Recordando a un peruanista ilustre                                                        

Written By: Hugo Neira - Sep• 19•23

Hace 60 años que desapareció un gran etnólogo francoamericano, nacido en Suiza el 5 de noviembre de 1902, Alfred Métraux. Se quitó la vida un 11 de abril de 1963, a los 60 años. Fue director de estudios en la Ecole Pratique des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París de 1959 hasta su muerte. Sus trabajos sobre los Incas, los Rapa Nui y los Tupi-Guaraníes son entre los más importantes que ha dejado. Cuando era periodista en el diario Expreso, comenté en un artículo el homenaje que se le hizo en la revista Cuadernos, aquí reproducido, por los alcances proféticos de Métraux. Esta columna se encuentra también en mi libro de crónicas de los años 60 que salió en Lima en el 2001: Pasado presente (SIDEA). Amable lector, lo dejo con el joven Neira.

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Acercamiento a Métraux  

(Diario Expreso, jueves 29 de agosto de 1963)

El último ejemplar de Cuadernos (julio de 1963, N° 74, 166 páginas) trae algo que nos concierne. Se trata de un homenaje a Alfred Métraux, el gran etnólogo francés, amigo del Perú. En un bosque de los suburbios de París lo hallaron muerto, en abril del presente año. Desde 1959 había iniciado sus estudios sobre la civilización de los incas. Fruto de esa humanísima curiosidad por los restos vivos de la gran cultura peruana es su libro Los incas, publicado por Ediciones de Seuil, en París (1962). Hubo en Métraux un etnólogo apasionado por la materia de su ciencia: los hombres indios de América. Quizás hemos tenido alrededor de las masas indígenas montañas de papel, sin alma, y escritas en una jerigonza que hace pensar, por momentos, que sus autores desconocen el uso normal del idioma. Métraux tuvo verdadera simpatía para nuestro campesinado indígena y escribió las conclusiones de sus pesquisas de un modo claro, sencillo y noble. Dos méritos, por lo demás, escasos.

El homenaje de Cuadernos a Métraux se compone de tres artículos. «Una carta a Alfred Métraux» de Victoria Ocampo, una reseña biográfica de Henri Lehman y, por último, el capítulo final, con las conclusiones, de Los incas de Métraux. La composición del homenaje no puede ser más justa: habla al escritor, triunfo de la palabra escrita sobre la muerte. Habla la amistad en Victoria Ocampo y la camaradería profesional en Lehman.

La carta de Victoria Ocampo deja entrever la personalidad de Métraux en el nivel íntimo de la conversación y la vida corriente. Métraux andaba, entonces, por el norte argentino, realizando estudios entre los indios chiriguanos, tobas y matacos y regresaba de Bolivia, de haber permanecido entre los chipayas y los uros del lago Titicaca. Aún no conocía el Perú. La curiosidad de la directora de Sur y la experiencia del francés convergieron en charlas prolongadas. Métraux era, al parecer, un apasionado de su oficio. Al auditorio argentino que le escuchaba en la quinta de Victoria Ocampo contaba a modo de aventuras lo que era su vida normal de etnólogo, entre tribus primitivas.

Quienes le escuchaban quedaban muy impresionados. «Usted conocía mejor a América que yo», dice Victoria Ocampo. Alguna vez discutieron la anfitriona y Métraux. Pero fue sobre Sur, a la que éste llamó «planta de invernáculo». El etnólogo, gran observador, hacía también críticas severas sobre la Argentina. Más tarde alabaría la ausencia de chauvinismo en su auditorio. La carta de Victoria Ocampo reivindica algunos de los mayores defectos que se le atribuyen a Sur, como a buena parte de la actividad cultural argentina: el esnobismo. Pero si éste conduce a la curiosidad respetuosa por los talentos como Métraux, Malraux, Caillois, Ortega y Tagore, que estuvieron en la Argentina invitados por la Ocampo; si el esnobismo es frecuencia y trato con las grandes corrientes del pensamiento contemporáneo y con los hombres que la encarnan, entonces es hora de mirar de distinto modo lo que parece a primera vista defecto y es, en las coordenadas americanas, virtud, santa virtud de la curiosidad.

¿Qué queda actualmente de la civilización incaica? Ésta es la pregunta que trata de contestar Métraux en la parte final de su libro. Halla que el quechua está hoy más difundido que en tiempos de los incas. Incluso lo hablan pueblos que jamás dependieron de éstos. Las misiones lo extienden a la Amazonía. Por otra parte, las comunidades son pequeñas sociedades replegadas en sí mismas. Están a la defensiva. No obstante, algunas se han cansado de esperar, y han tomado el progreso por sus propias manos. No halla, pues, inmóvil al mundo indígena. Métraux ve emigrar las masas campesinas a las ciudades, aprender el español o iniciarse en la política y atisba en ellas una forma de conciencia. Herencia de la tradición incaica las ve concebir el progreso «solo» en comunidad. Persiste, pues, el hábito de la solidaridad y el hábito de trabajar en común. La antigua civilización no está, pues, muerta.

