15 años, le envié crónicas de diversos lugares del planeta. Mi situación de profesor francés —lograda por un concurso público— me hacía viajar en misiones cortas, y a veces, en lugares lejanos. En mis últimos años y antes de la jubilación, me habían situado en la Polinesia Francesa, en la isla de Tahití, y sin embargo escribía para ese diario limeño, tomándole el pelo a Macera por sus votos y botas, a Tudela, a quien llamé la contrarreforma en persona. Y a Fujimori padre que los hacía bailar, y sin embargo, desde el lado de Lima que no lee, me colgaron la etiqueta de fujimorista porque no me sumaba a eso que fue el periodismo de estos años, los anti, como ideología. Y uno de esos días, me dejaron sin mi placer de escribir para los ciudadanos, y sin dirigirme al lector fuera de izquierda o de derecha. Dije siempre lo que dio la gana. Había dicho que no votaría por Ollanta «ni con una pistola en la sien».  Eso fue. Menos mal que a Víctor Andrés Ponce se le ocurrió El Montonero. Todo este rollo —como dicen los madrileños— para decirles, desde la libertad de expresión, lo que me parecía que pasaba por la cabeza de mis paisanos. Por lo general, he estado diciendo durante estos últimos veinte años que eran años de presidentes improvisados, dos decenios de democracia aunque facciosa, y crecimiento económico pero empotrado a Odebrecht. Sin embargo, qué banalidad, como que flotábamos todos como si estuviéramos en el Huáscar de Grau. Y resulta que estamos en un Titanic que se hunde, ¿o quizá se viene la era del acorazado Potemkin, o la de la Kon-Tiki? ¡Vaya usted a saber!

Por eso prefiero esperar. Escribo esta nota el fin de semana. Y el miércoles entrante, el 28 de julio, en el acto de asumir el rango de presidente, el ciudadano Pedro Castillo nos dirá qué piensa hacer. Y eso es algo que esperamos muchos peruanos y peruanas. Por eso, esta vez, no quiero anticipar cualquier supuesto o conjetura. En realidad, esta vez les digo, a los amables lectores, que no trabajo a partir de a priori. Lo real me interesa, sea como sea. El a priori es un juzgamiento ya bañado de subjetividad. Por lo general, una idea sesgada, algo efusivo. Una suerte de rumor huachafo que juega a ser académico.

Pero no puedo dejar de decir que mi estado de ánimo no es el mejor. Puesto que mi país, el Perú, tuvo errores enormes en el pasado y en el presente —peor que nunca—, y acaso continúan con multitudes que abren los ojos pero no admiten ni lo que ven. No sé, sinceramente, si es el fin de una época para otra era todavía peor (¿?). Perder la patria es peor que perder madre y padre a la vez. Y es por eso que, al amable lector, le doy a leer un poema, que es mío. Soy el artesano de diversos oficios, también la escritura y las ideas. Mi poesía la escondía hasta estos días de dolor. Porque lo que estamos perdiendo no es poca cosa. Es acaso la patria misma. Y entonces, ya no podemos entendernos con el razonamiento, eso es con la escritura, prosa y ensayo, que es o debe ser racional. Pero el poema puede ir más lejos, más allá de las causas, adonde se puede exponer el lado inconsciente y oscuro, y que solo se produce en el poema, el ensueño o la muerte. Después del cinismo de estas elecciones, lo intransferible.

Meditaciones tras la infelicidad de «lo incierto»

A Dios, que a veces se le va de las manos ciertos asuntos

En mi país todas las paralelas se juntan

En mi país los ríos hablan en voz baja

Y cada residente es un monólogo 

En mi país las madres asesinan a sus hijos dándoles la vida.

En mi país los días comienzan por las tardes

Las mañanas llegan con prisa

A nadie le sorprende.

En mi país, con mi madre

muerta

conversamos,

como lo hacen los poetas y los muertos

en silencio.

Cuando nos visites,

te enseñaré el secreto de las hojas

de árboles que son las mismas que las de los libros,

y que te esperan en el repliegue de tus sueños,

cuando creen que estás dormida.

O en estas palabras que solo sirven para decirlas en tu oído.

En mi país nacemos llevando las aguas del océano adentro

Por eso no navegamos, ni necesitamos naves ni expediciones

Cada quien no es la nave sino las aguas mismas. (HN)

Publicado en El Montonero., 26 de julio de 2021

https://elmontonero.pe/columnas/toda-mi-vida

La Cuba que conocí no es la de estos días

Written By: Hugo Neira - Jul• 19•21

A La Habana fui muchas veces, en los años setenta. Época de la Guerra Fría, la Cuba de Fidel Castro jugaba un papel importante, el de ser una isla —porque eso es Cuba—, el tamaño del departamento de Ica y apenas 11 millones de personas, pero acaso como un cuchillo en la garganta de los Estados Unidos. Estuvimos al borde de una guerra nuclear. Los soviéticos temían el riesgo de la plataforma en Grecia y los espacios que les había dejado la España de Franco. Aquello, un equilibrio de amenazas, que por fortuna desaparece desde la caída del muro de Berlín.