Las conclusiones de Métraux son proféticas. Ha visto el etnólogo confesión de cultos religiosos en la adoración en las capillas, iglesitas serranas, de Santiago Apóstol, santo colonial y conquistador, de llameante espada, con la adoración al relámpago. Ambas deidades dan el Apullampa. Pero si la reminiscencia mágico-religiosa es evidente Métraux señala un nuevo aspecto: «Todos los indios que hablan quechua tienen el sentimiento de pertenecer a una misma nación, la de los incas». De hecho los indios de la montaña, del Ecuador a la Argentina, participan de una civilización mucho más uniforme que la existente en la época del imperio inca. La instrucción más extendida les ha hecho familiares los nombres de los grandes emperadores incas y les ha dado a conocer la riqueza y la felicidad de los pueblos que les estaban sometidos. «Cuando un día próximo, dice Métraux, las masas indias se rebelen para exigir que se les rinda justicia y que la tierra que les fue robada les sea devuelta, se asistirá, entonces, a un tercer renacimiento de los incas».

Publicado en El Montonero., 18 de setiembre de 2023

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A mi maestro Neira (ALC)

Written By: Hugo Neira - Sep• 17•23

En ocasión de su próximo cumpleaños

Por: Abner Lozano Camilo (Lima, 2000)

Historiador, humanista, doctor, palabras que apenas encuadran la figura del maestro Neira. Para mí un sabio, benefactor cultural con elegancia literaria y amante de la libertad. Hijo predilecto de la Ilustración. Arropado por ilustres intelectuales, en especial Raúl Porras, que le enseñó el amor por el Perú y el arte de pensar. Arte que con mucho esmero se esfuerza por transmitir a las futuras generaciones.

Recuerdo como le encontré, como los jóvenes universitarios de la Edad Media, recorriendo, generalmente a pie, en busca del encuentro con un gran maestro. Mi camino fue el de la red. Un mensaje respondido a altas horas de la noche. ¡Tuve suerte! Fue premeditado. Lo confieso. Tenía toda la intención, al contactar con usted, de acabar con mi incipiente formación escolar. Y como no, con la deshonestidad intelectual, con la lectura fácil y simple, con la primera idea vaga y sin fuerza. En suma, los atajos de la pereza criolla. Buscaba también que me ayudara a dilucidar mis dudas, en ese febril mensaje, pero también un guía, un orientador. Sabía que, en el fondo, no quería caer en tales males encarnados en la actual sociedad peruana y que se hace de muy fácil implantación en la mente de mis compatriotas. De no haberle encontrado, hoy sería un recalcitrante repetidor de algún ideólogo frustrado.

Debo, pues, contar algo de lo que acontecía en mi vida. Soy de barrio medio popular, si es que así se le puede llamar. Trabajaba como auxiliar en un almacén, me encargaba de repartir rodajes, chumaceras, todo lo pesado para la industria automotriz, y con eso también ayudaba a mi madre en los gastos del hogar, situación difícil que pasábamos en ese momento. Me sobraba poco, pero lo suficiente para invertirlo en mi pasión: los libros. Uno aprende a valorar lo que con mucho esfuerzo consigue. Es verdad que en internet se puede encontrar mucho material valioso y puedes ahorrarte unos soles, pero nada reemplaza la emoción de leer un libro en físico. Simplemente no es lo mismo. Ingenuo estudiante preuniversitario, atrapado por la política y los demonios de la historia peruana. En busca de respuestas para aclarar el panorama de nuestra frágil sociedad, comencé, de forma autodidacta, a leer a los grandes pensadores peruanos. Caótico y desordenado para leer. ¿Eso explica por qué el primer libro de Ciencias Sociales que compré fue Civilizaciones Comparadas (2015)? Quizás. Sabía que estaba ante un grande de la inteligencia. Sin embargo, en ese momento no pude entenderlo completamente. Sé que fue muy aventurado de mi parte leer la obra de un intelectual maduro y experimentado. Casi caigo en la desesperación, pero con esfuerzo y muchas relecturas, pude lograrlo. Un libro escrito no solo para los de ahora, sino para la posteridad. Quizás cuando ya no esté en este mundo. Rompe con la visión eurocéntrica y defiende algo maravilloso: se pensó filosóficamente en el Perú. Manojo de conceptos para explicar la adaptación a la economía mundial, tecnología y ciencia occidental por parte de China y la India. Incluso en su madurez intelectual, nunca dejó de poner al Perú en las grandes discusiones, siguiendo lo que el maestro Porras, en su Cátedra de San Marcos, decía siempre: «Que el Perú no tendría otro destino que el conocimiento de sí mismo».