Que me perdone el amable lector que tenga que explicar qué hacía yo en esos años inesperados. Estaba en París, me habían invitado a trabajar como investigador en un equipo de Sciences Politiques, y entre tanto, seguía mi formación universitaria en Francia. Cuando el golpe de Estado contra Fernando Belaunde, yo estaba muy lejos de la política peruana, de eso que José Carlos Mariátegui llamaba, con toda razón, «la política criolla». Unos militares peruanos que estaban de paso por Europa me preguntan qué pensaba de ese acontecimiento. Les dije que si era para recuperar Talara, estaba bien, pero era poca cosa. Un gesto nacionalista. Les faltaba pasar el Rubicón. Y eso era terminar con el feudalismo agrario. Se miraron, y me dijeron: «- Ya tendrá usted noticias nuestras». Y un día, en los kioscos, en distintas lenguas, se daba la noticia de una reforma agraria, era junio de 1969. Y dejé mi puesto académico, y volví a Lima.

Yo no era sino el joven de Cuzco: tierra y muerte, cronista de las invasiones o recuperaciones de tierras en los sesenta. La gran sorpresa, una revolución sin armas de los propios campesinos, dirigidos por una elite rural propia donde no había partidos políticos sino ellos mismos: Sumire, Cornejo, y Saturnino Huillca, al timón de esa Federación Campesina del Cuzco, que removía el mundo rural. No es la primera vez que lo digo: sin esas tomas de tierras sin sangre, no hubiese habido la modificación de las formas de tenencia de la tierra, ya no arrendires, sino propietarios. Ese gobierno era militar. Carlos Delgado fue quien recluta a diversos civiles descontentos de los partidos de entonces. Así, Carlos Franco, que deja el Partido Comunista. Francisco Guerra García, que venía de la Democracia Cristiana. Héctor Béjar, después de la guerrilla. Por mi parte, en el SINAMOS, fui Director de Difusión (hoy, Comunicaciones). Lo digo y lo cuento, sin vanidad. Y es por eso que fui repetidas veces a La Habana. Eran entonces unos viajes muy corrientes. Y hasta los aviones eran rusos.

Yo había dejado hacía tiempo el PCP de Jorge del Prado, acaso porque comenzaba a estudiar Ciencias Sociales, lo cual me distanciaba deliberadamente de las ideologías. Y cuando aterrizo en Europa, un viaje con estudiantes a Moscú me confirma lo que se sabía en Europa: el régimen soviético no lograba satisfacer las necesidades primarias de las sociedades que tenían bajo su poder. Ni en Polonia ni en Hungría, y unos alemanes que perdían la vida al intentar pasar del Este al Oeste cuando no se había tumbado el muro de Berlín. Algo parecido le ocurre a Fernando Fuenzalida en la «democracia popular» de Polonia. Soportó un año, y volvió a Lima más que decepcionado. Nos quedamos sin brújula pero no nos pusimos a buscar un Inca como Flores Galindo. Nunca he gozado del pensamiento mágico.

Al amable lector, le contaré cómo era para nosotros la Cuba de esos años. Nos trataban muy bien. Por ejemplo, fui invitado a la memoria de un acto heroico y de recuerdo cuando el Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, es tomado por unos jóvenes y echan las armas por las murallas esperando que el pueblo las usara. Y ese fue el primer paso de la revolución cubana. Los tomaron presos, se salvaron de un fusilamiento, los echaron al exilio. Y tres años después, en 1956, después de aprender el uso de las armas en México, llegan en un yate llamado Granma y desembarcan en la Sierra Maestra, y comienza la guerrilla. 82 guerrilleros ante un ejército, el de Batista, con una fuerza de 40 mil hombres. Fueron 3 años de guerra.