Con el paso del tiempo, adquirí otras obras suyas, como El Mundo mesoamericano y El Águila y el Cóndor. En estos libros, realiza un análisis comparativo e interdisciplinario entre México y Perú. Quedé maravillado por la singularidad de México y su historia, al mismo tiempo que me preocupaba por el Perú, que aún no lograba desprenderse de la pesada herencia colonial. Todo esto me llevó a reflexionar sobre cómo los peruanos somos a menudo ajenos a lo que sucede en el mundo, viviendo en una especie de isla apartada de los acontecimientos tanto a nivel global como en la historia de nuestros vecinos. Desde entonces, el método de comparación me ha acompañado, permitiéndome comprender las particularidades de América Latina. Como buen seguidor, también disfruté enormemente de su exquisita trilogía sobre las grandes preguntas de filosofía política, una revisión absoluta de las disciplinas que se gestaron, para este nuevo y confuso siglo. Qué es República (2012), Qué es Nación (2013) y Qué es Política (2018) fue un bálsamo para mí. Aunque debo admitir que, dada mi inexperiencia, me tambaleé frente a tan vasta producción holística y totalizadora, pero mi ansia de saber me mantuvo firme. Con su obra Hacia la tercera mitad (2005), me pasa algo especial. El libro que me obsequiaste y que lleva una dedicatoria que hasta el día de hoy me hace emocionar. Es un ensayo de ensayos, una obra máxima que te convierte en uno de los mejores ensayistas que ha parido el Perú. Ahora bien, no es ser solemne decir eso, puesto que, finalista en un concurso convocado por la revista Lettre Internacional y la ciudad de Weimar, lo nombran entre los cinco mejores ensayistas vivos. No quiero extenderme demasiado, pero quiero enfatizar lo importante que fuiste para muchos y que tu huella en la historia del Perú es indeleble. Con Cuzco: Tierra y Muerte (1964) y Huillca: Habla un Campesino (1974) son, en tus propias palabras, «lo mejor que hice en mi vida: contribuir a la liberación del indígena». Bajo tu papel de «cronista de indios», recopilaste el testimonio de Huillca, alguien de quien apenas se habla y que incluso es pasado por alto por las izquierdas. Estas obras se han convertido en lecturas obligatorias en universidades de Europa. Sé que hay más por mencionar, y me disculpo por las omisiones, pero resumir tu aporte y vida no es tarea simple. Y no es el tema de esta carta. Sino el de extender mi agradecimiento. Ya habrá oportunidad, si el destino y el tiempo no nos abaten, de escribir un libro sobre su vida, como un día me lo pidió. ¡Un tremendo honor para aquel joven de dieciocho años!

Ya se imaginará el enorme privilegio que sentí al poder compartir horas con usted, incluso por teléfono, enseñándome y clarificándome conceptos complejos de manera sencilla. Lo hacías ver tan fácil, razón suficiente para que sus alumnos le dieran las mejores notas. Usted que tuvo a Lévi-Strauss en antropología, Filosofía con Lucien Goldmann, Sociología con Alain Touraine y Política con Raymond Aron. En Perú mucho antes en la Casa Colina en Miraflores junto al gran Raúl Porras y el último grupo de discípulos conformado por Mario Vargas Llosa, Carlos Araníbar y Pablo Macera. No hemos vuelto a ver un recambio como ese. Toda esa experiencia para el humilde adolescente que se preguntaba cómo un hombre de tal envergadura podía dedicarle algo de su tiempo. (No me minimizo solo me sorprendo y agradezco.) Ilustrado y humilde como pocos.

Brillante carrera como profesor titular en Francia. Pudo haberse quedado en la comodidad de alguna ciudad de Europa. Pero tu amor por el Perú y la deuda con tus maestros te hizo volver. Sufriendo el autoexilio interior y otras peripecias propias de nuestro país que espanta a quienes abogan por el pensamiento libre. Volviste para que no te entendieran. Espíritu inquebrantable de quien seguiré su ejemplo, no importa si me convierto en un peregrino en mi propia patria. Qué más da. Sería un honor pertenecer a ese selecto grupo que tienen a la curiosidad como única religión. Decía Sarmiento que los discípulos son la mejor biografía del maestro. Espero algún día poder cumplir esa máxima. Gracias, maestro.

Con mucho afecto y cariño,

Abner Lozano Camilo

Junio del 2023

Discurso del 11 de setiembre de 2001

Written By: Hugo Neira - Sep• 11•23

De casualidad, el día del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, me encontraba de visita en el Perú y con una ponencia que dar en el salón Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República. Tenía como título «El tejido despótico». En esta columna, recordaré, 22 años después, mis reflexiones finales sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo.

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Algo ha pasado. Algo comienza en Nueva York. Creo que es el fin de una cierta globalización. De un dejar correr los conflictos militares de menor alcance, hasta que uno de ellos se les ha colado en pleno centro financiero, en Manhattan. Es terrible, es una señal. Ciertos valores del mundo moderno nos pueden parecer fundamentales, son sin duda los mismos, los de ustedes y los míos, el valor de la tolerancia, es decir, el reconocimiento del otro, de su libertad. Del valor del individuo. Pero no todos reconocen esos elementos de organización social como valores. El islam, por ejemplo, no ha hecho la transición del saber tradicional a la verdad objetiva. No ha separado el poder temporal y el espiritual. Es así como lo que ocurre en Nueva York significa muchas cosas. Los particularismos existen, las creencias, las religiones, hay sociedades que no han conocido la secularización, que están lejos de la sociedad laica, donde nunca la razón religiosa se ha visto enfrentada por la crítica.

¿Qué hacer entonces? Yo no creo en sólo una solución militar, aunque de inmediato el pueblo americano tiene el derecho a defenderse y responder. Creo que se abre también una estrategia no mediata. Un prolongado periodo de diplomacia y política internacional. La solución no es sólo la guerra de los Estados Unidos contra un enemigo sin rostro. Es otro orden internacional. Es la extensión de una democracia planetaria. De nuevo acuerdos entre Norte y Sur sobre redistribución de riqueza. Sobre contaminación ambiental. Es tiempo que las potencias privilegiadas asuman su papel, y que aparezcan nuevos órganos reguladores. Creo que el impacto económico y moral de esos hechos nos llevará a profundas revisiones. La extensión del neoliberalismo a escala no ha creado sociedades pacíficas, al contrario. Pensábamos que todo estaba consumado, que los rusos y los chinos no eran sino americanos un poco pobres y en vías de enriquecimiento mafioso. Que la aparición de fenómenos religiosos regresivos no nos iban a afectar. Casi ha habido la tentación entre nosotros —recuerdo los discursos de alguno de los ministros de Fujimori— de refugiarnos en los valores sagrados de la tradición; ahí están los resultados, los talibanes. Tenemos todos que acostumbrarnos al que es distinto de uno. No asimilarlo, soportarlo. Caminar hacia una ciudadanía afianzada (nacional) pero también a una ciudadanía universal. A que individuos y culturas sean reconocidos en lo que son diferentes entre sí. Y a la adquisición de lo que John Rawls llamaba «los bienes básicos», como la libertad, pero también a morigerar la desigualdad inherente a la sociedad moderna por mecanismos de justicia y de equidad, sin que lo uno anule a lo otro.

Es posible la libertad y la equidad, aunque eso no lo haya obtenido del todo ningún sistema ni nación. No hay que desesperar. ¿No ha dicho Marx que la verdadera historia no ha comenzado, sino cuando los hombres sean libres de la necesidad? El tiempo que vivimos acaso no es sino la prehistoria de otro que será el verdaderamente humano. Eso es sin duda una utopía, pero será mejor pensar en ello, aunque no lleguemos a verla en lo personal, que el retorno a una Edad Media de guerras tribales con armas totales o de hegemonías prepotentes. El tema de la tolerancia y la mundialidad, como admisión de un politeísmo de valores, es el gran tema de estos días, dentro de casa y por el convulso mundo. Y no contamos para resolver tales retos sino con nuestra endeble razón humana, pero al menos con ella podemos enmendar nuestros múltiples errores. La sabiduría comienza por la conciencia de la magnitud de nuestra propia ignorancia. Y con la colosal tarea por delante, materia no de una sino de varias generaciones. (Del pensar mestizo, pp. 445-446)

Publicado en El montonero., 11 de setiembre de 2023

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El concepto de errancia (III) *