Obviamente, conocí la Cuba posguerra. Y a la vez cómo entonces se tomaba en cuenta los inicios de la revolución. Y en uno de esos actos rituales, el inicio por lo de Moncada. A los del SINAMOS nos ponían en una galería muy cercana a Fidel Castro. A tres gradas de distancia. Recuerdo que en el enorme anfiteatro había algo así como una fiesta, pero cuando apareció Fidel vino un momento espartano. Soldados que hasta ese momento estaban ocultos, dispararon al aire. Y Fidel Castro toma la palabra recordando a un amigo, el poeta cubano, Rubén Martínez Villena, con su poema: «Hace falta una carga para matar bribones,/ para acabar la obra de las revoluciones; / para vengar los muertos que padecen ultraje, / para limpiar la costra tenaz del coloniaje; / (…) Para  no hacer inútil, en humillante suerte, / el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte; / para que la República se mantenga de sí,/ (…) para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos / la patria que los padres nos ganaron de pie.». Y entonces, Fidel Castro termina: «Rubén Martínez Villena, desde aquí te lo digo, la toma del Moncada es la carga que tu pedías». Me quedé impresionado. Ya de regreso al hotel, el cubano que nos acompañaba nos dice: «- Mañana todas las escuelas hablarán de este poema». Y añade: «que se habían olvidado los mismos cubanos». Pero en ese coche, me había puesto a susurrar el poema… «para cumplir el sueño de mármol de Martí». No sé cómo se me quedó en la cabeza, quizá no todo pero sí gran parte. Y el cubano me pregunta: «- Oye chico, ¿en Perú conocen entonces a Martínez Villena?» Le contesto que no. Y me dice: «- ¡¿Te lo has aprendido en el mitin mismo?! Coño, Neira». Le expliqué que a veces la emoción hace esas cosas con el cerebro, acaso con el espíritu.

Conviene saber el proceso histórico de Cuba. Fue el más tardío en romper los lazos con España imperial, de 1868 a 1874. Luego hubo una segunda guerra de la independencia, duró tres años (1853-1895) y la dirige José Martí. Más tarde, los Estados Unidos, que intervienen cuando la guerra con España no acababa. Y siempre se enteran los EEUU por Puerto Rico, las Filipinas. Para Cuba siempre el anexionismo fue un fantasma perpetuo. Incluso en 1906, cuando el americano Hitchcock, en la primera Constitución de Cuba, obtiene «un derecho unilateral de intervención». En fin, siempre hubo inestabilidad social y política, las dictaduras fueron frecuentes: Gerardo Machado (1925) y Fulgencio Batista, dictador hasta 1944, y un segundo golpe de Estado en 1952, siempre con el apoyo de Norteamérica. Además de las dictaduras había un Partido Comunista y Batista, el que fue vencido por Castro, era parte del sistema político.

Ahora bien, la figura de Fidel Castro —en su combate y éxito en los inicios— fue apreciada por Eisenhower, en Francia por De Gaulle, Adenauer en Alemania. Lo veían como un país del Tercer Mundo que se libraba de un tirano, Batista. Pero el proyecto de régimen iba más lejos. La Habana estaba plena de burdeles, y según Hugh Thomas, se habían ejecutado entre 7000 y 10’000 entre los perdedores.

El rol de Fidel Castro no proviene del viejo Partido Comunista de Cuba. Cuando toma las armas no dice sino «movimiento 26 de julio». No se suele decir que había un Partido Socialista popular (también comunista) cuando aparece la guerrilla en Sierra Maestra, y en 1956, se dice que esos revolucionarios eran «aventureros pequeño-burgueses». No les faltaba razón, Fidel venía de una familia acomodada. Más que españoles, gente de Galicia, lo envían a estudiar Derecho. Se entiende que decenios después el tirano Francisco Franco mantuviera siempre una relación diplomática con Cuba. Castro y Franco, cosas de gallegos.

Por lo visto, en primer lugar, las revoluciones vienen del pueblo, a veces de elites, pero cuentan siempre las circunstancias. No es el marxismo lo que conduce a Castro. En segundo lugar, el que era marxista es el Che Guevara. Acababa de venir de Guatemala donde habían derrocado un gobierno democrático, vencido por militares que habían sido formados en Washington. Entonces, tanto Fidel Castro como el Che Guevara probablemente pensaron que no había nada que pudiese hacerse sin un gran poder. Y en tercer lugar, cuando Castro va a los Estados Unidos —todavía no era un país asociado al Kremlin— le ocurre dos cosas. En el comité cubano había unos cuantos negros. Cuando a un hotel entró con todo el comité, les dijeron nones. Se fueron a un barrio de negros. La segunda cosa es todavía peor. Tenía una cita con el presidente de los Estados Unidos, nada menos que Eisenhower, y se fue a jugar su partido de golf. Castro regresa a La Habana, y pone en marcha la expropiación del capital americano en centenares de empresas. Un periodista americano dijo que el partido de golf del hombre en Washington fue el más caro de la historia de los Estados Unidos. El resto es sabido: el fracaso de la Bahía de Cochinos, el tema de los misiles en 1962, luego el aislamiento de la isla, y por todo eso, el alineamiento con la Unión Soviética.