Written By: Hugo Neira - Sep• 04•23

¿Conocen ustedes otro gran pensador peruano que no pudo volver al Perú? Me quedan pocos minutos… Sí, lo conocen, César Vallejo. No es que no quiso, no podía. Vallejo, Santiago de Chuco, familia rural, a la cual no olvidó nunca; los poemas a la madre, al padre, la historia de Vallejo se divide en tres partes. En primer lugar, la llegada a Trujillo y la publicación de Los heraldos negros. En segundo lugar, la experiencia en Lima del año 1919 hasta 1923. Y, en tercer lugar, el viaje a Europa, a París, del año 1923 hasta la muerte. En ese tiempo cambió. Trilce. Se hizo primero aprista, después comunista, después republicano español. ¿Para qué les digo eso? Marchaba a lo universal. Ese aldeano es el más grande poeta que hemos tenido en toda la historia literaria, el que más toca no solamente asuntos pueblerinos, aldeanos de nuestras vidas, sino sensaciones y emociones universales. Yo he visto en Yugoslavia, un día, estando en un periódico (me habían invitado) cuando aún había tipografías, a un obrero que estaba trabajando — así se hacían los periódicos, con plomo— que estaba leyendo a ratos algo. ¿Saben lo que era eso? ¡Los poemas de Vallejo traducidos al croata! Eso es la universalidad. Y lo entendía y se emocionaba. Ese hombre no pudo volver por la sencilla razón que en el Perú había en los años 30 un gobierno fascista, del señor Benavides, que perseguía a los apristas, los metía en prisiones, los torturaba como a los comunistas. Y él hubiera venido para que, en un rincón de una celda, hubiese sido despedazado. 

¿Cuántos son los otros? Me estoy acercando al límite de tiempo entonces, muy rápido. ¿Dónde se escribe la obra de Vargas Llosa? O, mejor dicho, ¿a qué edad se va Mario? Que quiere esta ciudad y con toda razón, que ha hecho una serie de obsequios pertinentes con sus libros y que es mi amigo, desde la época en que trabajábamos juntos con el maestro Porras. Maestro de Macera, de Vargas Llosa y de mí. ¿Qué nos enseñó el doctor Porras? A hacer fichas, a saber, leer un libro, a hacer una reducción, a pensar, a partir de los conocimientos. ¿A qué edad se fue, para siempre? Mario tenía 22 años. Pregúntense por qué. Porque por supuesto no iba a poder encontrar editores como en Barcelona, es verdad, y tampoco públicos. Las novelas de Mario son realmente un retrato terrible de la violencia social. Terminando, les propongo como reducción, varias síntesis. Puedo seguir con la obra por ejemplo de un cuentista, Julio Ramón Ribeyro. ¿Conocen a un gran cuentista en el Perú? Las novelas de Julio Ramón no eran tan buenas pero los cuentos, ¡Dios mío! Es un gran cuentista del Perú y entre los más grandes de la literatura latinoamericana, como Cortázar, y otros más. Cuentos que son la historia de Lima, de la clase media, de la quinta, lo mejor de la descripción de las emociones, las pasiones, la aldea social peruana, popular o media. ¿Qué hace escribiendo en París? O sea, el apego al Perú no se va nunca. El mecanismo de lo que llamamos la errancia tiene estos elementos contradictorios.

Rápidamente, daría tres hipótesis para poder explicar esto. En primer lugar, la más simple, la más sencilla. La errancia se trata de un exilio voluntario para iniciar y completar, en sociedades más avanzadas, su propia formación. Sí, pero tengo una duda sobre esta hipótesis. ¿Por qué diablos a los escritores en México no les pasó eso? ¿Ustedes creen que a unos grandes escritores y pensadores mexicanos no les pasó esto? Octavio Paz no se fue nunca. No necesitó irse. Ni Alfonso Reyes y otros más. Entonces hay que preguntarse por qué se tienen que ir los peruanos. Porque pareciera que los intelectuales molestan, incomodan, es una posibilidad.

La segunda hipótesis es que son outsiders. Eso es más delicado, más fino. Les voy a robar unos minutos, estoy ya en 44…. El término outsider lo usan para la política, es alguien que se presenta para la política, no tiene partido, ya nos ha pasado con varios presidentes que son outsiders, ¿no? Y qué bien estamos después del gobierno de Fujimori, de Toledo, qué bien… El outsider político. El outsider intelectual es una definición del pensador alemán Alfred Schütz, que dice lo siguiente, lo voy a leer: «esa persona que no comparte todos los supuestos básicos de la concepción relativamente natural del mundo». Es el forastero capaz de discernir entonces la crisis de algo fuera del etnogrupo. Una persona normal en el Perú te podría decir lo siguiente, ya sedentarios como somos: ¿hay corrupción? Sí, el Perú es así, siempre ha sido así… Un extranjero, un forastero, no lo ve así. Los rebeldes e inconformes que no lo aceptan y pasan a ser outsiders dicen no estoy de acuerdo. ¿Por qué es necesario? Es una anomalía, aunque sea abajo, al medio, al centro, no creemos que sea normal. Hay sociedades que no son así, o les ha pasado por periodos. Entonces el tema es cómo un novelista o un sociólogo llega a la lucidez. Cuando no comparte los sentidos comunes de sus ciudadanos y el conformismo que lo rodea. Para eso se necesita tomar distancia y tener el coraje de pensar distinto. El outsider es el que da el sentido de las cosas. Por supuesto que Mariátegui, como saben, ya se iba a Argentina cuando le sorprendió la muerte. Hay un precioso trabajo de Flores Galindo sobre el final de Mariátegui. Se iba porque molestaba. Entonces este país tiene una tradición: expulsar en silencio aquellos que son críticos de ellos mismos.

El tercer planteo es muy interesante, de pronto es que son cosmopolitas. Estas personas no aparecieron cuando se fueron. Yo hablaría de mí mismo, hay un momento determinado, después de Velasco, que me abrieron las puertas las universidades francesas y me fui a vivir a Francia. No me sentí mal. Porque nos adaptamos. ¿Qué nos pasa a los que nos fuimos? Les cuento amigablemente. Conversando con Julio Ramón Ribeyro o Mario Vargas Llosa en París, era acá nos descubrimos, entendimos lo que somos. ¿Qué descubrimos? Que somos latinoamericanos, en primer lugar. Incluso las identidades peruanas se vuelven fuertes. Claro está, hay algunos que no vuelven más. Hay casos. Y tienen todo el derecho. Julio Ortega, por una parte —para ustedes, gran especialista de la literatura—, y por otra parte, José Miguel Oviedo. ¡Qué formidables trabajos sobre la literatura latinoamericana! Algunos que no se van. Pero se pierde. A veces hay que irse. Les hago una pregunta… ¿Qué pasó con Arguedas? Se pegó un tiro. Entonces los cosmopolitas entienden el mundo de afuera y entienden mejor el mundo de adentro. Hoy día, y aquí acabo, están pasando cosas así por la mundialización. Hay gente que está acá y un poco afuera. Podría mencionar el caso de jóvenes brillantes, amigos míos, muy brillantes: Carlos Meléndez —trabajos en Chile y aquí—, Alberto Vergara, con un pie puesto en la Universidad del Pacífico y otro en el exterior, porque lo consideran así, y esto es bueno y saludable. Entonces esto era lo que quería decirles, cómo la historia literaria latinoamericana, la historia de la literatura peruana y de la política se pueden examinar desde la errancia.

He sido injusto tal vez con otros pensadores, conservadores, pero no de mala gana. Riva-Agüero, bueno, no hay modo de no señalarlo. Liberal en su juventud y completamente conservador. Luego Víctor Andrés Belaunde… Pero nadie ha sido un gran pensador por completo. Para la izquierda, el mejor de todos era Alberto Flores Galindo, una pena que se muriera. Él hubiera tenido una visión global de la situación peruana. Y ninguno de estos libros sobrepasa a Mariátegui, aunque alguien dirá de nuevo la realidad peruana. El libro los Siete ensayos… es un libro de los años 30. La Lima de Mariátegui era una Lima de 200 mil habitantes. No había allí barriadas, informalidad, las cosas que nos han pasado después. Por cierto, somos parte de la sociedad, pero como atrevimiento, capacidad de ver, intentar una visión global, es pues un reto asumirlo. Entonces espero que podamos pasar de la errancia al retorno, si es que no viene un gobierno de tipo dictatorial, que es tal vez lo que nos puede pasar. Muchas gracias.      

   * Ponencia en la ocasión del I° Congreso Internacional Antonio Cornejo Polar en Arequipa. 01-05 de octubre de 2018. Universidad Nacional San Agustín. «Procesos de migración, éxodo y exilio, desarraigo y arraigo»

Publicado en El Montonero., 4 de septiembre de 2023

https://www.elmontonero.pe/columnas/el-concepto-de-errancia-iii

El concepto de errancia (II) * 

Written By: Hugo Neira - Ago• 28•23

El tercero, y no quiero seguir mucho con los políticos, es alguien que también conocen ustedes, Manuel González Prada. Prada es el padre de los jóvenes de la Reforma Universitaria, el que inspira a Mariátegui, y Mariátegui le tiene un gran respeto. Ya ha muerto Prada. Prada es el intelectual que, en 1888, en El Ateneo, es capaz, en ese famoso discurso, de decir claramente: «Hemos perdido la guerra con Chile porque el verdadero Perú no está en la costa, está en los indios». Y echa la culpa de la derrota a la clase dominante, y es verdad. Basadre dijo en uno de sus libros que había algo pendiente, el tema chileno. Y que Ramón Castilla había aconsejado que, para cada barco de guerra que compraba Chile, el Perú comprara dos. Se olvidaron de comprarlos… Se quedaron las fragatas en Inglaterra y el presidente Pardo prefirió a los ferrocarriles. No teníamos Ejército de línea, ¿lo saben? Me temo que no porque quitaron los cursos de Historia. El Ejército peruano formal se crea en 1885 con la misión francesa. Entonces, el general, el coronel…, el único de carrera era Grau, especializado profesionalmente. Ese es el país que es derrotado. Por sus defectos y vicios. Y ahí viene el discurso tremendo de González Prada: «los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra». ¿El Perú? Donde se le toca sale el pus [exactamente, «donde se aplica el dedo brota pus»]. ¡Qué actualidad! Qué pena decir que esos problemas nunca desaparecieron. Entonces, ¿qué pasa con Prada? Después de esto, decide no solamente ser un poeta y actuar en el campo literario, decide ir a Europa. De 1891 —si la memoria no me falla— a 1898, ocho años se queda en Europa, y de nuevo la errancia. No va a seguir un posgrado, no, es un hombre mayor, hacendado, rico, aristocrático y anarquista.  Sí, anarquista. Los anarquistas existían en Lima, eran subvencionados por Manuel González Prada que abandonaba la Biblioteca Nacional y, a pie, se iba a ver a sus amigos anarquistas. Son los comienzos de la política peruana. Los anarcosindicalistas iban a jugar un papel en el nacimiento del APRA. Manuel González Prada, que se da el lujo de ser tan distinto, tan rebelde, tan extraordinario, va a aprender cosas en España. En España, en Francia y en varios lugares. Eso también es la errancia.