Ese acuerdo es negativo y positivo para la isla de Fidel. Adoptan para Cuba un modelo de gestión y de economía estatal bajo el poder de un partido único y comunista que se vuelve, como en otros casos, gente de represiones, burocracia y «monolitismo ideológico». Todo eso lleva a la ruina. Ya estaban mal antes del hundimiento de la URSS. En 1980, entraron miles de cubanos en la embajada de Perú. Y 125’000 cubanos parten a los EEUU. Pero la vida se hace imposible cuando se hunde la URSS en 1990.

Y aquí viene lo peor. Siendo marxistas, deberían ocuparse del «modo de producción». Pero Cuba comunista vivía en un 90% de lo que le daban para el presupuesto nacional. Cuba, cierto, tuvo años felices, pero gracias al apoyo del gigante URSS. Era en realidad una suerte de vitrina para convencer que con el comunismo se puede tener buena educación, gastos en salud, empleos. A veces, en Cuba, algunos de los militares de Velasco los notaba admirados por el nivel de vida. A algunos les dije lo real, viven de lo que les da la URSS (y el turismo y las remesas de los cubanos en el extranjero, hasta que vino Trump). En sus últimos años Fidel intenta un «socialismo de mercado» pero, con la estructura administrativa y política en manos del partido, era imposible. Había que volver a las libertades democráticas y eso no podía porque era dañar los privilegios de las nuevas capas dominantes: Policía, burocracia y exrevolucionarios. 

La Cuba de hoy es ese vídeo que da la vuelta al planeta. Un joven discute con alguien en la calle, y otro individuo saca tranquilamente una pistola y le da varios balazos. Alguien que es parte de «las milicias». O sea, ¿la ideología comunista está por encima de la población? O sea, ¡¿la ideología como algo sagrado e intocable?! La cuestión es que un Estado liberal, conservador o socialista, debe proteger su pueblo, no asesinarlo. Eso ya no es política sino barbarie. ¿Esto en el siglo XXI? Por eso digo, esa no es la Cuba que conocí. En fin, con «el socialismo real» las revoluciones llevan al poder a una elite y no a los ciudadanos corrientes (con lo cual no digo que el capitalismo es lo mejor).

Un exceso de poder, que no olvido, fue el de un burócrata cubano y una pobre estudiante  peruana a la que tenían como esclava sexual. En uno de esos viajes, una familia limeña me pide que me ocupe de la joven a quien uno de los «barbudos» (los guerrilleros primeros) no la dejaba volver al Perú. La invité en el magnífico hotel donde me alojaban. Lo del abuso tuvo que parar. Porque yo iba a hacer un lío enorme en el Perú. Ahora bien, la muchacha dijo mirando la mesa: no sabía que en La Habana había queso Camenbert¡!  Y esa misma noche estaban furiosos los cubanos que me acompañaban. En el calor de la disputa, uno, el mejor de ellos, me dice: «- Sí Hugo, tenemos que estar mejor que el pueblo, porque sin nosotros, no habría revolución». Nunca me olvidé de esa discusión. Las revoluciones producen aristocracias, oligarquías, otras formas de dominación. Como las abejas y hormigas, unos nacen para príncipes y otros para abuejelas. Hitler aplaudiría.

En fin, la revolución de Fidel Castro y el desembarco en la Sierra Maestra inflama a millares de jóvenes latinoamericanos. Pero el tiempo es un gran juez, y hoy podemos ver ese estallido con otros criterios. Seamos sinceros, ¿qué guerrilla, en qué país, llega a tomar el poder? El Che muere en 1967, y como él lo cuenta, los campesinos se negaron. Y entonces aparecieron grupos guerrilleros urbanos, como explica hoy un argentino (Héctor Ricardo Leis), montoneros en Argentina y tupamaros en Uruguay, que confunden guerrilla y terrorismo. La Triple A es la respuesta. La dictadura de Videla, el terrorismo de Estado, los miles que fueron martirizados, asesinados y arrojados desde los helicópteros al mar. Las madres de Mayo pidiendo, al menos, los restos de sus hijos.

¿Y Cuba qué fue? ¿Un país que vivía a costa de los soviéticos? ¿No insistía Karl Marx en el modo de producción? ¿Es un país comunista uno que exporta azúcar y vive del turismo? ¿Y cuando se hunde la URSS, logra colonizar la Venezuela de Chávez? Siento decirlo, ese comunismo es un chiripazo, una suerte, el azar. Los rusos necesitaban frenar a los Estados Unidos y La Habana está al frente de la Florida. Fidel Castro aprovechaba una situación geopolítica, y eso es todo. Una vez más, en la América Latina nos perdemos en utopías, ilusiones, la búsqueda de El Dorado de los conquistadores, hace cinco siglos, tras las quimeras, la magia, la credulidad. A ver si algún día salimos de nuestra Edad Media.

Publicado en El Montonero., 19 de julio de 2021

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