Entonces, estos son los tres libros más importantes del pensamiento político en el siglo XX. Los Siete ensayos… de Mariátegui; Manuel González Prada, libro editado por el Fondo Editorial del Congreso. Esta edición felizmente está bien completa. Pues Prada no era un hombre metódico. Sus ideas van de la poesía a los textos de ensayo, y prácticamente, panfletarios. Y de Haya de la Torre yo no traería El imperialismo y el APRA. No. El libro más importante —y si los apristas no me hacen caso, qué le vamos a hacer—, es este: Mensaje de la Europa nórdica. ¿Por qué? Porque es el viaje —de nuevo la errancia—, de Haya de la Torre en los años 60, a Escandinavia. A Suecia, Noruega, a mostrar al mundo, a partir de Noruega, que es posible el capitalismo —sí, el capitalismo—, con un Estado social. Y que no es una utopía. Que se puede hacer eso, ocupándose cómo se ocupan esas sociedades nórdicas, las más avanzadas del planeta. Les pongo un ejemplo de avance. La educación es gratuita y para todos. No hay educación privada. En cuanto a la salud, todos están cubiertos. ¿Cuál es el precio de eso? Pagar altos impuestos. Y otro elemento, porque nos hemos vuelto un mundo pragmático, es que vayamos a las cifras. ¿Quién es el ciudadano que tiene el más alto ingreso del planeta entre las sociedades industriales avanzadas? Es el noruego, 95 mil dólares por año per cápita. ¿Dónde está el norteamericano? En 35 mil dólares, con las brechas que hay en Estados Unidos. Así que no se dejen engañar, Estados Unidos no es en materia de sociedad la primera sociedad capitalista del mundo. Es Europa. Por eso el conflicto que hay entre el dólar y el euro. Entonces este libro me parece el más importante porque viaja a un país que ya no es una utopía sino una realidad.

¿Por qué no se pudo conseguir una sociedad, un sistema socialdemócrata en el Perú hasta el día de hoy? Porque las socialdemocracias y los Partidos Socialistas en Europa, en Francia, sobre todo —y lo digo porque está mi mujer en la primera fila— y en España, se apoyan en las clases medias que son progresistas. Y en nuestro país, las clases medias son reaccionarias. No quieren juntarse con el pueblo. Por eso la educación pública se ha derrumbado, porque hay colegios privados. Si las clases medias en América Latina y en el Perú se inclinan más bien por las derechas, nunca tendremos una sociedad de distribución y entonces el sueño del país socialdemócrata continuará.

Vamos ahora entonces a los escritores. Comenzaré con Garcilaso de la Vega, siglo XVI. Los comentarios reales, que todos conocemos. Y luego iremos a Vallejo, ¿de acuerdo? La gran literatura peruana se ha hecho fuera del Perú. (No les veo ninguna vibración…) Eso no se ha hecho nunca. ¿Dónde se escribió Los comentarios reales? ¿En el Cusco? ¿Por qué se fue Garcilaso? ¿Porque quiso? ¿Qué pasó? ¿Y qué pasó con Vallejo? ¿Dónde se murió Vallejo? ¿En Santiago de Chuco? Veámoslo despacio. ¿Quién es Garcilaso de la Vega? Todos sabemos que nace en el Cusco en 1539, ya se había acabado prácticamente la Conquista, y es el hijo de Garcilaso de la Vega Vargas, que era un conquistador noble, y de Isabel Chimpu Ocllo, la madre, que era una princesa descendiente del Inca Huayna Cápac. El joven Garcilaso tiene el privilegio de tener la madre no noble y un padre que lo reconoce. No se casa, y tienen después una ley de la Corona que lo obliga a casarse con española. Terrible… Pero nunca dejó de atenderlo, aunque vivía más bien con la madre. Y él vio algo extraordinario, se mencionó hace un momento por la persona que hablaba antes que yo. Él observó la importancia de un libro que les recomiendo, La visión de los vencidos, de Nathan Wachtel. Porque Wachtel se ocupa de esos años de transición. ¿Qué ve el joven Garcilaso? Él ve…, y lo que aquí funciona, es un concepto de Luis E. Valcárcel, un cuadro de cine inca, el teatro de incas; están olvidando a los españoles. Pero no desaparecen las formas y rituales de la vida indígena. Sigue habiendo rituales, las fiestas, la cultura continúa y él observa ese mundo vivo, el mundo incaico. No desapareció de golpe pues. Se iba implantando lo español encima, los españoles soportaban eso, lo veían, era asombroso, y jugaban sus deportes en la Plaza de Armas del Cusco. Él observa las dos sociedades. Observa también cómo van llegando los animales españoles —el asno, el cerdo, la gallina—, esto está en Los comentarios reales. Está, por ejemplo, la angustia que tenía porque habían traído las gallinas, pero no ponían huevos, por la altura. Y cuando los ponen, al cabo de una semana, hay un jubilo. Bueno, él observa todo esto.

Y luego el padre lo envía a España a estudiar. Terrible, es el destino. Parte con la mejor intención y en medio del viaje, de todo esto, estando en España, ocurre el levantamiento de Túpac Amaru I, que es en realidad el único, porque Túpac Amaru II se lo puso quien era un cacique, Condorcanqui, así no… (Es como hacerse llamar Bolívar II, no pues.) Hay un Túpac Amaru, el Primero. El susto de los españoles fue tan grande que además de descuartizarlo, como todos sabemos, tomaron una decisión: prohibido por una ley de la Corona que ningún mestizo real, así se les llamaba, volviera al Perú. Diecisiete jóvenes… Si alguien quiere hacer historia o un libro excepcional, encuentren los otros dieciséis. Uno de ellos era Garcilaso. Garcilaso se llamaba Gómez Suárez de Figueroa. Lo digo rápidamente, acudió a la ayuda de su tío, el señor de Vargas, un señor muy importante, le preguntó qué sabía hacer y le dijo yo quiero a los caballos, entonces sabía de caballos. Fue soldado que es como sacar la Green en los Estados Unidos —si es que llegas a ser soldado—, el DNI es ser guerrero. Tuvo que ir a luchar contra los moros de Córdoba que eran otros dominados como él, pero en fin, se ganó los derechos de ser un súbdito y luego él atiende el comercio.

Mi maestro Porras ha encontrado algo excepcional. Había un periodo en que se había perdido Garcilaso, no se sabía dónde estaba. Encontró que no se llamaba Garcilaso sino Gómez Suárez de Figueroa. Ahora bien, vio que de pronto el señor Vargas tenía la tutela, un sistema de encomienda —que no inventaron para el Perú, la tenían allí, en España—, que estaba en una ciudad donde podía ir a estudiar. Y en esa ciudad encontraron que Garcilaso de la Vega existía porque comenzó a firmar en los registros, y luego pasaba a ser una persona importante, y eso permitió saber dónde había estado, no en Italia, que era un lugar cultural. Muere el señor Vargas y entonces hereda, hay una herencia para Garcilaso, se puede volver él hombre libre que es recibido por los humanistas en Sevilla y en Córdoba. Y a los 60 años decide escribir, después de unos trabajos menores, Los comentarios reales para discutir al cronista oficial de la corona de los Austria, Gómara, porque maltrata a los conquistadores y maltrata a los Incas. ¿Cuál es la respuesta de Garcilaso? Los Incas eran un pueblo civilizado, por lo tanto, no merecen ser colonizados, deberían ser un reino. Y los conquistadores fueron dobles, hicieron una guerra y le regalaron, como en México, un imperio a la Corona que nunca mandó soldados profesionales. Dos imperios. La Conquista fue el hecho de los conquistadores, se tomaron la libertad independientemente de hacer las guerras. Entonces, ¿esto qué significa? Nunca dejó de pensar en el Perú. ¿Cómo se enteraba de qué cosa estaba pasando en el Cusco? Porque le escribían y la escritura le permitía saber cosas personales. Y a eso vamos a llamarle el apego. El afecto. La imposibilidad de romper lazos con el Perú en plena errancia. Garcilaso se muere sin poder volver al Perú. Entonces la respuesta que ustedes van a tener sobre por qué se quedó es porque no podía volver. […] (Continúa y termina la semana próxima)

   * Ponencia de octubre 2018 

Publicado en El Montonero., 28 de agosto de 2023

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